Isabella: La llegada a Dédfer

|Capítulo 49|

Isabella

El rey Azariel demoró más de lo que pensé en cumplir su palabra. Después de la coronación debía asumir sus obligaciones como monarca y eso lo mantenía ocupado. Mientras tanto, yo seguía acudiendo a los entrenamientos, después de que el señor Beck me reprendió enfrente de mis compañeros por ausentarme demasiado tiempo. Supongo que ni siquiera él era conocedor de que estuve encarcelada en el calabozo por varios días. No le bastó con reñirme, también tuve que limpiar y alimentar a los animales que tienen en el establo como parte de mi castigo.

Seguía con la misma rutina monótona desde que llegué, a veces pensaba que pronto la abandonaría para cambiarla por la rutina que tenía en el pueblo.

Mientras Aiden, Nick y Dorian conversaban sobre lo que harían mañana en el pueblo, yo limpiaba el espacio donde descansan los animales, era lo último que me faltaba para poder retirarme y descansar. El rubio tuvo la amabilidad de ayudarme un poco con las exhaustas actividades que realizaba, en cambio Nick y Dorian solo observaban desde la distancia, brindándome palabras de aliento y recordando que me faltaba poco para cumplir mi castigo. Tenía ganas de golpearlos con el rastrillo cada vez que los escuchaba decir eso.

—Isa, ya que aún sigues aquí, y tu despedida se ha atrasado más de lo esperado, ¿vendrás mañana con nosotros?

—¿Cómo?—pregunto, confundida. Detengo por un momento mi actividad y le presto atención a Aiden.

—¿Olvidas que mañana iremos a celebrar el cumpleaños de Dorian? Dijiste que no podrías festejar con nosotros porque te irías, pero dadas las circunstancias que aún no te has ido, si tú quieres, nos gustaría que nos acompañaras.

Nuevamente recibo la invitación. ¿Hoy es el cumpleaños de Dorian? ¿Tantos días han pasado y Azariel no ha cumplido su promesa? Todos los gobernantes son iguales.

—¿Solo nosotros tres?

—Astrid también estará, y si lo deseas puede venir tu familia—dice Dorian.

—¿No estará Zander? —pregunto.

Dorian mueve la cabeza, negando a mi pregunta.

—Él y Astrid ya no están comprometidos, rompieron después de la coronación, además, no me cae bien Zander —revela—. No quiero convivir con alguien que me desagrada.

¿Eso significa que yo sí le agrado a Dorian? Mis ganas de golpearlo con el rastrillo se van desvaneciendo, solo un poco.

—¿Qué debería obsequiarte? —investigo.

—¿Tienes un dragón?

—Eh… No.

—¿Una gema?

—No.

—¿Joyas?

—Tampoco...

—Entonces nada — responde, encogiéndose de hombros.

—¿Nada?

¿Cómo que nada? Es su cumpleaños, debería darle algún regalo. Él vuelve a responder que no es necesario que le ofrezca un obsequio, está bien con que vaya con ellos. Eso es extraño, ¿qué persona no quiere recibir algo en su día? Supongo que yo tenía amigos muy interesados, igual que yo.

—Si termino a tiempo mi castigo, podría ir con ustedes.

—Descuida, te ayudaremos a terminar a tiempo, así como hoy —comenta Nick.

Miro a los tres, indignada. ¿En qué momento me ayudaron? Solo se limitaron a observar, él único que fue considero ha sido Aiden.

Luego de ponernos de acuerdo sobre dónde nos reuniríamos, los tres se despiden de mí y se retiran del establo, me apresuro a terminar con mi castigo para hacer lo mismo que ellos.

Camino a la esquina dónde dejé atada a una bestia Natlig, esta no es tan feroz, pues se trata de un simple cachorro que han estado atendiendo, cuando me aproximo a ella, descubro que ha cavado un hueco en la tierra y se ha echado en este, ¿en que momento lo ha hecho? Lo peor es que antes de irme tendré que rellenarlo de tierra, un trabajo más que me hace hacer esta criatura.

Me agacho para cargarla y llevarla al sitio donde he limpiado su excremento y donde le corresponde descansar, sin embargo, en el instante que la levanto, ella comienza a removerse y querer huir de mí. Con bastante esfuerzo la intento trasladar a su lugar, para ser un cachorro, pesa demasiado. De tanto que se mueve, consigue clavar sus garras en mi brazo, lo que provoca que la suelte y aterrice en el suelo. Empieza a gruñirme.

—¡No me amenaces y vete a tu sitio!—ordeno, como es de esperarse, la bestia no obedece, todo lo contrario, comienza a rugirme.

Si no fuera un cachorro, sí me daría bastante miedo escucharla hacer esos ruidos.

—Escucha, estoy cansada y quiero dormir, así que hazme el favor de ir a tu lugar —espeto, señalando el espacio que he limpiado.

Sigue gruñéndome e intentando emitir un rugido amenazante, me exaspera oír esos sonidos que hace, así que en respuesta, trato de imitar su rugido y dedicárselo a la bestia, esta se silencia al instante e inclina su cabeza ligeramente mientras me observa. Lo que me faltaba, ahora el cachorro cree que estoy demente por querer rugir como ella, o tal vez en su lenguaje le comuniqué algo incoherente.

—¡Suficiente, a tu lugar!

Por suerte, esta vez sí obedece mi orden. Una vez que entra al espacio limpio, me apresuro a cerrar la reja, no deseo que se escape y que el señor Beck me otorgue un castigo más complicado. Cuando me aseguro que la reja está cerrada, me dispongo a dejar el rastrillo donde están las demás herramientas y tomar una pala para rellenar el hueco que dejó la bestia, no obstante, al dar media vuelta, me sobresalto tanto que dejo caer la pala cuando descubro que alguien ha estado observándome.

—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —interrogo.

—Desde que empezaste a discutir con el cachorro— responde Daniel.

¿Estuvo escuchando mi ridícula discusión con esa bestia? Y lo peor, admiró cómo intenté rugir como ella. ¡Qué vergüenza! Siento que el rostro se me calienta de la pena.

—¿Y por qué no avisas? Solo me asustas.

—¿Aún no terminas?

Regreso a mirar el pozo que debo arreglar, suspiro exhausta. No volveré a desobedecer al instructor, sus castigos son bastante pesados, pero creo que funcionan porque ya no deseo desobedecer sus ordenes, o mejor voy a demandarlo. Daniel llama mi atención cuando extiende su brazo y me ofrece un vaso.



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En el texto hay: fantasia, romance, licántropo

Editado: 11.06.2021

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