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4. Sentimientos rotos

Lucy

Iba ahí cuando me sentía triste y quería llorar. Pero, después empecé a usar mi cuarto para eso, o simplemente me aguantaba las ganas.

De nuevo me dirigí al dojo en cuanto observé a Ara caminar muy tranquila a su laboratorio.

Fui a la estantería de la maestra Miwa, en donde tenía el marco con la fotografía de cuando nosotras éramos niñas. Empujé un costado hacia adelante, para dejar espacio; haciendo lo mismo con el lado contrario.

Gatee hasta quedar atrás de la estantería. Pero aquí no acababa mi trayecto. Comencé a toquetear la pared de adobe, buscando un ladrillo que se hundía.

De pronto, en la parte inferior del muro, los pedazos de adobe se separaron hasta dejar un pequeño espacio rectangular, como si se tratase de un marco de una puerta; que conducía a un túnel.

¡Era como magia! Me metí dentro de aquel espacio gateando, y seguí hasta adelante para terminar el recorrido. El lugar parecía ser una catacumba, o en este caso, una cueva de un túnel de alcantarilla.

No había ningún ruido a excepción de las goteras que caían a un charco que no sabía dónde estaba. Más adelante, subiendo por el camino que se levantaba como un paredón, había una reja que daba algo de luz al sitio; pero en donde yo estaba no me llegaba.

Me senté a lado de la entrada de mi pequeño túnel y esperé. Después de un rato me quede profundamente dormida.

Estaba sentada en la sala de la guarida. Toda mi familia estaba aquí reunida, incluyendo Caro y la maestra Miwa, observando un programa de televisión muy entretenido; mientras comían pizza.

Me uní a ellas, las cuales me recibieron con una enorme sonrisa de oreja a oreja; sentándome en el centro y cerrando los ojos de felicidad, por estar juntas otra vez. No obstante, de repente sentí un viento helado que me obligó a abrir los ojos; percatándome que ya no me encontraba en la sala de la guarida.

La televisión había desaparecido, al igual que mi familia. Observé a mí alrededor. Estaba ¿En la azotea de un edificio? El lugar me parecía muy familiar.

—¿Qué hicieron ahora, Alejandra? ¡Otra vez dejaron escapar a los hombres lobos! ¡Eso! —escuché gritar a Caro a mis espaldas.

Miré hacia atrás y me espanté un poco, al verme junto con Ale, Ara y Caro.

—Ya deja de quejarte tanto, Caro —repuso Ale fastidiada —. ¡Al menos ellos fueron los que huyeron y no nosotras!

—¿Qué quieres decir con eso?

—Qué bueno que lo preguntas estúpida —respondió sonando desagradable —. ¡Déjame refrescarte la memoria! Gracias a tus ‘maravillosas’ órdenes, nosotras somos las que tenemos que huir cada vez que encuentras la ocasión. ¡Eres una cobarde Caro! Y esta vez los cobardes fueron ellos. ¡Deberías estar agradecida!

—¿Me llamaste cobarde, a mí? ¿Qué te has creído Alejandra? ¡Tú eres la que debes estar agradecida! Lo único que hago cuando digo que nos retiremos, es ¡Protegerlas! —contradijo en su defensa —. ¿Y esta vez que, Ale? Les di una orden y ninguna la cumplió. Les dije que se fueran tras la manada Twilight y se quedaron aquí ¡Jugueteando!

—Tal vez si no dieras malas órdenes, nos hubiéramos quedado a despedazar a Los Twilight que quedaban. A ver ¿Qué fue lo que dijiste? —cuestionó con burla.

—Creo que fue algo así —se entrometió Ara —. ¡Chicas, esperen mi señal! —gritó Ara imitando de manera sarcástica la orden de Caro —. Ustedes por el frente y yo por detrás.

Comenzó a hacer señas con sus manos, de esas que hace Caro a veces, para darnos indicaciones. Enseguida las tres reímos. Esa era la discusión que tuvimos.

Me quedé congelada mirando la escena. No podía creer que Ara se haya mofado así. No podía creer que Ale le hubiera dicho a Caro que era una cobarde. Era lo más horrible que le han comentado. Ay no. ¡Ahora viene mi parte!

—¡Mírenme! Soy Caro, la hija favorita de mi maestra y la líder torpe de mis hermanas.

La Lucy de allá empezó a imitar sus movimientos en una forma burlesca.

—¡Deténganse! ¿Qué están haciendo?

Me interpuse entremedio de ellas para detener esto, pero nadie parecía verme ni oírme.

Observé el rostro de Caro. Ese semblante no lo había notado antes. Era la mezcla de rabia, tristeza, impotencia y humillación.

—Caro —susurré culpable.

—¡Ya es suficiente! ¡Paren todos, ahora! —explotó.

—¿Qué te pasa Caro? ¿Acaso te molesta como tus hermanas te imitan perfectamente? —cuestionó Ale con sarcasmo riéndose, al igual que nosotras.

—¡Déjala en paz, Alejandra!

Grité de nuevo con desesperación, pero, al igual que antes; nadie me oyó. Al escuchar lo que estaba pasando, comenzaron a salir lágrimas; mientras me tapaba los oídos con mis manos. Ya no quería oírlas. Eran demasiadas detestables.

—¿Por qué esa mirada? ¿Acaso ahora me echarás a mí la culpa de que seas tan inútil?

—¡No soy una inútil!

—¡Claro que lo eres bobolina! ¡Eres pésima siendo líder!

—Tanto les molesta que sea la líder. ¡Bien! El título es todo tuyo Alejandra. Ya no seré líder de un equipo que no sabe respetarme —se giró un poco.

—¿Exiges respeto cuando ni siquiera sabes ganártelo?

—¡Me merezco eso mínimo, por ser tu hermana mayor! —volvió a encarar a Ale.

—Como digas intrépida inepta. Pero te advierto algo, ya no me interesa más ser la líder; así que olvida lo que me dijiste.

—Dije que ya no sería más la líder. ¡Si quieres tómalo! Y si no ¡Métetelo por dónde más te quepa! Me largo de aquí. Ni traten siquiera de molestarse en buscarme.

—Ja. ¡Jamás me preocuparía por una estúpida cobarde, que solo sabe huir cuando encuentra la oportunidad!

—¡Bien! ¡Eso será lo mejor!

Se dio la vuelta y comenzó a alejarse de ellas. Vi en su rostro que estaba realmente triste y enfadada, como si tuviera ganas de llorar.

Aquello me partió el corazón y quise detenerla, pero atravesé su cuerpo como si se tratara de un fantasma. En eso, empezó a saltar de edificio en edificio, perdiéndose de vista.



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En el texto hay: terror, pesadillas, intrigas

Editado: 21.03.2024

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