Se suponía que debía estar durmiendo, era demasiado temprano, las campanas no habían sonado, se sentía extraño estar sola en la habitación; comúnmente Ana, Gia y Mary se quedaban hasta tarde hablando, incluso cuando eso estaba prohibido, por lo que cuando no las vi llegar me preocupé, algo malo tenía que haber pasado.
—¿Crees que ella este bien? —pregunta Mary.
—No lo sé, las monjas se la llevaron en la noche, aunque lo negaron cuando lo pregunté, dicen que no saben que pasó, que tal vez ella huyó, pero es imposible, Gia no haría eso.
—Crees que este en ese lugar...
—Es obvio ¿no?
Mi cama estaba algo alejada de la puerta por lo que sus palabras llegaban a mí como tenues murmullos, estaba preocupada por la noticia así que me paré y avancé hacia la puerta agachada y de puntillas. Normalmente no sería algo que me preocupase, pero el asunto estaba relacionado con Gia, y ella era mi amiga, la única además de Daniel con la que podía hablar, era agradable y siempre estaba de buen humor.
No entiendo, ¿por qué se la llevarían las monjas?
—¿Qué fue eso? —pregunta Anna.
Sin querer había golpeado mi cabeza con la puerta, apenas fue un leve roce, pero los oídos de Anna eran tan agudos que a veces creía que se trataba de algún poder sobrenatural.
—Así que eres tú, la mocosa entrometida —dice lanzando una mirada furiosa hacia mí—. No sé porque no me sorprende, eres peor que un insecto, más insoportable —masculló.
—Fue sin querer —me disculpo de muy mala gana.
Anna rueda los ojos.
—Siempre es sin querer —suspira cansada— ¡muévete! —pasa y me empuja casi haciéndome tropezar, contengo mis ganas de reclamarle ya que había algo más importante que quería saber.
—¿Gia está bien?
—Y eso qué. ¿Acaso te importa? —contesta de espaldas con su habitual tono de desagrado.
—Si me importa, ella no es insoportable como tú —señalo para molestarla. Anna aprieta los puños mas no responde, respira profundo mientras murmulla para sí palabras incomprensibles. Espero paciente por sus insultos, pero para mi sorpresa eso no sucede y responde:
—Ella está bien.
—Pero, dijiste que...
—No te importa lo que diga, para empezar ni siquiera debiste haberlo oído, vuelve a dormir o lárgate —dice manteniendo su postura inflexible.
—¿Sigues aquí? —advierte elevando la voz.
Finalmente, Mary me toma del brazo y me echa de la habitación. Preocupada por Gia confundida y molesta por la actitud de Anna empiezo a caminar sin rumbo, mis pasos me llevan hasta el viejo roble en el medio del patio, sus hojas verdes estaban volviendo a crecer; era casi un milagro, sobre todo después de que todos lo dábamos por muerto, era extraño que aquel árbol hubiera sobrevivido a una sequía de varios años, incluso cuando otros como él se habían secado y servido de leña para el invierno, no era el mas grande ni el más hermoso, pero guardaba cierto misticismo, se decía que se trataba de un obsequio de los dioses, por lo que había quienes venían a rezarle en las noches.
—Has estado parada ahí durante mucho tiempo, te dolerán los pies —interrumpe Daniel
—¿Desde hace cuánto estás ahí? —pregunto nerviosa de que haya escuchado la tonta oración que estaba recitando.
—Como diez minutos, iba a asustarte, pero parecías muy concentrada —dice añadiendo énfasis en el final.
—Solo estaba pensando —respondo fingiendo calma.
—Entonces, qué te preocupa —Daniel se recuesta sobre el tronco y hace una señal para que me siente a su lado.
—¿Recuerdas a Gia?
—Si, Es una de tus compañeras de habitación ¿no? —asiento— ¿Qué pasa con ella?
—Escuché a Anna decir que se la llevaron al sótano.
—¿El salón de castigo? —murmura Daniel asustado— ¿por qué?
—No lo sé. Pero... Creo que se trata de esas cosas —comento con miedo.
》Ella decía que eran fantasmas o algo así, contaba historias muy extrañas sobre seres pálidos con máscaras y huesos. Pero últimamente todo se volvió peor, siempre estaba asustada y casi no dormía, no quería salir de la habitación porque decía que no quería encontrarse con ellos. Y ahora está desaparecida, Anna dice que fueron las monjas las que se la llevaron, pero, ¿y si fueron ellos?
—¿Ellos? ¿los fantasmas? ¿hay fantasmas en el orfanato? Isalia...
—Hey, ¿me escuchas? —Daniel pasa su mano frente a mí.
—¿Estás bien? Te quedaste congelada —dice preocupado.
—Lo siento, se que no te gustan este tipo de historias. Mejor hablemos de algo más.
—Está bien, no me importa, de todos modos tu parecías más asustada que yo —comenta con diversión.
—Es cierto. ¡Ah! Casi lo olvido. Sabías que hoy salió otro grupo, dijeron que irían al norte, la próxima vez seremos nosotros. ¿Te imaginas? —comento ilusionada.
Daniel agacha la cabeza y frunce el ceño.
—Pero no estaremos juntos, siempre separan a niños y niñas —comenta con desgano.
—Si —resoplo con desilusión. Por qué todo parece tan deprimente—. Pero, al fin podremos salir de aquí, ha pasado mucho tiempo desde que fui a la ciudad, casi no la recuerdo. Eso no suena tan mal ¿no?
—Podríamos escaparnos —sugiere Daniel en un susurro.
Abro los ojos con sorpresa, era la primera vez que lo oía sugerir algo tan arriesgado, mi pecho hirvió en emoción durante varios segundos en los que no supe como contestarle; las preguntas revoloteaban en mi cabeza como un enjambre enfurecido. Pero al final, me decidí por contenerlas para no asustarlo.
—Podemos ir hacia el sur al rio Reid, dicen que se puede ver la ciudad desde una colina, ¡comeríamos un helado! —digo emocionada.
—¿Helado? —pregunta confundido— ¡Si! Te gustará.
—Pero...—Se calla de repente y sus ojos se ensombrecen. Aunque fuera solo un momento estaba feliz de haber podido apreciar ese brillo. Ojala algún día sea libre de todos sus miedos, pensé.