Itori: Recuerdos Perdidos

Un corazón confundido

 

Sentía mis latidos retumbar en mi cabeza, percibía mi cuerpo más pesado como si me fuese a desmayar en cualquier momento, con paso vacilante llegué a mi habitación y me lancé sobre la cama.

—Qué pasa contigo, ¡estás loca!, por qué golpeas la puerta, estaba durmiendo ¿sabías? —espeta Anna desde el otro lado de la habitación.

—Es muy temprano para dormir; quiero descansar un rato, solo por hoy, podríamos no discutir.

—Acabas de levantarme del susto, así que no. ¿Estas así por ese niño rubio? —ignoro las palabras de Anna y ruedo sobre mi cama— Escuché que lo adoptaron, sí que tiene suerte, pronto se ira de este lugar.

—¡No se ira a ninguna parte! —replico.

—Con que si es cierto, ¿por qué no se iría? Cualquiera en su lugar aceptaría sin dudarlo.

—Daniel no es así, él lo prometió —añado en un susurro— Además no es tan malo vivir aquí.

—¿ No es tan malo? No solo eres tonta, sino ciega al parecer. La gente dice que el mundo está cambiando; la sequía llegó a su fin, incluso la paz parece haber vuelto a reinar, todo parece estar bien ¿no es así? Pero sabes que no ha cambiado mucho: nosotros. Seguimos igual de mierda que hace cinco años, la comida sigue siendo jodidamente horrible; mira a tu alrededor, dime, ¡te parece un buen lugar para vivir! Estamos aquí porque nadie nos quiere, no le importamos a nadie afuera. También lo sabes ¿no?

—¡Y si ellos son malos! ¡No importa eso! Hemos visto a muchos de ellos burlarse de nosotros, ¿eso no te importa? No estoy ciega, solo no quiero que...Daniel está bien aquí, sobreviviremos. Además, tú sabes cómo son ellos, te devolvieron ¿o no?

 —Quieres que te golpee­ —sisea poniéndose de pie en una postura retadora­— solo admítelo, no te quieres quedar sola, mocosa malcriada.

—Y eso qué, está mal querer eso. Tú lo dijiste, estamos aquí porque nadie nos quiere.

­—Eso no es...¡Ahg! Como sea, no es como si me importara lo que tú y ese niño hagan, solo vete para que vuelva dormir.

—¿Estabas llorando no? Estás preocupada por Gia, te sientes frustrada y molesta, ¿por eso te desahogas conmigo?

—¿Qué pasa contigo? Ahora quieres darme consejos, sí que eres extraña, actúas con superioridad, como si pretendieras saberlo todo, te lo advierto por última vez, ¡vete!, porque no aceptaré consejos de una niña de 11 años.

Anna me mira furiosa desde el otro lado, ella siempre había tenido un mal carácter, especialmente conmigo, nos enojábamos y ella me amenazaba, pero rara vez hacía algo más que eso. En otra ocasión habría seguido provocándola hasta que se marchara, pero esta vez no me sentía con la fuerza suficiente para continuar con la pelea, así que abandoné la habitación.

Mientras caminaba sin ningún rumbo fijo, la rabia empezó a diluirse y pronto se transformó en lágrimas, me sentía más cansada que antes, pero no podía regresar a mi habitación, tampoco podía ir con Daniel porque me sentiría aún peor. La mayoría de los lugares siempre estaban ocupados por otros niños, no sabía a donde ir, hasta que recordé mi viejo lugar atrás de la casa de las monjas, no había ido allí en un tiempo. Daniel y yo solíamos estar ahí muy a menudo, hasta que una monja nos encontró, nos regañó y nos prohibió regresar, desde entonces vigilaban más el lugar, pero tras el alboroto que se formó por la huida de Daniel no había nadie ahí.  

Cerré los ojos tratando de conciliar el sueño, pero mi tranquilidad no duró demasiado, escuché el sonido de pisadas acercándose, traté de alejarme, pero me detuve al escuchar una voz que se me hizo conocida.

—¿Crees que hicimos lo correcto? Parecía muy asustado, no debimos presionarlo tanto.

—Tranquila, él solo está un poco conmocionado, dejemos que la hermana Sol se encargue de ello.

—Nos tiene miedo, ¿de verdad crees que vendrá con nosotros? ­­­—¡Por supuesto que no lo hará! No quiero seguir escuchando esto.

—Me recuerda a alguien que conozco desde hace años, durante nuestras primeras citas prestabas más atención a tus pies que al propio camino.

—En mi defensa, en ese entonces tenías un aspecto algo aterrador. —le comenta ella con una leve carcajada.

—No te preocupes por él, volverá, lo sé. 

—¿Y si no lo hace? Y si cree que no somos buenos padres para él.

—¿Por qué estas tan asustada? Desbordabas de emoción hace unas horas. Incluso si no nos quedamos con él, seguiremos intentándolo, y cuando al fin lo logremos, él o ella verá lo grandiosa que eres como madre.

—No lo sé, solo estoy nerviosa creo. Gracias por intentar consolarme.

—Esa es mi especialidad. Ahora volvamos, tal vez la hermana Sol nos tenga buenas noticias.

Ambos se alejan, los veo caminar agarrados de la mano, una sensación extraña me oprime el pecho, mi cabeza está hecha un lio, cientos de ideas se mezclan, pero una prevalece por sobre todas.

Pregunto por Daniel a todos los que me encuentro, pero nadie conoce su paradero, solo me queda un lugar por visitar. Estoy nerviosa, no sé si pueda hacerlo.

—Te has escondido bien, hay un alboroto abajo, todos te están buscando.



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En el texto hay: reencarnaciones, drama, promesas

Editado: 09.09.2024

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