"Ahora que no estás, el silencio es un ruido que lastima tremendamente mis oídos"
Ricardo Arjona.
Aquella era una larga y tranquila noche. Al menos aparentaba serlo.
En toda la inmensidad de esta casa, no se podía escuchar ni un solo ruido. Deseaba que algo, lo que sea, me arrebatara esta soledad.
La casa había estado abandonada durante varios años y para ser sincero, muy en el fondo de mi, esperaba regresar y ver que todo siguiera igual, tal y como lo había dejado el día que me marche. Pero no. esta casa solo estaba llena de polvo y recuerdos. Sobre todo esos últimos.
De pronto un relámpago entro por las ventanas e ilumino el inmenso salón de la casa, tras el un estrepitoso trueno, y seguido, de las furiosas e incesantes gotas de lluvia que comenzaban a golpear contra las paredes y ventanas.
Paseaba la mirada por cada rincón de aquella casa, torturando cada molécula de mi ser. Observaba cada uno de los portarretratos, uno por uno, en los que se presumían fotos de esa perfecta familia y me detuve en una en especial, esa que siempre me había gustado, aquella en la cual estaba impreso uno de los mejores recuerdos de mi niñez. Inevitablemente los recuerdos llegaban a mi mente... Y me veía a mi mismo varios años menor. Aquel día me había regalado una cámara fotográfica. Estábamos a punto de salir y decidí tomar un selfie. Justo detrás de mi salia mi perfecta familia; mamá sostenía entre sus brazos a mi hermana menor y papá las abrazaba con una gran sonrisa en su rostro.
Un ruido proveniente de la cocina me atrajo a la realidad, aunque no llamó mi atención. Seguramente era algún vagabundo o un animal que busca refugio de la lluvia.
Saqué la foto del portarretrato y la guarde en mi bolsillo antes de dirigirme hacia aquella vieja habitación y me recosté sobre la cama.
Una lágrima se resbaló por mi mejilla, invocada, seguramente, por los recuerdos que me habían provocado las fotografías.
De la nada, el timbre de mi celular explota mi burbuja. Su intensa vibración se sentía en mi bolsillo y sabia que eso solo podía significar algo.... Era hora de irme.
- ¿Si?- contesté el celular tratando de limpiar mi mente.
-¿13?- Preguntaba Fernando con su voz tan fría como de costumbre -ven ahora mismo a la calle cinco de la avenida Chaellmy- Como fondo, se podía escuchar varios gritos y el inconfundible sonido de disparos - te necesitamos - Concluyó y se mantuvo en silencio, a la espera de mi respuesta
Me incorporé en la cama y me levanté rápidamente. Tomé la navaja, la cadena y la zippo que había dejado hace poco sobre la mesa y salí de esa casa.
-Voy para haya- Respondí.
La vida era, para mi, como una tormenta. Desde la muerte de mamá mi vida se volvió un desastre.
Siempre creí que la vida me había tratado como un monstruo y en eso me había convertido. No puedo regresar en el tiempo para evitar serlo, ni tampoco puedo revivir los hermosos momentos que pasé junto a mi familia... Por eso, esas fotografías eran todo lo que tenía.
Las noches eras siempre iguales; igual de largas, igual de ruidosas, igual de monótonas.
Esa noche en especial intentaba ser dejar mi mente en blanco. Necesitaba lograr mi objetivo y, por el largo tiempo que llevaba en esto, sabía que fallar solo podía significar la muerte.
Aparqué el auto a un par de cuadras de la calle cinco.
Ahí, un hombre que seguramente conocía tomó por el hombro y al oído me digo - La misión es bastante simple. Una persona muy importa te para el jefe, por razones desconocidas y seguramente estúpidas, se metió donde no debía. Tu misión es, obviamente, sacarla de ahí - Me entregó una fotografía y se marchó.
Miré por un par de segundos a la chica de aquella fotografía. Luego, la guarde en uno de mis bolsillos y comencé a correr; sigilosamente, evitando la furiosa lluvia de balas, timando callejuelas alternas y saltando por los tejados. Hasta llegar a aquella sucia habitación de motel.
No logro escuchar nada adentro. ¿seguro es aquí? Pensé. Pateé fuertemente la puerta y...
-¿Nada?- Me pregunté a mi mismo. Confundido y frustrado por no poder recordarlo. Pero así fue aquella noche y así fueron todas las anteriores, jamas lograba recordar lo que había pasado la noche anterior. Sin embargo eso no me quitaba aquel grado de culpa que se tatuaba en mi piel.