Me encuentro absorto mirando por mi gran ventana hacia la maravillosa vista que me regala mi piso. Sí, ya sé, paso mucho tiempo con la mirada perdida en la ciudad, pero no por nada elegí este piso. Escucho a Parry entrar en la sala, de seguro acaba de despertarse, ya que puedo sentir que camina descalzo y luego lo veo en el reflejo del ventanal detrás de mí.
—Veo que no te fue muy bien con Shawna —entona rascándose la nuca.
—Me fue muy bien, de hecho hasta cené con ella y con su madre —le comento girándome hacia él y, lo veo que solo está en bóxer y su rostro todavía no ha despejado del todo el sueño.
—Y entonces, ¿por qué tienes esa cara con la frente toda arruga y eso? —pregunta en tono de burla.
—Él está cerca, puedo sentirlo —digo y hago mi camino hacia el sofá—. Me preocupa que haya mandado a su lacayo más fiel para llevarse a Shawna. Eso no es buen presagio.
—Quizás no lo sea, pero al menos sabe que estamos aquí para luchar por ella —comenta desplomándose en el sofá frente al mío.
—Estoy preocupado y no puedes culparme. Recuerdo lo mal que salieron las cosas cuando nos hemos enfrentado a Tristán —articulo, pasando las manos por mi pelo.
—Yo también lo estoy, pero, oye, esta vez no se meterá con ella, ni con ninguno de nosotros —afirma apoyando los codos en sus rodillas—. Ahora podrías contarme cómo fue esa cena —muestra su maldita sonrisa traviesa e instintivamente se la devuelvo.
—Fue mejor de lo que podría pedir —le respondo sin poder ocultar mi tonta sonrisa—; Malía es una muy buena mujer, ama y cuida a Shawna como si fuese su propia hija. Es admirable todo lo que hace por ella.
— ¿Has hablado con Shawna? ¿Sabes si nos cree? —curiosea Parry mostrándose un poco ansioso.
—No lo sé —respondo con sinceridad—. No sé si nos cree como debería. Pero, la conocemos y sabemos que su curiosidad la va a traer de vuelta a nosotros —le aseguro y veo como su loca sonrisa aparece ampliamente.
—Podemos obligarla a venir hacia nosotros —insinúa. Muchas veces, su mente trabaja de una manera que me es difícil de seguir.
—No haremos nada que la perjudique o que la ponga en peligro —le advierto levantándome de mi sofá—. Voy a tratar de descansar. Has lo mismo y deja esos estúpidos pensamientos a un lado —le advierto, mientras hago mi camino hacia mi cuarto.
— ¡No prometo nada! —grita a mi espalda, pero lo conozco, sé que no habla en serio.
Para las siete de la mañana, ya me estoy levantando de la cama, no digo que me estoy despertando o que me he despertado, porque, de hecho, no he dormido absolutamente nada. Me la pasé toda la noche dando vueltas, mi cabeza no ha parado de pensar en Shawna y en las ganas que tengo de tenerla nuevamente junto a mí y que nada ni nadie pueda lastimarla.
Ya estoy en la cocina preparando un poco de café, mientras que Parry sigue durmiendo, puede pasar un tren de carga por la puerta de su habitación y jamás se enteraría. Cuando estoy llevando la taza a mi boca para darle el primer sorbo, suena el timbre. Eso nunca sucede, por lo que solo hay una persona que sabe donde estamos. Me apresuro a ir abrirle. Pero en cuanto abro la puerta, no es ella la que está del otro lado. Su pelo de un rubio casi blanco y sus ojos azules fantasmagóricos, son inconfundibles. En todos estos siglos, el maldito no ha cambiado nada.
—Hola, Ivor —saluda mostrando su jodida e irritable sonrisa maliciosa.
— ¿Qué haces aquí, Tristán? —escupo conteniendo las ganas de lanzarme hacia su cuello y separarle la cabeza de su maldito cuerpo.
—Esas no son formas de saludar a un viejo amigo —se jacta sin borrar esa sonrisa.
—No somos amigos —siseo—. Dime qué haces en mi casa —exijo.
—Solo quiero hablar contigo —eleva ambas manos como si estuviera blandeando una bandera blanca—. Como en los viejos tiempos —entona.
—No existen viejos tiempos entre nosotros. Habla —le ordeno sin soltar la puerta y sin hacerme a un lado para que entre a mi hogar.
— ¿No vas a dejarme pasar? —pregunta condescendientemente.
—No —me limito a responder—. Es mejor que hables antes que te borre esa estúpida sonrisa a golpes —le advierto. Tristán solo asiente con la cabeza, pero esa sonrisa no flaquea.
—Tú y tu idiota amigo han acabado con dos de mis hombres —entona sin ceremonia.
—Iban tras Shawna y sabes que vamos a protegerla y no dejaremos que te vuelvas a acercar a ella —contesto pausadamente. Tristán eleva una ceja rubia.
—Solía amarme —entona con una media sonrisa—; es más, los cuatro, solíamos ser muy buenos amigos —comenta con intención. Es verdad, solíamos ser buenos amigos.
—Eso fue antes a que jugaras a ser Dios —me jacto recordando cómo fue todo en ese tiempo.
—Todos jugamos a ser Dios. Recuerdo bien que el idiota de Parry fue el que comenzó —dice, fingiendo pensar en ese recuerdo. No es necesario que finja, sé que lo tiene bien presente. Yo lo tengo bien presente.
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Editado: 30.08.2018