Ivor

Capítulo 11-Shawna

Parte 1

— ¡Buen día!— saludo a mi madre entrando en la cocina.

—Buen día, hija— corresponde ella y me coloca una taza de café frente a mí conforme ocupo un lugar en la mesa.

—Parece que no tiene intenciones de parar, ¿verdad? —sopeso mirando el clima a través de mi ventana.

—Siempre te ha gustado la lluvia, ¿por qué hoy es diferente? —indaga ella. Madres.

—Y, con esa pregunta me haces acordar de la mía —entono y espero a que termine de tomar asiento. Ella me observa levantando una ceja, claramente incitándome a seguir— ¿Podrías llegar antes a la tienda? No sé, ¿como al mediodía? —ella solo me observa por un momento antes de responder.

— ¿Saldrás con Ivor? —curiosea.

—Si… No… Bueno, en realidad, si, pero saldremos con Iris y Parry, también —estoy segura que en estos momentos me veo como una estúpida.

—No hay problema —articula mi madre sonriendo—. Antes del mediodía estaré allí para que puedas salir —su tono fue algo así como de complicidad. Pero, no pienso acotar nada más.

—Bien —digo levantándome de mi silla, mientras tomo una tostada y la llevo a la boca—. Debo irme —hablo con la boca llena, beso en la mejilla a mi madre y me direcciono hacia la puerta.

—Ve con cuidado —manifiesta ella.

— ¡Te amo! —le grito al tiempo que salgo a la calle.

Por un momento tuve la intención de volver a entrar. Es otro día de lluvia en Vancouver. Supongo que si sigue lloviendo de esta manera, el duelo deberá suspenderse. ¿Por qué tengo la impresión que eso jamás va a pasar? Me gustaría hacer algo o, quizá tener el poder para evitar ese duelo. Pensar en que la vida de Parry corre peligro, me provoca un tremendo malestar en el pecho.

Al llegar a la tienda, lo primero que hago es correr al depósito y buscar la forma de secarme. Amo la lluvia, amo Vancouver, pero cuando no se tiene un vehículo para llegar al trabajo, bueno, literalmente te conviertes en sopa.

Luego de secarme lo mejor posible, me apresuro a acomodar todo para cuando lleguen los comensales, aunque considerando el aguacero que hay, dudo mucho que vengan muchas personas. Después me pongo con el pedido que llegó el día anterior, los cuales mi madre me pidió que dejara todo en su lugar.

El dejar todo listo, me toma casi toda la mañana. Me distraigo un poco cuando encuentro un estuche pequeño y cuadrado en unas de las cajas. Mi curiosidad me incita a abrirlo, pues, lo hago y descubro que hay un anillo dentro. Es de oro, con una rara incrustación en sus costados y con una, bastante grande, piedra color rojo oscuro. La piedra es lo que llama más mi atención. Es de un color extraño, es decir, parece rojo oscuro, pero si la miras detenidamente, es como si tuviera una fogata viva, dentro. Es extraño, con diferentes tonalidades de rojo y anaranjados, tal cual la llama de un fuego activo.

—Veo que llegó mi pedido —escucho.

Del susto, dejo caer el anillo cuando pegué el salto al escuchar al hombre, con tanta mala suerte, que fue a parar bajo el mostrador. Ambos nos agachamos para buscarlo, el chico que me asustó de su lado del mostrador y yo del mío. Él lo alcanzó antes sosteniéndolo con su dedo índice y mayor.

—Aquí está —entona mostrándomelo. Juro que vi un resplandor en ese anillo.

—Lo siento —digo estirando mi mano para tomarlo —Lo pondré en un envoltorio —le aviso.

Al colocar mis dedos sobre el anillo pude sentir una descarga eléctrica recorrer todo mi brazo, de la impresión saqué la mano con rapidez, provocando que el chico me observe como si estuviera chiflada.

—Todavía puede sentirse la energía —manifiesta el joven. Solo lo miro sin comprender—. Dime, Shawna. ¿Te acuerdas de mí? —me pregunta, desconcertándome todavía más.

— ¿Debería? —inquiero mirándolo con desconfianza.

—De hecho, sí —responde él, mostrándome una sonrisa—. He estado el otro día aquí. Soy Tristán —Ok, ¿cómo puede ser que no lo recuerde?

—Lo siento —digo soltando un suspiro—. No te recuerdo —el chico eleva una ceja interrogativa y estoy segura que me veo como una idiota —No es que sufra de pérdida de memoria o algo así. Estos días han sido un poco fuera de lo común, tengo cosas en la cabeza que no puedo hacer a un lado, todo es un lío. Mi mejor amigo está a punto…— me detengo abruptamente al darme cuenta lo que estaba a punto de decir.

Mi mente lucha contra una nebulosa, no sé por qué le estaba diciendo todo eso, era como si una fuerza exterior me obligara a decir lo que tengo guardado en el fondo y, puedo decir que si no me hubiera dado cuenta de lo que estaba haciendo y obviamente detenido, le hubiera dicho todo lo que está pasando en mi vida en este momento a éste chico.

—Puedes continuar, si quieres. Soy bueno escuchando —entona él. Abro la boca para seguir con mi diatriba tal cual él me está pidiendo, pero logro detenerme, de nuevo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.