Ixthus 2 La Amenaza

4

Intentó decirle a Gera que se apresurara a salir, pero antes de que pudiera decir nada, una lluvia de extrañas criaturas peludas y feas cayó sobre ellos. Una especialmente gorda y peluda aterrizó sobre la cabeza de Gera y lo hizo caer al fondo del pozo de nuevo, mientras tanto, Naín luchaba contra una turba enfurecida de pequeños malaks.

Sacó su espada y comenzó a tirar mandobles a diestra y siniestra. En ocasiones acertaba y en otras sólo golpeaba al aire. Era difícil concentrarse cuando dos de esas peludas bestias luchaban por ver quien se quedaría con sus ojos.

Accionó su casco para protegerse de sus afiladas garras y con ese movimiento ambas cayeron al suelo retorciéndose de dolor por el contacto con el fuego.

 Con la vista despejada, Naín pudo saber con mayor exactitud hacia donde dirigía sus golpes y el número de criaturas se redujo, aunque no lo suficiente.

Las criaturas se recuperaban más rápido de lo que él hubiera querido. Algunas se quedaban tendidas en el suelo, inertes, hasta que el daño que Naín les infligía terminaba de curarse, lo cual era bastante rápido.

Con alguna dificultad, Naín se asomó a ver a Gera, que ya no sólo luchaba contra la bestia gorda y peluda del inicio. Ahora una multitud enfurecida de criaturas era constantemente aplastada bajo las botas y la espada de Gera.

— ¡Son demasiadas!—gritó Gera.

—Tienes que salir de ahí.

— ¿Cómo?

Esa era una muy buena pregunta para la cual aún no tenía respuesta.

Se sentía casi igual que durante la prueba de lógica en el rally de los cazadores, o más bien, como en la prueba de tiro. Tenía poco tiempo y poco espacio para maniobrar y en esas condiciones debía encontrar la manera de sacar a Gera del pozo; pero al igual que en la prueba de tiro o de lógica, sabía que la respuesta estaba cerca.

Las criaturas continuaban atacándolo o haciéndolo tropezar, algunas incluso lo hacían aún partidas a la mitad; se ponían a dar vueltas sin control hasta que se recuperaban.

Poco a poco y sin que se diera cuenta, las criaturas lo fueron acorralando, empujándolo hacia la hilera de árboles que tenía a sus espaldas. No reparó en ello hasta que su pié se topó con un grueso tronco de roble. Levantó la vista. Estaba bien atrapado ahí, los árboles estaban tan pegados unos de otros que no había manera de sortearlos.

Las criaturas, saltaban por todo a su alrededor creyendo que lo habían atrapado. Algunas de las que estaban luchando en el pozo con Gera, salieron para apoyar a sus compañeras y así acabar con Naín.

Miraba impotente como una gruesa cortina de malaks se cernía sobre él; llegó un punto en el que sólo se veía una montaña de peludas bestias, pero nada de Naín.

Los malaks estaban saboreando ya su victoria y Naín habría pensado lo mismo de no ser porque justo en ese momento la respuesta que había estado buscando llegó como enviada del cielo.

Una gruesa rama del roble había sido partida recientemente durante la tormenta. Un poderoso rayo que la golpeó la había dejado muy débil, el más mínimo roce la haría caer por completo. Pero eso no era lo que había llamado toda la atención de Naín, sino el hecho de que esa rama podría ser el puente perfecto para Gera si con el golpe justo la enviaba al fondo del pozo.

Atacó con un poco más de ímpetu a las criaturas para abrirse más espacio y poder saltar para golpear la rama con su espada.

Las criaturas se defendieron, pero finalmente Naín se abrió una pequeña brecha y aprovechando ese lapsus, saltó apoyando su pié en el tronco del roble. Algunas bestias salieron despedidas hacia arriba por la fuerza que le había impreso. Su afilada espada no tuvo problema en cortar las últimas hebras de madera que unían la rama al árbol y sin ningún otro obstáculo, la rama comenzó a caer.

Un atronador “crack” resonó por todo el bosque y captó la atención de las criaturas, que observaron la rama dirigirse hacia ellas inminente. Ella arrastró a un gran número de bestias como la escoba de un barrendero y aplastó a otras más al caer al fondo del pozo.

— ¿Intentas matarme?—le reprochó Gera.

— ¡Sal de ahí ya!

Gera se apresuró a salir por el puente improvisado que Naín le había proporcionado, con algunas de las pequeñas bestias todavía pisándole los talones.

Las criaturas habían reducido considerablemente su número, pero Naín sabía que tarde o temprano las tendrían de nuevo sobre ellos. Debían encontrar la manera de eliminarlas y pronto, pero por más que las observaba no encontraba una debilidad en ellas ¿Cómo destruyes lo indestructible?




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