"Solo aquel que ha perdido un hijo, ha vivido la muerte sin haber muerto"
Izanami dio a un luz un día de primavera. Lo recuerda bien porque fue la primera vez que pudo contemplar los hermosos pétalos de cerezo caer. Tal vez fue culpa suya por no haber visto más allá de la belleza de estas flores. Habían sido tan amables de advertirle del feroz cambio que se avecinaba a su vida, sin embargo ella no fue capaz de verlo venir. Aunque muy pocos lo sabían, había un melancólico significado tras la caída de un pétalo de cerezo.
Aquella mañana la diosa trajo al mundo a dos pequeños niños, Hiruko y Awashima. Ambos poseían una belleza un tanto peculiar, una grotesca que no fue bienvenida por el padre, menos que menos por las demás deidades. Los infantes fueron tomados y arrojados a las olas del mar sin demora.
—Imperfectos —siseó disgustado Izanagi. Apuró al viento y la marea para que sus hijos deformes desaparecieran rápido de su vista.
Izanami por otro lado, provocaba temblores y huracanes con cada uno de sus sollozos. Su esposo intentó calmarla con suaves palabras, le dijo que hablaría con los demás dioses para poder entender el porqué de esta terrible injusticia hacia ellos. Le prometió bañarla de estrellas y que muy pronto volverían a tener descendencia. Solo deberían de arreglar el error cometido.
Como verán, durante el rito de matrimonio la primera en haber dado las gracias por la unión había sido la diosa y no el dios. A él le había parecido incorrecto, algo innecesario de hacer, sin saber que una simple palabra le costaría la vida a dos inocentes.
Izanagi al comprender su error, tomó a su esposa e hizo nuevamente el rito siendo esta vez él el primero en dar las gracias, pero en esta ocasión la diosa no pronunció ni una sola palabra. Solo calló y asintió cuando se requería, un comportamiento ignorado e irrelevante. No tenía importancia.
En la próxima concepción la pareja se aseguraría de rezarle a los otros dioses y orar por sus bendiciones. Mientras Izanagi observaba el cielo, la mirada de Izanami se desvió por unos segundos hacia el profundo océano. Al perder la atención de su esposo, cerró rápidamente sus ojos y pidió un deseo, uno que nada más ella sabría y guardaría por toda la eternidad.
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Editado: 11.05.2022