Izel

CAPITULO 1

“En tiempos de engaños universal,

decir la verdad se convierte en

un acto revolucionario”

-George Orwell.

Dicen que los cambios siempre son buenos, aunque en una sociedad patriarcal en la cual toda la vida ha estado bajo las órdenes de un hombre, que una mujer sea la nueva líder es considerado un pecado mortal. Nadie estaría de acuerdo con eso.

Sin embargo, en el momento en que la luz brilló sobre ella en lugar de su gemelo, todos quedaron sin habla y, a pesar de no estar de acuerdo, tuvieron que arrodillarse ante ella, mostrándole respeto.

¿Cómo fue que sucedió esto?

Días antes...

—No podemos permitir que ella lidere las tropas en la guerra contra los rebeldes, ¡es imposible! — golpeó la mesa con enojo el capitán—. No pienso seguir las órdenes de una mujer, y mucho menos de una niña que apenas pasa de los cien.

—¡¿A quién llamas niña?!— protesté, acercándome a él—. ¿Crees que no soy capaz de dar buenas órdenes? ¿O es que acaso olvidas que ya he estado en batalla?

—El hecho de que hayas estado en una guerra no significa que seas buena en ello—respondió desafiante.

—Parece que las veces que te he salvado el culo de morir no lo tomas en cuenta— suspiré, cruzando los brazos—. ¡Me debes la vida!

—Izel, calmati e siediti al tuo posto (Izel, cálmate y siéntate en tu lugar)— habló en voz baja en nuestro idioma mi gemelo, sosteniéndome del brazo e impidiendo que me acercara a Hansol—. Non farlo qui, cercalo quando siamo lontani (no lo hagas aquí, búscalo cuando estemos lejos)— una sonrisa cómplice se dibujó en sus labios.

—Chiaro (claro)— sonreí sin gracia, volviendo a sentarme.

A pesar de lo que me había dicho Alessandro, cada vez que Hansol abría la boca para denigrarme a mí y a las mujeres soldados, tenía ganas de sacar mi arma y volarle la cabeza. Sin embargo, si lo hacía, sería imposible que me convirtiera en la general del ejército una vez que mi hermano fuera coronado como rey de los vampiros.

Maldición, esta situación me está cansando.

—Si dejamos que ella se convierta en la comandante de nuestro ejército, los demás clanes se burlarán de nosotros— insistía Hansol.

—Aun así, Izel es la más capacitada para ser la general y mi mano derecha— alzó la voz Alessandro—. Estoy seguro de que demostrará por qué tiene ese puesto.

—Pero—

—Y, si aún sigues dudando de su capacidad, puedo ordenar que tengan un duelo para que, siendo tú el capitán, puedas verificar su potencial— me dio una mirada de orgullo antes de comentar: —Y déjame decirte que a veces hasta yo le tengo miedo.

—Y yo puedo confirmar eso—interfirió mi padre.

Al escuchar esto último, toda la sala se llenó de risas por parte del consejo y los soldados de élite del clan que estaban en la reunión. A pesar de que la confesión de Alessandro sonó a broma, en realidad era cierto, ya que en combate cuerpo a cuerpo era mucho más veloz que él y terminaba ganando.

Sin embargo, el prolongado transcurso de la reunión presagiaba un giro desfavorable. En tales momentos, anhelaba haber nacido con atributos masculinos en vez de femeninos. Estaba convencida de que, si hubiera sido un hombre, la aceptación para ocupar la posición de general sería automática, sin importar mi edad. Y lo sé porque Alessandro, quien es mi gemelo y el próximo líder, tiene mi misma edad; estamos a meros días de cumplir ciento veintitrés años y sea coronado como rey vampiro bajo el manto de la luna.

Es por eso que los Russo siempre fuimos agraciados por la Diosa, destinados a liderar. Esto nos coloca como la familia más poderosa entre las cinco existentes. Sin embargo, mi maldición de sed de sangre me obligaba a tener buenos lazos con la familia real y eventualmente tener que salir con el tercer príncipe Mikhail Montear, para poder consumir de él.

Puesto que su sangre ancestral llevaba consigo un rastro de magia pura capaz de calmar el fuego interno que me atormentaba. Una sangre tan roja y única que ningún otro humano poseía. Es por esta razón, entre otras, que la idea de convertirme en comandante no era del todo bien recibida.

—¿Entonces, Hansol? ¿Aceptas el duelo o no? —inquirió mi hermano, con los brazos cruzados.

—Lo acepto—se levantó y se acercó a mí—, pero si gano, no quiero volver a verte en el escuadrón ni que portes la armadura—dijo, esbozando una sonrisa—tampoco quiero que lleves la marca que nos representa—toco mi hombro.

—Lo acepto—se levantó y se acercó a mí—, pero si gano, no quiero volver a verte en el escuadrón ni que portes la armadura—dijo, esbozando una sonrisa—tampoco quiero que lleves la marca que nos representa—toco mi hombro

—¿Cómo te atreves a decirle eso a mi hija? —rugió mi padre, indignado—. Ella es una Russo, lleva con orgullo nuestra marca, es nuestro legado.

—Está bien, lo acepto—me puse de pie.

—Pero, Izel—empezó mi padre, preocupado.

—No te preocupes, padre. ¿Acaso dudas de las habilidades de tu hija? —crucé los brazos, recibiendo una sonrisa en respuesta.

—Tienes razón—suspiró—. Me preocupaba por nada.

—Entonces, ¿cuándo será el duelo? —pregunté.

—Un día antes de la coronación—anunció Alessandro.

—Perfecto—me disponía a salir—. Supongo que la reunión ha concluido.

Al dar la espalda para marcharme, alguien me detuvo, obligándome a girar.

—¿No tienes tú algo que pedir si ganas?—inquirió confundido Hansol.



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En el texto hay: fantasia, machismo, guerra

Editado: 16.10.2024

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