Campanas resonaban, trompetas siendo tocadas y personas moviéndose con prisa, completando los últimos detalles de su atuendo, indicaban que el tan esperado día había llegado al reino vampiro. A pesar de las disputas y duelos que habían ocurrido dentro del reino, la coronación del nuevo rey después de ciento veintitrés años estaba por fin a punto de suceder.
El anochecer estaba cerca y sabía que debía regresar pronto a casa; De lo contrario, mi doncella Astrid saldría a buscarme. No me entusiasmaba la idea de usar un vestido, pero al tratarse de la coronación de mi gemelo, debía hacerlo, además de que era mi nombramiento oficial como comandante del ejército.
Sin embargo, antes de regresar a casa, tenía que cumplir con mi visita al santuario como me había sugerido Alessandro. Mientras me encontraba a solo dos calles de llegar al lugar choqué con alguien sin darme cuenta de quién era. Volteé para disculparme sin prestar atención a mi interlocutor, hasta que una mano me tomó del brazo, obligándome a girar. Me di cuenta de que era Mikhail, con el ceño fruncido y visiblemente cansado. Al mirarlo, no pude evitar recordar su infidelidad.
—Izel —suspiró como si hubiera encontrado lo que tanto buscaba.
— ¿Necesitas algo? —pregunté, soltándome de su agarre—. Si no es así, no me hagas perder el tiempo. Tengo un lugar al que ir en este momento
— ¿Pasa algo? —me miró confundido, sus ojos reflejaban una mezcla de preocupación y sorpresa mientras me observaba detenidamente—. ¿Te ocurre algo? ¿Por qué me has estado evitando? —su voz sonaba herida.
En los últimos días, evadirlo se había convertido en mi única defensa ante el dolor y la traición que había descubierto. Cada encuentro se volvió un desafío, especialmente porque nuestra relación no era simplemente entre dos individuos, sino un delicado equilibrio entre dos reinos: los vampiros y los humanos. A pesar de que la familia imperial no era como los humanos normales, ellos a diferencia de los demás humanos viven mucho más tiempo, llegando incluso a los 250 años.
Además, a diferencia de las otras cinco familias, no elegían a su nuevo líder o rey mediante la luna, sino que debían esperar a la muerte del actual rey para competir entre ellos y determinar quién era el más fuerte y sensato para portar la corona. Y al ser descendientes de la diosa y ser quienes me ofrecen la sangre de su príncipe, hacen que cortar lazos se vuelva complicado.
Ya que no existen más personas fuera de la familia real que tengan la sangre que necesito para calmar mi locura, incluso mi padre quien el personalmente ha ido a buscar dentro de los seis reinos, no lo ha podido hallar.
—Te vi con la Smirnov —mi voz temblaba ligeramente al pronunciar esas palabras—. En el cuarto que le asignamos dentro de mi propio castillo. —La sensación de traición se intensificaba en mi pecho, apretando cada vez más—.
—Yo-yo... puedo explicarlo —titubeaba, tratando de encontrar las palabras adecuadas para justificar su traición.
—Creo que la explicación ya está clara. —Intenté mantener la calma, aunque por dentro sentía un torbellino de emociones contradictorias—. No se necesitan más explicaciones. Me parece que está de más decir que estoy rompiendo contigo.
—¿Te has vuelto loca? —su tono denotaba indignación, como si no pudiera aceptar la realidad que se revelaba ante él.
—No, solo estoy siendo racional. —Mis brazos se cruzaron sobre mi pecho, marcando una barrera invisible entre nosotros—. Después de presenciar lo que vi, ¿cómo podías esperar que todo siguiera igual?
—¡Pero, ¿quién diablos te dará sangre si me abandonas?! —exclamó con furia, dejando al descubierto sus sentimientos, que se escondían detrás de su actitud brusca—. Sabes perfectamente que necesitas mi sangre para mantener el equilibrio antes de que la luna alcance su plenitud, cada mes.
—Eso no debería importarte. No eres el único heredero de ese linaje en la familia real—respondí sin interés, recordándole que la sangre de la Diosa también fluía por otras venas—. Solo debo solicitar otro príncipe, y el problema quedará resuelto.
Al oír esto me agarró de los hombros con fuerza—. No se trata solo de la sangre —me interrumpió—. Solo de pensar en mi hermano poniendo sus manos sobre ti me produce repulsión y celos.
—Debiste pensarlo antes de involucrarte con la elfa en mi propio castillo, dentro de mi territorio —me liberé de su agarre bruscamente—. Si aún sigues respirando, es únicamente por el pacto entre nuestras familias.
—No puedes hacerlo, me amas —escupió con burla—. Dejemos a un lado las discusiones y continuemos como siempre, total, no es como si nos viéramos a menudo —me recordó —. ¿No sabías que este momento llegaría tarde o temprano?
—Tu cinismo me sorprende —le sonreí irónicamente—. Hace unos instantes mencionabas que no soportarías verme con otro, ¿y ahora insinúas que de todos modos me hubieras sido infiel? Agradece que debo acudir al santuario; De lo contrario—toque mi espada— tu cabeza ya habría rodado por el suelo.
—Para ustedes, los vampiros, es tan sencillo cambiar de pareja porque nos ven como simples proveedores de sangre, especialmente tú. Te limitabas a buscarme cuando requerías mi sangre y luego desaparecías en las batallas; rara vez nos veíamos...
—No digas tonterías, sabes mejor que nadie que jamás te consideré solamente mi fuente de alimento. Además, no olvides que a ti no parecía importarte en lo absoluto —suspiré cruzando los brazos—. Ya que después de que yo consumiera tu sangre tu te satisfacías con mi cuerpo. Pero tampoco me sorprende; los humanos siempre han sido así, despreciables.