Jacharí

1. El pañuelo y la boda

Se escuchaba bullicio y risas en la enorme y colorida tienda de la familia Gazcon. Dentro de ésta, todo estaba arreglado como una típica tienda gitana de campamento; antigüedades acomodadas estratégicamente junto con estampas de distintos dioses a los cuales adoraban. En el salón principal se encontraban reunidas un grupo de seis mujeres sentadas sobre almohadones acomodados en el piso, cinco de ellas tenían alrededor de cincuenta años y solo una tenía veinte.

— Una vez que pasa el tiempo te acostumbrarás.— Decía una de las mujeres, su atuendo color verde agua y blanco resplandecía sobre su asiento en el suelo. 

— Dudo que algún día me acostumbre.— Dijo Samara, la joven de veinte años.

— Te vas a tener que acostumbrar, porque pasado mañana séra tu boda. — Le dijo su madre apretando los dientes con furia.

 

Samara suspiró con cansancio, estaba hasta el gorro de esa idiotez de la boda y las tradiciones gitanas que la venían ahogando desde que se le ocurrió nacer. Desde que tenía trece, sus padres la había entregado al hijo de un mercader importante para que se casara con su única hija, y así ellos poder gozar de la jugosa dote*que les sería entregada.

Ella era un bien/servicio el cual sus padres podían comercializar vulgarmente.

 Y era tradición de su pueblo, que las más "sabias" se reúnan con la futura novia para aconsejarla en lo que será el largo proceso de adaptación a la familia de su marido.  

— Si tu marido te golpea solo baja la cabeza niña, él te estará corrigiendo. — Dijo una de las mujeres, Samara abrió los ojos con impresión. ¿Debía dejarse golpear?

— ¿Es una broma?

— Samara, mi niña. — Dijo Jovanka, una de las amigas de su madre, era la única que la trataba como si fuera una persona— Sé que será difícil, pero debes ser sumisa para que Ilay no te golpeé. 

Samara asintió con un nudo en el pecho. Todas esas mujeres pasaron por esta situación; todas ellas habían sido vendidas en nombre de su pueblo; todas eran esclavas de sus maridos; todas eran maltratadas. Todas ellas era las típicas mujeres gitanas, las que deslumbraban en las fiestas, pero dentro de sus casas eran rehén de unos escritos antiguos que tomaban como ley.

Sus padres no pudieron encontrar peor marido para ella. Ilay Novak, era un hombre de mente asquerosa y ofensiva. Tenía cinco años más que ella y un prontuario digno de Alcatraz; él había sido un ex convicto a la tierna edad de dieciséis años.

Para ese entonces, los robos eran delitos leves y él un menor de edad, por lo tanto un año de cárcel fue suficiente para pagar su condena. Pero ese año lo convirtió en el ser oscuro que era hoy.

Ilay era violento con el mundo entero, no tenía respeto por nadie sin discriminar sexo ni edad, bebía sin control y los rumores que corrían sobre él era peor que su reputación en general. Pero era el hijo de el vendedor de telas mejor pago del campamento, por lo tanto sus padres al ver al pequeño niño problema, escucharon detrás el tintineo de las monedas que pagarían por ella. 

Y como no hacerlo, si ella era "la joya del campamento". La gitana que mejor cocinaba, la que mejor bailaba, la más hermosa y la que se revelaba a todo. Y parecía ser que a Ilay eso le encantaba. Todo lo que Samara hacia para que el se apartará, le gustaba. Era como si todo su esfuerzo por caerle mal y cancelar la boda, se viniera contra ella y lo atrajera más a Samara.

Al cabo de dos horas más, (y cientos de consejos), las mujeres se levantaron de sus asientos en el suelo y se dispusieron a salir. Fatima, la madre de Samara; acompañó a todas a hasta la entrada pero Jovanka le dijo algo al oído, Fatima asintió con la cabeza y dejó a la mujer junto con su hija.

— Mi niña...—Dijo Jovanka una vez que estuvieron solas, Samara tomó sus manos y la llevó a los almohadones para sentarse nuevamente.

— No quiero casarme. —Dijo Samara en un hilo de voz.

— Lo sé.— Ella acarició los cabellos rojo fuego de Samara— Siempre haz sido como una hija para mí, incluso pensé que te casarías con Dylan.

Samara suspiró. Dylan era el hijo mayor de Jovanka, ellos dos se conocían desde niños ya que su diferencia de edad era de solo dos años. Su amistad era firme, sólida y a prueba de todo. Poco a poco, ese sentimiento de hermandad se fue transformando en algo más fuerte; Dylan y Samara sabían que ante los ojos de su pueblo, lo que hacían estaba penado.  

— Nosotros no podemos casarnos, va contra la ley. — Dijo Samara con tristeza, era contra la SU ley, dado que Dylan era el producto de una relación de Jovanka (gitana) y Pablo (payo*). 

— Lo sé, y lamento que no pueda ser así.  

Las mixturas de "razas" eran fuertemente penadas dentro de su pueblo. Cuando Jovanka quedó embarazada, tuvo simplemente que dejar a su prometido y casarse con Kavi, quien es padre de los dos hermanos más jóvenes de Dylan.

— Tengo que decirte una cosa mi niña...



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En el texto hay: feminismo, amor, trafico de mujeres

Editado: 30.07.2018

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