La casa Clover no era una mansión, ni una casa en sí. La formaban múltiples viviendas que recorrían toda la manzana. Todas idénticas. Hechas de ladrillo, techo de teja, ventanas cuadradas a excepción de las de los áticos que eran circulares. Series de pasillos conectaban unas con otras, aunque también estaban separadas por paredes y puertas para respetar la intimidad. En cada una vivían uno o más miembros de la familia Clover. Más allá de una peculiar edificación, en su superficie no escondía ningún misterio.
En el subsuelo se hallaba la base de operaciones de la familia. Ocupando -al igual que la parte de arriba- toda la manzana. Antes y durante la Gran Guerra, ese complejo tenía múltiples funciones. Desde probar armamento, delegar misiones, hasta muy bien equipadas salas de entrenamiento. Servían para preparar a los miembros en diferentes disciplinas: combate cuerpo a cuerpo, tiro con armas de fuego, arco y flecha, desarme de armas blancas, y además tenían una sala especial -la más grande de todas- para el entrenamiento del Black Rose.
La base era algo de otro mundo. Pero no más. Desde hacía tres años que todo se había ido desmoronando.
El padre de Jack fue el último líder de la familia. Un liderazgo que pasó de generación en generación, por cientos de años. De hecho, no se sabía con exactitud la antigüedad de la familia. Sin embargo, en agosto de 1924 se lo dio como desaparecido en acción.
Sin líder, la familia se cayó a pedazos.
Si bien Ace asumió sin demoras el liderazgo de la familia, la mitad de esta no confiaba en él. De hecho, ni siquiera el padre de Jack lo hacía en su totalidad. Siempre le ocultaba cosas o no le revelaba todos los detalles de un encargo.
Muchos miembros se fueron, otros murieron en circunstancias desafortunadas y los que quedaban, o eran leales a él y a la familia, o seguían su propio código de honor. Manteniéndose fieles, pero cuestionando muchas de sus decisiones. Ese era el caso de Anastasia.
No podían negar que los unía una estrecha amistad. Ace fue el primer miembro que el padre de Jack reclutó. Por lo tanto, la conocía desde que piso la casa Clover por primera vez. A pesar de la diferencia de edad y experiencia, ella y él formaron un fuerte lazo.
Ciertas cosas acerca de Ace aún resultaban desconocidas para Anastasia. Una de ellas, era su verdadero nombre. Tampoco sabía acerca de sus orígenes. Sospechaba que solo el antiguo líder conocía los aspectos de la vida de todos.
La muchacha no discutía acerca de lo mucho que lo quería y respetaba. Así como él a ella. Sin embargo... Tres horas antes de partir a la búsqueda de Jack, Anastasia, conteniendo la rabia que ardía en su interior, manifestó:
—Eres un imbécil. ¿Crees que por qué sea su hijo, está destinado a ser el líder?
—Es el próximo en la línea de sucesión. Él siempre dijo que algún día llevaría a la familia a la cima. Confiaba en eso y por eso lo mantuvo con vida —respondió, con voz amable, pero dejando en claro quién daba las órdenes.
—Ace... —dijo con la voz quebrada—. Quiero pensar que tienes razón. Pero cada vez somos menos. No estamos sobreviviendo, nos han traicionado y hemos perdido el favor de muchos. Estamos perdiendo la guerra.
—¡Lo sé, mierda! Lo sé, y es por eso que debemos levantarnos. Tal vez no sea la mejor solución, pero es la única que nos queda ahora —admitió—. Ve por él, muchacha, y hagámoslo digno de llevar el apellido Clover.
Asintió y se marchó concluyendo la discusión, a pesar de estar segura sobre la gran equivocación que cometían.
—Ojalá no me equivoque con este muchacho —musitó Ace por lo bajo, mientras Anastasia se alejaba y él contemplaba una vitrina que encerraba dos armas en su interior.
♣
Faltando unos minutos para las nueve, aparcó su automóvil frente al lugar llamado: Librería Índice.
«Un nombre ridículo», se dijo.
Cuando bajó aún se sentía furiosa por la discusión y seguía pensando lo estúpida que era la idea de que un simple vendedor de libros pudiera resultar de ayuda. Lo que sí debía alabarle era la facilidad con la que dio con la localización de Jack. Por eso mismo también se preocupó. Significaba que si ellos pudieron encontrarlo tan rápido con los pocos recursos que tenían, para King sería el doble de fácil darle caza.
«Veamos qué clase de cerebrito me espera», se dijo dejando escapar un suspiro de frustración. Caminó hacia puerta y en cuanto vio al hombre, parado detrás del cristal, se le cortó la respiración.
Pensaba que se encontraría con un tipo escuálido, de lentes gruesos y lleno de pecas. Un ratón de librería que apenas conocía la luz del sol. Sin embargo, detrás de la puerta había un hombre con una barba recortada, pelo corto, lacio y rubio y una camisa celeste que hacía juego con sus ojos azules. Como el cielo en un día despejado.
La camisa la llevaba pegada al pecho, dejando a la vista un cuerpo trabajado a base de continuos ejercicios. Marcados pectorales, anchos bíceps y unos hombros rectos y erguidos.
Por un breve instante se imaginó perdiendo los estribos por completo y lanzándose entre los brazos de ese hombre. Besarlo y hacerlo suyo. Olvidando la misión, la razón por la que estaba en esa librería y todos sus problemas.
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Editado: 08.01.2021