Jack nunca pensó que extrañaría la compañía de Anastasia hasta que escapó con el hediondo olor a whisky de Rudy, el cuidador.
Cuando Ace le contaba la historia de Crystal y Evelyn, en el campo de entrenamiento que tenía la base subterránea de la casa Clover, Pip comunicó que alguien, al que llamó King, se acercaba a la base. Ace y Anastasia quedaron pálidos al escucharlo, lo que asustó aún más a Jack. Si personas tan fuertes y peligrosas podían sentir esa clase de temor, ¿qué quedaba para él, el cobarde? Lo más valiente que hizo en su vida fue... Nada. Nunca actuaba, aunque los conflictos pasaran frente a sus ojos.
No fue difícil saber quién era King: el hombre que quería verlo muerto. Igual que hizo con su padre (si es que lo había matado). La única buena noticia que dio Ace fue que antes de asesinarlo pasaría por unas series de violentas torturas. ¡Qué suerte la suya!
Mientras corrían a la armería y planeaban una estrategia de escape, terminaron de ponerlo al día.
Por lo que pudieron contarle, el enemigo perteneció a la familia Clover. Era uno de los miembros más importantes y lo llamaban Ten. Su verdadero nombre era Jonathan Brown, pero le explicaron que, algunos, al entrar en la familia, cambiaban su identidad ante los otros. Supuso que sucedía eso mismo con ellos.
«Luego se los preguntaré —pensó—. Si sobrevivo».
Tragó saliva.
Dentro de la familia, King comenzó a sembrar la semilla del odio alegando que el padre de Jack no era digno de ser líder. Decía ser más fuerte que él. Convenció a muchos para que lo siguieran y atacó. Su padre ganó esa batalla, expulsaron a Jonathan de la familia y construyeron una nueva base, donde él no pudiera encontrarla jamás.
Con el tiempo, ganó poder, aliados y, mientras tanto, el padre de Jack los perdía. Al final lo secuestró o lo mató, quién sabe. Se hizo llamar King y se propuso controlar la ciudad. Ace y los demás eran los únicos intentando detenerlo. Aunque cada vez sus esfuerzos resultaban más y más ineficientes.
—Cada vez se vuelve más difícil, Jack. Y si él está aquí, ya perdimos nuestra base. Hoy podría ser el fin de nuestra lucha —admitió Ace, sintiéndose abatido.
—¡No! —exclamó Anastasia, decidida—. Después de todo por lo que hemos pasado. Después de todas las pérdidas y sacrificios. No vamos a rendirnos tan fácil. —Lo dijo con tal convicción que hasta Jack sintió ganas de luchar, aunque lo llevara a la muerte. Sabía que no lo haría. Lo más normal en él sería esconderse en el primer lugar que encontrara.
—Entonces, necesitamos un plan. ¡Ya! —demandó Ace.
Cuando llegaron a la armería, Jack quedó de boca abierta. Pudieron perder muchas cosas: personal, recursos, alimentos; pero armas no era una de ellas. En esa habitación de cuatro paredes, cada una estaba ocupada por todas las armas que cupieran. Ametralladoras, escopetas, fusiles y pistolas. Había también morteros en el suelo, algunos cascos en las mesas, espadas en la puerta, botellas molotov y granadas dentro de unas cajas. Parecían las armas para un ejército y, bueno..., lo eran.
Ace colocó dos pistolas en su cinturón y puso una de las ametralladoras en sus manos. Anastasia se preparó un poco mejor. Tomó una escopeta y una ametralladora, que puso en su espalda con una funda en forma de X. De las cajas, dos molotov y cuatro granadas que acomodó a su cintura, en una especie de morral, de manera que pudiera sacarlas con facilidad. Las molotov ya tenían las mechas preparadas, solo hacía falta fuego para darles vida. En cada mano llevaba una pistola. Cuando terminaron, lo miraron con curiosidad, como esperando algo de él.
—Entiendo el problema —reconoció Jack—, pero nunca utilicé un arma antes y tampoco sé si quiero hacerlo.
—Eso no es opción. Toma esta. —Ace le mostró un arma y le dio una rápida lección—. Es una Beretta M11915, origen italiano, capacidad de siete balas y se usa así. —Disparó, justo a su lado. La bala le zumbó la oreja y quedó sordo durante unos segundos—. Vas a tener que acostumbrarte al ruido, chico, si quieres sobrevivir.
—Gracias —dijo, frotándose la oreja.
—Aquí tienes tres cargadores, no los desperdicies. Y recuerda que ahora te quedan seis —comentó haciendo mención a las balas.
—Como sea —contestó, intentando estar tranquilo y tratar de no parecer muerto de miedo. Las piernas le temblaban—. Por cierto, si tienen habilidades extraordinarias ¿Por qué utilizar armas convencionales? —preguntó.
—Recuerda las maldiciones, tratamos de no abusar del poder. Puede hacernos terminar mal —explicó Ace—. Y ahora no perdamos más tiempo.
Dicho eso, salieron de la armería. Ace llevaba el liderazgo, seguido por Anastasia y Jack iba de último. En lo único que pensaba en ese momento, era en sobrevivir a la batalla que se avecinaba. Sin embargo…
No es que Jack quisiera luchar, solo esperaba algo más.
Pensaba que aparecerían matones por todas partes y habría alguien esperando para emboscarlos. No fue así. La base se encontraba por completo vacía. Llegó a pensar que todo había sido una falsa alarma, estuvo a punto de guardar el arma y sugerir que regresaran.
Todo cambió cuando subieron al piso principal.
Rudy se hallaba reteniendo a los invasores. Había dado vuelta la mesa del comedor y la acercó a los sillones de la sala de estar, creando una barricada para ponerse a cubierto. Los demás se agacharon junto a él y cada tanto se asomaban, disparaban y se volvían a ponerse a cubierto. Todos menos Jack, siempre demostrando su valentía. Lo máximo que hacía era mirar cuando creía que los atacantes habían caído, pero al notar que solo paraban para recargar, volvía a su escondite.
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Editado: 08.01.2021