Jack Clover - Escalera Real I

XIII - Jack

¿No estaba bien? Jack pensaba que sí. Se sentía de maravilla. Anastasia le decía todo lo contrario, que no lo estaba, que le habían hecho daño. Él no se notaba herido o lastimado, entonces...

«¿Por qué lo diría?».

Ella lloraba frente a él y lo tomaba de las manos. Hablaba de algo que no comprendía muy bien, algún tipo de engaño, pero sabía que su padre jamás lo traicionaría.

Lo miró y su sonrisa se esfumó. El rostro de su padre comenzó a distorsionarse, mostrando un humo que cambiaba de forma hasta volverse algo sólido: la cara de un hombre moreno.

Enseguida el humo volvió y la cara de su padre apareció nuevamente. Jack comenzó a reírse, como si le hubieran contado el chiste más gracioso de su vida. Sintió retorcijones en el estómago de tanto reír.

¿Por qué lo hacía? No lo entendía muy bien. No había escuchado ninguna broma y lo que había a su alrededor no se parecía en nada a una escena cómica.

Había cadáveres vestidos con elegantes trajes, esparcidos por todo el lugar; sus sombreros arrugados y estropeados decoraban el piso sangriento del club; un hombre enorme con un mazo aún más grande, en sus manos; cerca de este había otro, pasando los dos metros de altura, con guantes de metal; una hermosa mujer lloraba, con una expresión de puro dolor; otro hombre se hallaba tirado en el suelo, no muerto, pero si inconsciente, con algunos vidrios incrustados en su piel; y su padre se veía sereno ante la situación y exhibiendo una sonrisa de satisfacción. Era una escena trágica, en una habitación congelada por un temor desconocido.

Sin embargo, Jack no notaba tragedia en esa habitación. Solo un ambiente perfecto para la comedia. Dentro de él sabía que algo veía mal y que no pensaba claramente, pero cuando esos pensamientos intentaban aflorar, eran sepultados por la risa. Por su risa.

—Jack, hijo, ¿qué te sucede? —preguntó su padre, aunque parecía saberlo muy bien.

—No lo sé. Anastasia dice que estoy mal —comentó Jack. Se llevó una mano a la frente, cerró los ojos y apretó los dientes—. Me duele mucho la cabeza.

—Tranquilo, Jack, es como te dije antes, quieren separarte de mí. Recuerdas lo que conversamos, ¿verdad? —Hablaba de manera suave y dulce, como cualquier padre que intenta convencer a su hijo que los monstruos debajo de la cama no existen.

—Sí... —respondió inseguro.

Sintió un dolor punzante en la cabeza cuando trató de recordar, se mareaba pero siguió esforzándose hasta conseguirlo.

Su padre lo había sacado de la mazmorra donde lo mantenían prisionero. Él dijo que habían sido uno de sus enemigos quien lo tomó como rehén, y así pretendía demandar exigencias. Jack le agradeció por sacarlo de ahí, pero le insistió en que le dijera por qué lo había abandonado durante tantos años.

«¿De qué estás hablando, hijo?», le preguntó en ese momento.

Le contó todo lo sucedido desde que Anastasia llegó a la Librería Índice, sobre lo dicho acerca del Black Rose, la familia Clover y el secuestro, o su posible asesinato. Lo negó todo. Le dijo que lo habían engañado, utilizándolo para llegar hasta él. Querían verlo caer y no importaba cuanta gente saliera lastimada en el proceso.

«Nunca te abandoné, mi niño. Estuve contigo desde el día en que naciste», le dijo.

Jack le creyó, por algún motivo, cada palabra que decía la sentía verdadera. Pero... ¿Por qué no tenía ningún recuerdo sobre sus tiempos juntos?

Cuando se concentraba en el pasado, en todos los momentos vividos, no aparecía ninguno. Se veía solo o junto a dos ancianos. Le preparaban la cena, lo arropaban, lo regañaban por haber desobedecido en algo. Trataba de pensar en su padre y se volvía todo borroso. Aparecía ese humo extraño a su alrededor y frente a sus ojos. Cuando creía estar descubriendo algo importante empezaba a reír sin parar y todo parecía solo un buen chiste.

—¿Ves? Te lo dije, todo va a estar bien, Jack... Ahora ven aquí conmigo —lo alentó con los brazos abiertos.

Caminó hacia él, pero Anastasia lo detuvo tomándolo del brazo.

—No, Jack. No lo escuches, te está engañando. Él es el malo, él es King.

«King».

Ese nombre le sonaba de algún lado. ¿Quién era? ¿Por qué no podía recordar? Mierda... había algo muy extraño pasando en su cabeza y no sabía qué era.

 Apartó a Anastasia con un empujón, y, sin notar la fuerza aplicada, la arrojó contra una de las mesas del club. Esta no se hizo daño, pero ella se lastimó ocasionándose una pequeña herida en el labio superior.

—Lo siento..., yo... —quiso disculparse, su padre lo atajó.

—Tranquilo, Jack —dijo rodeándolo con el brazo—. Frank, encárgate de ella. La fiesta ha terminado.

Sentir el brazo de su padre le provocaba tranquilidad. Lo miró con una sonrisa de agradecimiento, pero en su rostro volvió a aparecer ese humo extraño. Su cara se convirtió en la de un hombre moreno, luego de nuevo en su padre y de nuevo en la cara morena y luego... Luego se transformó en un espeluznante monstruo.

Una cara roja, con ojos de gato amarrillos, pequeños cuernos saliendo encima de sus cejas, enormes dientes con dos colmillos más grandes aún y muy afilados, un pelo corto y azul y unas orejas de duende.




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