Jack Clover - Escalera Real I

Segunda parte: El Rey de Twist City

XIX - Back in black

 

Luchar con una enorme bestia, sin ningún tipo de entrenamiento, no le daba ninguna gracia. Él creía haber estado luchando con ella durante días y les habló a las hermanas de su preocupación.

—No te preocupes, Jack. En este lugar no podrás morir, no te cansas y el tiempo corre de manera diferente al mundo de los vivos. Lo más probable es que ni siquiera haya pasado un solo minuto —le había explicado Crystal.

Aunque esas parecían ser buenas noticias, no se sintió entusiasmado al respecto. Era verdad que podía luchar sin ninguna restricción hasta que pudiera vencer a la bestia, pero ella tenía los mismos beneficios. No se cansaba y él intuía que estaba volviéndose más y más astuta con cada pelea que libraban. Cada vez que Jack pensaba una nueva estrategia para vencerla, ella se había preparado para contrarrestarla.

—No es la táctica que uses, Jack. No hay una estrategia para derrotarla. Solo debes de ser más fuerte —le explicó Evelyn.

—Es muy fácil decirlo, pero no lo soy —reconoció con desagrado, mientras esquivaba un zarpazo del felino. Trató de morderlo, pero rodó justo a tiempo para evitar sus dientes. No fue demasiado rápido para ver su cola que lo golpeaba justo en el medio de su espalda y lo hizo estrellarse contra la pared—. ¡Uf! —se quejó.

—Puedes serlo. Úsanos y lo serás —le dijo Crystal.

Las hermanas habían desaparecido de su vista. Solo escuchaba sus voces. No sabía de dónde procedían, aunque las percibía dentro de su cabeza como si pertenecieran a su propia conciencia.

—¿Cómo puedo hacer eso? —preguntó.

La bestia le dio la espalda a Jack, este vio una oportunidad y saltó sobre su lomo. Enseguida supo que fue una mala idea. Los huesos, que eran como picos en su espalda, se alargaron como largas cuchillas y atravesaron su cuerpo. Quedó adherido a la espalda del felino y, como si fuera no más que una molesta pelusa, la bestia se lo quitó de encima con una de sus patas. Cayó en el suelo con las manos y brazos estirados al costado del cuerpo, y los ojos abiertos; blancos y carentes de vida. Al menos por unos segundos. Las heridas se cerraron y se levantó como si nada le hubiera pasado.

La bestia lo embistió y le quebró el cuello.

—Lo único que haces es morir y morir, una y otra vez, idiota —rezongó Evelyn a Jack.

—No puedo morir aquí, ¿recuerdas? —dijo sarcástico.

—Sabes de lo que hablo.

—Sí. Sería mucho más sencillo si me dieran una ayuda sin acertijos —masculló.

—No te estamos dando acertijos, Jack. Nosotras, nuestro poder, está dentro de ti. Solo tienes que liberarlo —le explicó Crystal, con la misma amabilidad que parecía ser propia de ella.

—¿Cómo?

—No lo sé, debes encontrar la forma —le respondió.

—Gran ayuda, gracias —bufó.

La bestia le cortó el rostro sacándole un ojo e hiriendo el otro. Quedó ciego por unos minutos. Cuando recuperó la vista volvió atacar. El felino lo derribó. Se recuperó y volvió atacar. Lo derribó de nuevo. Una y otra vez siguieron la misma rutina, Jack atacaba, la bestia lo detenía matándolo. Debía encontrar alguna manera de utilizar el poder de las hermanas. Trató de concentrarse, cerró los ojos y se centró en su interior como ellas habían aconsejado; en esa energía, en ese poder que residía dentro de él.

Lo que recibió fue otra embestida del felino. Le quebró un par de costillas.

—Jack...

—¡CALLENSE! —gritó enojado—. Sé lo que tengo que hacer. Solo que no sé cómo —admitió, escupiendo un diente roto. Este volvió a crecer a los segundos.

Jack corrió alrededor de la bestia. Era inútil atacarla si no podía vencerla, pero no podía correr toda la eternidad, no de nuevo. Hacer eso no lo mantuvo con vida, huir fue lo que lo llevó a una dolorosa muerte en primer lugar. No podía seguir corriendo, tenía que luchar y enfrentarse a la enorme criatura, a sus miedos, a King. Y ahí, en el túnel, no lo haría

Decidido a convertirse en un hombre diferente, pensando en poner el bienestar de los demás por encima de su bienestar… Algo ocurrió.

El sombrero que tenía dibujado una J en su centro, el mismo que había sacado de la librería cuando se fue con Anastasia y después perdió cuando King tomó la casa Clover, apareció en su cabeza de una forma inexplicable. Para Jack, no tenía ningún sentido que ese inútil sombrero apareciera ahí. ¿Para qué le serviría? ¿Le daría lecciones de moda a la bestia? Pero para las gemelas sí parecía significar algo.

Durante todo el combate entre Jack y el felino, Crystal y Evelyn no paraban de criticarlo y darle consejos, sin embargo, al aparecer el sombrero encima de su cabeza callaron de repente y cuando hablaron, lo hicieron de manera pausada y entrecortada.

—Ese sombrero...es...

—No puedo creerlo...

No dijeron nada más. Las hermanas por fin permanecieron en silencio, pues lo que habían estado esperando por fin había llegado.

Jack obtuvo el poder de Evelyn y Crystal.

Después de ver que las habilidades de Ace y Anastasia eran crear explosiones con una escopeta y múltiples copias de una daga, no le sorprendió que en cada una de sus manos tuviera un revólver, cuya y aparentemente única habilidad era poseer munición interminable. Disparaba diez, cien, mil balas y nunca necesitaba recargar las armas. Sin embargo, mientras más usaba los revólveres se daba cuenta que escondían más misterios de los que él había imaginado.

Después de varios disparos consecutivos advirtió que las balas no eran normales. De los dos cañones que tenía cada revólver, salían unas esferas de color verde. Percibió algo más al ver las heridas que le causaban esas balas a la bestia: no se cerraban con normalidad. Del cuerpo del felino caía un líquido negro, Jack supuso que se trataba de su sangre, y mientras más perdía de ese líquido oscuro, más lenta se volvía. Los revólveres lograban debilitar a la bestia. La mataban.




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