El divorcio.

Alfonso y Dulce María divorciados 2001.

Martes 10 de Abril.

Y así pasaron otros 3 años y en algún mes del año 2001, en el que la irreverente pareja terminó por divorciarse, por solicitud de ella, ya que su egoísmo le provocaba el disgusto de estar casados por régimen mancomunado, divorcio que él no tuvo el menor inconveniente en firmar, cediéndole todos los bienes, y se fue, bueno, ya se había ido, varias veces, pero siempre regresaba para ver a sus hijos,  cayendo varias veces en las artes de seducción de Dulce María, que seguía siendo una mujer muy hermosa, y más aún para él, que seguía enamorado de sus ojos demoníacos, y sus hijos crecieron entre las constantes separaciones y pleitos de sus padres, hasta que se divorciaron.

  —Oye cosita; ¿No quieres que nos tomemos unas cervezas?

Le dice Dulce María, apenas en el umbral de aquel juzgado de lo familiar, a donde acababan de firmar el divorcio.

  —Tan irreverente y revolucionaria como siempre. —le dice Alfonso. —¿Qué parte de nos acabamos de divorciar no entendiste? Tú y yo ya no podemos, ni debemos hacer nada juntos, capaz y me acusas de abuso sexual o violación.

  —Pero podemos ser amigos, y si me convences, hasta cariñosos. —le dice Dulce María, coqueta y prometedora.

  —No gracias cosita hermosa, pero ya solo nos incumbe la educación de nuestros hijos; ¿Ves esa calle?

  —Si; ¿Por qué?

  —¿Y esa otra?

  —¿Y qué con esas calles? —pregunta Dulce María.

  —Pues hacia la derecha encuentras la calle del olvido, y a la izquierda la de la amargura, y las dos te llevan a la avenida melancolía, por cualquiera de las 2 te puedes ir.

Le dice Alfonso mientras se subía a su moto, para arrancar y dejarla parada y hablando sola a media calle, atreviéndose por fin a hacerle el desplante que debió haberle hecho la noche en que la conoció, en aquel canta bar ”La Rana Rosa”.

Dulce María corrió un poco para tratar de detenerlo, pero terminó mirándolo alejarse con angustia y odio, cómo aquella fiera a la que se le había escapado la presa.