Capítulo 24.
Alfonso y Dulce María jóvenes y solteros 1987, parte 4.
Sábado 13 de noviembre.
Realidad original.
Navegante de tu piel mojada.
Alfonso se subió al taxi, y habiéndole pedido al taxista que lo llevara a la discoteca “La quinta dimensión” ya casi cuando iban llegando se arrepintió y cambió su destino a la central de autobuses, y compró un boleto para irse al puerto de Veracruz, y se fue, con tan solo lo que traía puesto, y con el dinero que traía en su cartera, lo que le pareció suficiente como para estar un par de días, donde ya tenía un cierto círculo de amigos, porque acostumbraba quedarse unos días cuando regresaba de su trabajo en las plataformas marinas, aunque sí le avisaba a su mamá cada vez que se iba a quedar, esta vez no le aviso que se iba a ir, y llegó cuando estaba amaneciendo, tomó un taxi para hospedarse en su hotel de costumbre, el “Royalty” situado en el bowlevard Manuel Ávila Camacho, en pleno malecón costero.
Y aunque el estado alcoholizado que traía cuando abordó el autobús, lo ayudó a dormir durante todo el viaje, apenas entrando al hotel, un terrible dolor de cabeza, tal vez provocado por los humos del cigarro y del alcohol, lo hizo tumbarse sobre la cama, y se quedó dormido.
Al mismo tiempo en Poza Rica, Dulce María entró a su casa directamente a su cuarto, a hurtadillas para que su mamá o su papá no se dieran cuenta que llegaba a esa hora, y tratándose de olvidar de aquél muchacho que apenas acababa de conocer, se arregló para dormir y se acostó mirando al techo, se acomodó en sus almohadas y ahí fue cuando le llegó el recuerdo.
***
Tal vez pensabas
O tal vez buscabas…
La compresión en tus almohadas.
***
Yo entraba sutilmente por tu ventana
Y mientras te relajabas
Tu cabello acariciaba.
***
En lo que mentalmente repasaba aquel poema que le acababa de recitar un chico desconocido, miró hacia la ventana abierta y se estremeció al sentir un sutil vientecillo en sus mejillas, al grado de que incrédula, se las tocó, como si ese viento fuera mágico.
***
Desplegaste tus hermosos lienzos
Y cuando me miraste
A punto de naufragar
Abriste tus aguas
Y me dejaste entrar
Y juntos encontramos asi
La calma
Después de la tempestad.
***
Al recordar aquellas eróticas rimas, apretó una almohada entre sus piernas, ella era virgen, aunque fuera aguerrida y toda una discípula de la D’alessio, después de todo tan solo era una linda chica en la flor de la vida.
No supo a qué hora encontró la comprensión en sus almohadas, sin saber si era angustia o miedo lo que estrujaba su corazón, y se quedó dormida, pensando en aquél navegante de su piel mojada, aquel sábado 13 de noviembre de 1987, un día después de su cumpleaños.
#14367 en Novela romántica
#7073 en Fantasía
#1563 en Magia
romance adolescente y adulto, romance acción magia, romance aventura amor juvenil
Editado: 25.09.2023