Jamie Truman: Historia de un asesino

Capítulo 11: El hilo rojo

15/02/1999. Sesión 9:
 


Ese día lunes, Jamie ingresó al consultorio de Alex sonriente una vez más. De hecho, la razón de su alegría lo hizo tardar un poco más de lo habitual para ponerse cómodo. Jerry, tomando su mano izquierda y Alex, sostenido por la derecha contra el pecho del muchacho, eran ‘la razón’.

—Perdone que los traje conmigo, pero no podía dejarlos solos. Betty no está, hoy se tomó el día libre —explicó Jamie entre sus malabares.

Alex no respondió. Solo lo observó sentando a Jerry en el diván y esperó cuando Jamie acomodó el cuello en el mameluco de su compañero y hasta le alistó los hombros, eliminando arrugas.

»Él sabe que me gusta que siempre esté presentable. Solo tomará un segundo —dijo cuando proseguía en su tarea, eliminando incluso una que otra pelusa— Bien, estás perfecto. ¡Como deber ser! —Le avisó al hombre ausente.

Alex entrelazó los dedos de sus manos juntas y se mantuvo en silencio, con sus dedos índices unidos y estirados sobre la unión de los orificios de su nariz, justo encima de su boca. No pudo evitar pensar en el significado de lo que veía. Fue entonces que lo comprendió. Cross tenía razón, pero más allá de lo que él le había dicho, el cariño con el que Jamie trataba a su compañero, era en realidad alguna clase de amor. Uno que se presumía genuino y que tal vez, era la prueba irrefutable de proyección emocional.

»Bueno, ahora que todo está en orden, haré las presentaciones pertinentes —avisó y luego, señalando con su mano libre a cada uno por turno, prosiguió sonriente—: Alex, él es Jerry, mi compañero. Jerry, él es Alex, mi psiquiatra.

—Un placer conocerte, Jerry —comentó Alex extendiendo su mano hacia él.

Jamie miró a Jerry fingiendo molestia en su expresión y volvió su mirada a Alex para decirle: —Le pido disculpas en nombre de Jerry, doctor. ¿Sabe? Él es un poco tímido. Le cuesta socializar. Usted entiende, los opuestos se atraen.

Ambos compartieron la risa entonces. El muchacho tenía una forma particular de tomar las cosas con humor y en cuanto a Alex, se podría decir que solo le seguía el juego. Eso era algo con lo que ambos parecían estar a gusto.

—Jamie, hoy te veo particularmente feliz. Resulta obvio que Jerry te hace mucho bien.

—La verdad es que sí. Yo no tengo el problema del que todas las mujeres se quejan. Podría decir que mi pareja es muy bueno escuchando. Claro, solo en el caso de que lo fuésemos.

—¿Por qué dices: “El problema del que todas las mujeres se quejan”, hubieras querido ser una? ¿Así te percibes a ti mismo?

—¡No! Nada más alejado de la realidad, me gusta ser hombre. Dígame, Alex, ¿alguna vez escuchó a un hombre quejarse de que su mujer no lo escucha? —Smith sonrió. Había entendido.

—Claro, es una queja típica de mujer.

—Y sí, pero bueno, supongo que tienen razón. La mayoría de hombres son unos cerdos después de conseguir su objetivo. Eso sí lo sé más que bien por experiencia propia.

—¿Quisieras hablar de eso? Tal vez contarme tu razón de —Alex se concentró en el cambio que estaban sufriendo las ideas dentro de su cabeza. No quería sonar violento ni precipitado al preguntar—, no sé cómo decirlo —concluyó con plena honestidad.

—Quiere saber por qué los maté, ¿cierto?

—Tu expediente dice que fue por aburrimiento.

—No debería confiar tanto como para tomar eso de guía. Mi expediente está repleto de basura. Le dije que sus colegas eran unos fracasados y como tal les dí una historia a la altura. Quizás, dos tercios de sus notas sean mentiras, un guión que creé para satisfacer su curiosidad. Para darles la falsa impresión de estar descubriendo algo.

—¿Y cómo sé que no haces lo mismo conmigo?

—Dígame, Alex, ¿qué sabe de: ‘El hilo rojo’?

—¿El hilo rojo?

Jamie suspiró, pensativo.

«¿Cómo le explicaré a un hombre de ciencia que, el destino en el cual yo no creo, nos unió?», se preguntó.

—El hilo rojo del destino es una creencia de Asia oriental. Mitología china y japonesa. Según la creencia, los dioses atan un cordón rojo alrededor del tobillo de los que han de conocerse en vida y tener un vínculo de ayuda mutua. La cultura japonesa dice que va alrededor del dedo meñique, pero en fin, dónde sea que vaya el nudo es irrelevante. Lo importante es que está ahí, ¿verdad? —Alex asintió—. Dice la leyenda china que la deidad a cargo del hilo rojo es ‘Yuè Xia Lâo’, la antigua diosa casamentera y se cree que las dos personas unidas por el hilo están destinadas a encontrarse y hasta llegar a ser amantes sin importar hora, lugar o las circunstancias en que llegan al mismo punto del planeta. —Jamie sonrió—. No se preocupe, no estoy diciendo que nosotros seremos amantes ni nada siquiera similar. Nada más errado. La verdad es que ya juzgué que usted es heterosexual, lo cual me tranquiliza. Eso me alcanza para saber que no habrá problemas cuando llegue la hora de hacerle mi demostración.

—¿Cuál demostración? —Alex lo interrumpió, atento a lo dispuesto que estaba Jamie a comenzar a divagar.

—Le responderé con una pregunta, Alex. ¿Sabe usted qué significa que yo sea el centro de atención? —Jamie se detuvo a esperar una respuesta, pero Smith, a quien miraba con expectativa, no dio tal cosa—. Significa que usted cree que dedicó más de una década de su vida a estudiar medicina y psiquiatría para estar a cargo, pero la realidad es que lo hizo para llegar a este momento, para seguir mis órdenes. ¿Qué tan ridícula e inaceptable le resulta esa verdad? ¿Acaso, lo entiende? ¿Se da cuenta que eso no habilita ninguna clase de soberbia en mí, sino que es una realidad? Yo tengo el control. Puede verlo tomando en cuenta que puedo elegir. Si quisiera le haría lo mismo que a sus colegas. Aún estoy a tiempo de manipular mi historia. Puedo contarle una ficción y usted, cegado en la persecución de una única verdad, tan ajeno al retrato completo, nunca lo sabría. Por eso es tan importante que sea tan paciente como necesito que lo sea. No queremos arruinar la buena relación que hemos construido, ¿verdad? Es más, le diré algo, cuando dije que usted no era mi padre, el hermano que nunca tuve ni mi amigo, lo dije porque no estaba totalmente convencido. Ahora sé que llegó el momento y quisiera pedirle que me permita borrar una línea. Solo una línea y nada más.



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En el texto hay: asesinos

Editado: 29.11.2020

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