Jane parte 2. La comunión mental

Epílogo

Rick sentía un fuerte sentimiento de injusticia. Él no había pedido que aquello fuera así. Encima de que tenía que soportar asistir a aquel evento después de haberse negado tan en redondo…

—Es terriblemente injusto —dijo, cuando todo se hubo normalizado y Alan y Arceus iban hacia ellos, más contentos que en toda su vida.

—¿El qué, papá? —preguntó Jane.

—El cura no me ha hecho ni caso a lo que le pedí —se quejó Rick.

Chelesi se llevó una mano a la boca para no reírse, pues los novios los estaban mirando alternativamente sin comprender. Jane puso los ojos en blanco y resopló.

—Has sido tú —la acusó el hombre.

—Por supuesto, no iba a consentir que dijera eso.

—¿De qué habláis? —preguntó Alan.

—Le había dejado dicho al cura que él no se llamaba Arceus, si no Exseñor de Narius. Pero tu hermana…

—Oh, cielos, papá —interrumpió Alan, mirándolo con los ojos muy abiertos —No es cierto.

—Por supuesto que lo es —repuso el hombre con firmeza.

—Sí, hermanito, créetelo, iba a fastidiarte este día —dijo Jane.

Alan miró a su padre con enfado y luego a Arceus, que ya estaba mirando al hombre con los ojos entornados.

—No sé cómo has sido capaz —dijo el chico.

—No pasa nada, yo lo solucioné a tiempo. El pobre hombre estuvo pidiéndome disculpas durante media hora. Pero nadie os ha fastidiado vuestra boda —dijo Jane, orgullosa.

—Aún —dijo Alan mirando a su padre.

Rick sonrió de lado.

—Cierto, te recuerdo que la música corre a cuenta de George y yo.

Chelesi puso los ojos en blanco, pero se echó a reír sin poder contenerse más. Estaba embarazada de siete meses y sabía que aquel día iba a ser largo para ella, pero estaba decidida a pasárselo lo mejor posible.

Unas cuantas horas después, cuando en el salón donde estaban bailando sonaba Heaven is a place on earth por Nora Van Elken, Rick no pudo evitar sacar a bailar a su peni. Al fin y al cabo, no pensaba dejarle al Señor de Narius la exclusividad de su hijo toda la noche. Alan se rió al escuchar el comentario.

—Esta canción tiene muchos recuerdos para mí —dijo el hombre, pensativo.

Alan se quedó mirándolo con una sonrisa. Él sabía muy bien porqué lo decía.

—Mamá estaría muy contenta de poder estar aquí —comentó el chico.

—No sabes cuánto —contestó Rick.

—¿Está bien? ¿Sigues en contacto con ella? —le preguntó Alan con ilusión.

—Por supuesto. Está perfectamente, hijo.

Pero Rick mentía. Desde que los chicos se habían prometido él ya no había vuelto a oírla ni sentirla. Y habían pasado meses. Ni en el cementerio, ni en su casa, en ningún lado. Pero no iba a entristecer a su peni en un día como aquel.

Alan lo sacó de sus pensamientos acariciándole la cara.

—Estás muy sexy con esa barbita —le dijo el chico con cariño.

—Prueba, a ti también te quedaría genial.

El chico puso los ojos en blanco.

—Ni de coña, es incompatible con el maquillaje —dijo, y se echó a reír de nuevo.

Se quedaron unos instantes mirándose.

—Oye, Al—le dijo Rick.

El chico lo miró con interés.

—Me gustaría pedirte perdón. Por todas las veces que hayas sentido… que te he fallado.

Alan paró de bailar y lo miró con una mezcla de curiosidad y emoción.

—Por desgracia lo has hecho muchas veces.

Rick meneó la cabeza, mirando a su alrededor.

—Lo sé.

—Me basta con que no vuelvas a hacerlo. Que si te digo que quiero diseñar, me creas. Que si te digo que estoy alcanzando cierto prestigio, en parte gracias a Ar, me creas. Que si te digo que él y yo estamos bien juntos, me escuches y dejes de intentar fastidiarnos.

Rick lo miró. Alan se encogió de hombros.

—En resumen, que me prestes atención y me valores como haces con Jane. Sé que no soy lo mismo, pero…

—Para —le ordenó Rick —Tú no tienes que ser tu hermana. Me basta con que seas… tú. Mi hijo.

Alan sonrió.

—Me fastidia que ese chico vaya a tener tanta suerte, pero si te hace feliz… —añadió Rick.

—Muy feliz. Igual que a ti Chelesi.

Alan le pasó los brazos por el cuello a su padre.

—¿Por qué nunca nos hemos dicho nada bonito como “te quiero” o “cómo molas”?

Rick puso los ojos en blanco.

—Porque cometí los mismos errores que mi padre. Y le di mala vida a tu madre. Pero te he pedido perdón. Y por supuesto que te quiero.

Alan arrugó la nariz.

—Y por supuesto que yo a ti también, papi.

Le dio un beso en la mejilla y lo abrazó fuertemente. Y entonces Rick pensó que, al fin y al cabo, la fiesta no estaba tan mal.

 

¿FIN?



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En el texto hay: planeta, tribus, alienígena

Editado: 24.07.2022

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