El laberinto es como el camino de la vida, lleno de giros, dobles y caminos sin salida. Para caminar con seguridad por el laberinto de la vida humana, uno necesita la luz de la sabiduría y la guía de la virtud.
El camino que elijamos en el laberinto nos convierte en lo que somos. No sólo somos una cosa, sino también una forma de ser -una de las muchas formas- y conocer los caminos que hemos seguido y los que nos quedan por tomar nos ayudará a entender en qué nos estamos convirtiendo.
Cuando te encuentres en un pasillo sin salida y te desesperes, mira al cielo y di “Me he metido en este laberinto, para vivir y prosperar lo mejor posible”, así de seguro renovarás fuerzas y empezaras de nuevo a caminar.
Todos estamos en una especie de laberinto yendo tras el queso al final, lo conseguimos y decimos: ¿Qué es lo que queremos?
La vida no es un pasillo recto y fácil por el que viajamos libres y sin obstáculos, sino un laberinto de pasajes, a través del cual debemos buscar nuestro camino, perdidos y confusos, de vez en cuando, en un callejón sin salida. Pero siempre, si tenemos fe, se nos abrirá una puerta, quizá no una que nosotros mismos hubiéramos imaginado, pero que al final resultará buena para nosotros.
Para salir del laberinto del mundo solo hay una puerta, está dentro de ti.