Los aplausos inundan mis oídos, cámaras, y muchos rostros sonrientes al frente mío. Era el día de mi graduación, ya había culminado mi etapa en la secundaria.
El recibir el titulo entre mis manos fue un gran alivio y esperanza para mí, todo esfuerzo que tuve que hacer para estar al corriente en estos tres años llenos de experiencias. Llenos de engaños. Pensaba en todos los momentos que destruí de mi vida, aquí, en este mismo lugar donde se celebra una gran ceremonia.
No fui el más aplicado, tampoco el peor de todos en clases, trataba de estar al corriente de todo para que no se dieran cuenta de lo que estaba haciendo, de todo lo que estaba cambiando en mí, por mi propia cuenta. Ya estaba marcado, ya todo estaba hecho, por mi culpa, una desgracia que permití que entrara a mi vida; la sustancia que a todo joven llama la atención, sustancia que te lleva a otro mundo estando en uno solo, la droga.
Lo mejor que hacía eso en mi cuerpo era tranquilizarme, calmarme de todo, pero ¿De qué? Tan solo tenía quince años a lo que recuerdo.
Tres años atrás:
—Amigo —me llamaba uno de mis compañeros de salón, uno que sabe muy bien cómo se mueve y se distribuyen la droga entre todos nosotros —. ¿Quieres hacer el favor de pasarle esto, al compañero de allá?
Miraba lo que su mano traía consigo, voltee a ver al compañero que estaba dormido o prácticamente se hacia el dormido, o mejor aún ya estaba en otro mundo por la sustancia ploma.
No dije nada, solo estiré mi brazo para tomar la sustancia y cruzarla al otro lado de la columna vecina. Estaba confirmado, el chico no estaba dormido, era una estrategia para tomar la droga y que no se dieran cuenta. No estaba asustado, estos tipos saben cómo hacer sus cosas y eso me asombraba.
—¿Quieres probar? —me ofreció el mismo chico que me pidió el favor, solo veía el sobre de lo que me estaba entregando, una emoción extraña se asentó dentro de mi ser, curiosidad —. Toma —sonríe mientras coge mi mano y deposita la pequeña funda transparente con el polvo, respiro profundo al ver que mi cuerpo no reaccionaba y mi mente estaba lista para saber qué es lo que podía sentir con esto —. Te la obsequio, luego tú sabrás si quieres más o no.
En ese preciso instante yo tenía en mis manos lo que en el mundo de la perdición la conocen como la letra o la muda, y no hice más que abrir la envoltura que simplemente estaba hecha de plástico, un plástico que se utiliza para llenar jugos y congelarlos, conocidos como bolos. Cogí el sorbete, lo llené de la sustancia de color plomo, y comencé a ingerirla en mi nariz. Cayendo en la red, en el mundo donde mis padres me hablaban de cualquier tipo de drogas y sustancias que fueran perjudiciales para mi cuerpo. Todo esto lo hacia dentro de la secundaria.
—Profesor —hablé para llamar su atención al acércame al escritorio —. ¿Me da permiso para ir al baño? —era uno de los trucos más usados para salir del salón.
—No se tarde —asentí sonriente al saber que me había salido con la mía. Claro que iba al baño, pero no hacer lo que el profesor pensó.
Saqué la sustancia y comencé el acto de siempre, no iba solo, había alguien más que me seguía atrás, pero nada más era solo un campanero que me avisaba el momento de que venga alguien desconocido o una autoridad del colegio que podría perjudicarnos. Pero mientras no venía nadie el baño era un lugar de comercio y de los actos de consumir, porque venían más chicos al mismo motivo.
Mi cuerpo se relajaba, mis músculos y mi mente... ya me estaba adaptando a esto. A que fuera algo primordial para mí.
Con el tiempo, empezaba a bajar de peso, tenía que hacer algo rápido para que no se me notase todo esto, si mis padres se llegan a enterar sería una gran decepción para ellos, uno de sus hijos metidos en este mundo oscuro.
—Jared, estás mal, solo mírate —dice Fernando, compañero, pero no amigo —. Estas delgado, tienes ojeras sal de ahí no conseguirás nada bueno de esto.
—No es tu problema, ¿Verdad? —me mira negando con la cabeza viéndome como estoy.
Siempre me apasionó la gimnasia olímpica, y creo que ya llegó el momento en que me enfoqué más en ella, para aumentar un poco mi masa muscular, tomé mi maleta y me alejé de Fernando, para ir hacia el gimnasio. Cuando empiezas a consumir, tu vida cambia, las personas, tu manera de pensar, todo a tu alrededor, lo más visible de todo esto era el cuerpo.
El ejercicio me ayudaba a mantener buena forma, cada salida de la secundaria me quedaba aquí a entrenar, el sudor me reflejaba que lo estaba haciendo bien, cada vuelta olímpica era una fuerte adrenalina que corría dentro de mi cuerpo.
Todo estaba pasando muy rápido, el relajamiento de todo mi cuerpo y el mundo imperativo que me hacia la droga, comencé a unirme con personas que sabían más de ese mundo, no me daba miedo ni nerviosismo, sabia donde me estaba metiendo y hasta donde podía llegar.