08 de Diciembre de 1942.
Viena, Austria.
Como primer paso debía de encontrar un nuevo hogar temporal, al menos hasta saber en qué campo estaba su padre. Llegó hasta un edificio que acogía refugiados, el hotel Weiße Rosen.
No tenía que llenar formularios, dió un donativo generoso y entonces la misma administradora la llevo a su habitación.
—Solo puedes quedarte un máximo de diez días.—le daba instrucciones mientras la guiaba por el pasillo.—Cómo se dió cuenta, este hotel es muy calido con sus inquilinos, protegemos su seguridad, y sobretodo.—se detuvo frente a una de las puertas.—Nos protegemos entre todos ¿entendió?.
Ella asintió con un meneo de cabeza. Fransizka Klaine sacó su llavero y abrió la puerta. Para ver las circunstancias en la que se basaba el hotel –Dora creyo que las habitaciones estarian viejas y deterioradas, con mucha humedad y apestando a suciedad de varios meses– pero la realidad pisoteo su imaginación, en realidad, era una habitación grande, y limpia, habia dos camas lo que queria decir que estaria acompañada, y su compañera al igual que ella había llegado esa misma mañana.
Su acompañante estaba en su cama, cubriendose la cara hasta los ojos con un libro de Poe.
—Ella será tu compañera. No es necesario que se conozcan.—culminó Fransizka y cerro las puertas luego de que Dora entrara y ella saliera.
Dora se quedo parada en la puerta como castigada con su valija tenida en las manos.—S-soy Dora Taube.—se presento en voz baja.
—Que interesante.—respondío y cambio la página de su libro.—Soy Lena.—bajo su libro revelando su rostro y se levanto de la cama.
Estaba demaciado flaca y baja de estatura, tez blanca y cabellos rubios, una mirada severa y un semblante de mujer arrogante.
—No me agradan las mentiras, así que seré sincera... soy judía.—dijo Lena, y a Dora lo que mas le preocupo fue la desenvoltura con lo que lo confeso.—¿Serás sincera?.
Dora suspiró, agacho la mirada y camino con lentitud hasta la cama. La palpó con sua dedos y se sentó.—¿Quien soy? ¿Q-quieres que te diga... quien soy? La verdad es que... no tengo idea.—sonrió enmedio de su insertidumbre.—Soy un ave. Que vuela sin rumbo y no tiene hogar.
Lena torcio sus labios y se sento en su cama, quedando una frente a la otra.—Esa es una respuesta muy tonta. Y ahora me das la impresión de ser tonta ¿eso eres?.
Dora negó.—La verdad, no tengo idea. Quizas tengas razón.
Lena sonrió y tomo su libro.
—También soy judía.
Susurro, y sintió arrepentimiento despues de decirlo "quizá me engaño y ya me delate, es mi fin" pensó Dora que desvío la mirada a la pared. Lena extendio su brazo y le tomo a Dora la mano.
No pasarón muchos minutos, y Dora tenía varias preguntas para la Sra. Klaine sobre los horarios. Dora bajaba las gradas del hotel con los brazos cruzados, el itinerario en su bata y la frasada de esta arrastrando. En el recibidor, una madre abrazaba a sus hijos, parecia no haberlos visto en días. Dora se asercaba pero se escondío tras una columna al ver a un soldado aproximarse a la familia.
—Muchas, gracias, gracias en verdad.—oía a lo lejos a la mujer agradecer al soldado nazi y a la encargada.
—No es nada.—Dora se asomó con sigilo y vió al soldado darle a la mujer boletos de tren.—Ahora vayanse lejos, no regreses, Wiara.
—Ya no respondo a ese nombre.—respondió muy seria.
—Excelente. Ahora vete, Luana.
La mujer solto a sus hijos y abrazo con fuerza al General quién correspondio al abrazo.
No quizó arriesgarse a ser vista y que mal interpretaran su intrusión, rápidamente Dora subió las escaleras. Los que charlaban solo alcanzaron a ver su frazada ondular rapidamente hasta desaparecer.
—¡Lena!—le llamó Dora a Lena que hacía las camas y rápidamente cerró la puerta—, vi un soldado, abajo.
—Por Dios. Vamonos...—se precipito y Dora la detuvo de la muñeca.
—No. Oye esto, él ayudo a una judía, los vi, charlando allá abajo con la señora Fransizka y tres niños... les dió boletos para irse de aquí a Francia...
—¿Y que hay con eso?—interrimpió borrando la sonrisa raramente alarmarte de Dora—no confío en ellos, no existen los soldados nazi buenos...
La puerta se abrió. Era Klaine.—Srta. Taube. Sea lo que sea que haya visto, le pidó considere lo amables que hemos sido con usted, y que en una historia mal contada, hasta usted seria la villana.
Fransizka no dijo más. Las jovenes se quedarón frias, no agregarón nada tampoco, la encargada se dió vuelta, giro la manija y con suavidad cerró la puerta.
Aquella noche, después de la cena y las duchas, Dora y Lena ya estaban bien arropadas en las camas, con las luces apagadas miraban al techo y hablan de ellas.
—Mi papá nos dejo. Huyo como cobarde tan pronto como pudo, me dejo sola con mi mamá, y mis hermanos.—contaba Lea mientras miraba el techo.
—¿Y que les pasó?.—preguntó Dora en voz baja recostada de costado escuchando a Lena.
—Cuándo empezó, la cacería. Nuestro portón tenia la estrella dibujada en grande, ellos lo vieron como un permiso para derrumbarla a punta de martillasos.
[...]
—¡Vamos, vamos, Lena vamos!.—gritaba apresurada la mujer que empujaba a sus hijos hacía el escondite dónde solo cabían los dos pequeños, pero a ella le importaba menos.
—Tengo miedo.—expresó el mas chico de ellos y la madre lo tomo de los hombros.
—No temaís mi niño, estare con ustedes siempre.—mintio y tras acomodar a sus niños en el hueco, les beso con lagrimas y lo tapo con una tabla.
—Ahora tú, vamos.—le dijo a su hija mayor que estaba a sus espaldas.
—No mamá.
—¿¡Pero estas loca!?. Vamos te digo no hay tiempo.—grito histerica, tomo a su hija del codo y la jadeo, Lea se opusó y regreso a su madre de la muñeca.
—¡Deja de huír, no podemos huír!.—le grito, se escucho la puerta principal ser derribada. Se veía la tremula luz de las lamparas iluminar el pasillo. La madre paso el mechón de cabello de su hija tras la oreja, se mirarón con tristeza.
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Editado: 18.07.2023