Jen|| Si Te Atreves

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¿DE VERDAD QUIERES SABER PORQUE ESTOY AQUÍ?

PARALIZED – NF

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Cierro mis ojos con fuerza para no ver cómo van a quedar mis sesos, pero al parecer no es mi hora porque siento un brazo rodear mi cintura, una mano presionando mi abdomen, y un pecho chocar con mi espalda tirando hacia atrás, regresando mi cuerpo por completo a la superficie.

Cuando estoy libre del peligro me mando la mano al pecho, apreciando el cachivache que tengo por corazón desbocado sin saber cómo controlarlo.

Estuvo cerca, y definitivamente no me quiero morir.

Los pensamientos vuelan, pero de que llegue a la acción, esa es otra historia.

Cuando por fin recobro el suelo, me suelto por reflejo de mi potencial asesino, recordando que todavía me tiene tomada por la cintura, y un escalofrió asqueroso me estremece.

Este sentimiento solo me ha pasado una vez.

Solo con una persona.

No puede ser él.

Tengo que comprobarlo.

Necesito con urgencia verificar que ni de coña sea él.

No es necesario que regrese.

No tiene permitido volver.

Al intentar girarme para apreciarle con el miedo que se le tiene a Ted Bundy, casi vuelvo a caer, pero no me importa, porque ahora lo primordial es saber quién va a darle fin a mi existencia.

Una que no quiero que sea en sus manos.

Entrecierro los ojos, ya que por la oscuridad es algo difícil verlo bien.

Parpadeo con efusividad tratando de verle la cara, pese a que su silueta me asegura que es alto y musculoso.

Lo escucho bufar y sacar algo de su bolsillo para después por arte magia, o de la linterna de su celular dejar su rostro iluminado.

Parpadeo un par de veces más, apretando la mandíbula cuando ese rostro caliente y esos ojos fríos y perturbadores se me hacen familiares.

Demasiado para mi gusto.

Tanto, que, ni siquiera puedo respirar con tranquilidad, porque no se si el sea mejor opción que innombrable.

—¿Qué haces aquí? —no soy para nada amable.

No nos hemos fumado la pipa de la paz, y claramente eso no va a pasar en un futuro cercano.

Lo conozco desde que tengo uso de razón, es la segunda vez que le hablo de manera directa, y estoy segura como la mierda, que si esta vez abre la boca no será una charla amena.

—No buscándote, eso seguro —tan cortante como cuando me lo encuentro en la casa de los gemelos al ser amigo de Diego, el hermano mayor de dos de mis idiotas.

Solo que ahora si me habla directamente, y… joder… no sé cómo me las ingenio para controlar el estremecimiento que me embarga.

Solo sé que ruedo los ojos fastidiada, mientras veo como bota humo de manera hipnótica, y despreocupada con sus labios como protagonistas.

Pese a la oscuridad me embelesa la danza en la que se convierte la nicotina, como se fusiona con su esencia.

Como toda su presencia.

» Aunque no puedo negar que ese perfecto culo me atrajo a la suicida, pero si hubiese sabido que eras tu, desde un inicio no te detengo.

Es un imbécil.

Pese a que su atractivo confunde, eso no quita que sea un completo idiota.

—No pensaba hacerte la vida más sencilla —no tengo que decir más para que sepa a que me refiero, y también es la mejor manera de desviar el tema de mi trasero.

—Es dulce que pienses que eso sería algo que me la haría más llevadera, cuando mi mente tiene mejores ideas —trago grueso ante sus palabras.

¿Lo que mi mente capta, es lo que de verdad quiere decir?

En definitiva, estoy loca.

No puede estar coqueteándome después de lo que le ocurrió con su novia, y lo que me acaba de decir.

Severo hijo de puta.

No nos hablamos.

Hasta evitamos estar en la misma habitación o saludarnos, pese a que nos sostenemos la mirada cuando nos cruzábamos como reconocimiento, pero de ahí no pasaba.

Hasta hoy.

Mas bien, hasta ese día en la bodega.

—Vete a la mierda, Tristán —resoplo sin gastar más saliva de la debida.

No tiene caso.

Ríe por lo bajo, haciendo que blanquee los ojos teniendo cero ganas de empezar una conversación que termine en un potencial asesinato.

En especial con él.

Le doy la espalda para llegar a la punta de la roca buscando un lugar para sentarme.

Deslizo mis piernas hasta que quedan en el aire y mi trasero en el borde, con mis manos como apoyo, dejando que la capucha se baje y mi cara junto con mi cabello se desordene por el viento y las suaves gotas de agua.




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