JoachÍm (completo)

10

¡Hola, Johann!- la voz de Bridgit  me trajo a la realidad. Y por fin pude quitar mi vista azorada de aquella alta y esbelta mujer que avanzaba hacia nosotros.

Hasta ese momento yo no había visto que Bridgit venía detrás de ella, a pocos pasos de distancia. Esbocé mi mejor sonrisa aunque estuve seguro de que no fui muy convincente.

- Sabía que estarían por aquí…- dijo Bridgit, guiñándole un ojo a Joachím- Este es el lugar favorito de mi primo. Ah, perdón, Johann te presento a Corinna, mi mejor amiga y mi dama de honor. Ha venido desde muy lejos para mi matrimonio. Ah…y como detalle…, es con su hermano con quién me casaré.

No dejé de notar que Joachím y Corinna se miraban de reojo y sonreían. La joven, quizá de mi edad, se quitó un mechón de cabello rubio de su rostro, le di un fugaz beso en la mejilla a Joachím y luego estiró su mano para saludarme.

- Mucho gusto.- mentí- Soy Johann Hauser.- hice un gran esfuerzo para que las palabras me salieran.

Hablaron los tres, entre ellos, todo el camino de regreso a la posada. Yo no logré articular ni una sola sílaba. Ni tampoco entendí de qué iba la conversación. Tenía el cerebro paralizado. Sentía como si me hubiesen tirado un balde de agua helada, sin previo aviso.

¿Cómo era posible estar en un momento en el más hermoso paisaje del mundo, junto a la mejor compañía que se podía elegir, sintiendo su magnético perfume y escuchando sus palabras dulces, conmovidas, casi mágicas y, al instante siguiente estar en un mundo helado, duro y doloroso?

No pasó desapercibido para mí las insistentes miradas que Corinna le lanzaba a joachím cada vez que tenía oportunidad. Me molestaba que aquella mujer no hacía nada por disimular lo atraída que se sentía por Joachím. Y en seguida aquel pensamiento me avergonzó. Por lo que no tuve valor para volver a mirarlo. Y apenas llegamos a la posada, dije la primera excusa que se me ocurrió y logré escabullirme hacia el dormitorio, donde me habían instalado. 

Cerré la puerta tras de mí y suspiré sonoramente. Me froté el pecho, sintiendo que otra vez ese tan temido dolor quería apoderarse de mí. Caminé hacia la ventana y miré hacia fuera, buscando calmarme.

- No te dejaré…- le dije al dolor- Esta vez no dejaré que te apoderes de mí. No por alguien a quien ni siquiera conozco.

Respiré hondo y asentí con firmeza cuando sentí el pensamiento que se acababa de formar en mi cabeza: 

?Debes marcharte de aquí… y ahora mismo?.

Cuando pensaba en la forma de llegar hasta la estación de tren, un golpe suave en la puerta me hizo sobresaltar.

- Adelante…- dije sabiendo de antemano que era Joachím.

Su rostro serio se asomó por la puerta entreabierta y me buscó con la mirada.

- ¿Johann, estás bien?

- Sí. ? dije rápidamente y desvié la mirada. Si no lo miraba me sería más fácil decirle que me marchaba- Yo…quería decirte…

- ¿Tienes un momento?- me interrumpió- Quisiera mostrarte algo…

No fueron las palabras sino su repentina sonrisa traviesa la que me convenció para que lo siguiera. De un plumazo se borraron mis ganas de partir. Al menos, el hecho de quedarme un rato más no empeoraría mi situación, pensé. Y mientras lo seguía me pregunté cómo podía ser que aquella sonrisa suya me hiciera sentir bien, incluso en el medio de un dolor tan intenso. Y no era la primera vez que me hacía esa pregunta. Pero aún así no era capaz de hallar la respuesta. Al menos una que me satisficiera completamente.

Creí que nos dirigíamos hacia la planta baja, a la cocina. Pero Joachím, con media sonrisa iluminándole su hermoso rostro, me hizo una seña cómplice para que lo siguiera por una angosta escalera de piedra, semi-oculta en un rincón del segundo piso. Lo seguí, no a él, sino a aquella tentadora sonrisa, en silencio. Subimos y entramos a un pequeño altillo con una única ventana oval a través de la cual podía verse todo el valle incluso hasta el azul profundo del Danubio que parecía coquetear con las nubes bajas de Diciembre. Todo se veía magnífico desde allí arriba. Los caminos nevados adornados con troncos secos y desnudos me hicieron sentir, otra vez, en medio de un cuento.

Cuento que podría fácilmente tenerme como protagonista y no sólo como mudo espectador. Me vi a mí mismo, allí arriba, escribiendo y mirando a través de aquella ventana, alternando frases, pensamientos y miradas, esperando la vuelta de aquel que amaba y que curiosamente se parecía mucho a Joachím. Me di la vuelta, intuyendo que me estaba mirando. Me encontré con sus maravillosos ojos y no tuve el valor de dejarlos. 

No sé por cuanto tiempo nos sostuvimos mutuamente las miradas. Quizá no fuera mucho, pero sí suficiente para arrancarme una sonrisa.

¡De qué forma desesperada me atraía aquel hombre!

- ¿Qué es este lugar?- pregunté aún maravillado por cómo me miraba.

- ¿Te gusta?- me respondió con otra pregunta.

- Mucho. Está lleno de…magia…

Lo recorrí con la mirada aunque no había mucho que ver: sólo una vieja mesita cerca de la ventana junto a una silla medio destartalada aunque me pareció cómoda cuando me senté en ella, aceptando una silenciosa invitación de Joachím. Las paredes color crema parecían envolverme en un cálido abrazo y el suelo rústico marrón claro estaba bastante desgastado. En el rincón opuesto al que me encontraba, un antiguo baúl completaba el mobiliario. Volví mi mirada al escritorio y de repente se me ocurrió para qué utilizaba Joachím aquel lugar reservado y a resguardo de ojos curiosos.

- Tú pintas aquí, ¿verdad?

Joachím sonrió y asintió.

- Pintaba…- dijo unos segundos después.

Se acercó a mí y se apoyó en la mesa, usándola como silla. Me puse de pie, sin perder tiempo, y me acomodé a su lado. Volvió a sonreírme. 

- ¿Ya no lo haces? ¿Por qué?

- Cuando terminé la escuela me gané una beca para estudiar arte en Berlín. Pero no quería aceptarla. No estoy hecho para la vida de ciudad. Mis padres me convencieron para que me fuera. Era necesario, según ellos, si yo quería crecer como artista. Partí, una tarde de Agosto en el tren de las seis. Cuando llegué al hostal donde iba a quedarme, me dieron un mensaje. Habían telefoneado desde la estación de Frieden ? aquí nunca hubo teléfono- Joachím hizo una mueca y prosiguió- Mis padres…habían tenido un accidente cuando volvían por el camino. Los frenos del automóvil fallaron y con la tormenta perdieron el control y…



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Editado: 08.05.2023

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