Antes de electrocutarse, Kaim ya estaba teniendo una noche horrible. Se despertó en los asientos traseros de una pequeña capsula de escape sin saber dónde estaba, y además con un pequeño traje espacial como ropa. Esa no era necesariamente la parte horrible. El traje era cool, pero no sabía quién era ni lo que estaba haciendo el allí. Se incorporó y se froto los ojos, tratando de pensar con claridad. En los asientos situados delante del había varias docenas de trajes tales como el suyo, además de varias y pequeñas tarjetas con diferentes fotografías de hombres que el juraría que jamás en su vida hubiera conocido. Todos parecían mas o menos de su edad...¿quince? ¿dieciséis?. Okey, eso sí daba miedo. No sabía cuántos años tenía.
La cabina soltaba momentáneamente varios ruidos chispeantes en dirección hacia la puerta de esta, debido al gran corte de cables que bruscamente los había dejados demasiado rotos. Por las ventanillas se pintaba un amplio bosque de verde bajo una brillante noche estrellada. Kaim estaba seguro que no vivía en el bosque. Intento hacer memoria...Lo último que recordaba...
Recibió un pequeño golpe.
—¿Pero que...?
Una pequeño gafete de color blanco sostenido con una pequeña cuerda de tela azul sobresalía entre sus piernas, mientras que este contenía la foto de otro muchacho en su interior y un nombre escrito arriba que decía en pequeñas letras negras «Kaim Avidos», y que por muy por extraño que le pareciera, la sensación de ser alguien demasiado familiar se extendía por todo su cuerpo hasta llegar a aceptar la ligera posibilidad, de que tal vez aquel chico verdaderamente sonriente podría llegar a ser él.
No era exactamente la más segura de sus teorías, sabiendo de ante-mano que no recordaba mucho del porque se encontraba allí. Pero, más concretamente su mente no estaba pensando tan tranquila con algunos de los destellos que salían de vez en cuando de aquellos cables bruscamente rotos demasiado cerca de su cuerpo. Así que seguidamente paso a dejar aquel pequeño gafete con lo que la que él creía “su vida” y levantándose de a poco del asiento en la parte trasera de la capsula, dio un pequeño vistazo a la puerta demasiado abollada de esta mientras que aquella sensación de familiaridad era reemplazada por un poco de desorientación.
Era obvio que estaba perdido. Muy perdido. De forma que al salir por aquellas puertas lo único que sus ojos podían encontrar era el verde de aquel bosque oscurecido donde la única iluminación que precedía era la de una diminuta luna sobre su cabeza. Entonces sus ojos se fijaron en unas pequeñas pero destellantes luces que provenían un poco más debajo de donde él se encontraba. Eran casas. Estaba verdaderamente seguro que lo eran, y no podía evitar preguntarse si en aquella dirección podría haber alguna de esas pequeñas familias que en verdad lo esperaran preocupados y con una madre verdaderamente enojada que lo bombardeara de preguntas acerca de si hubiera comido o si estuviera verdaderamente bien abrigado en la fría noche.
Sin embargo, Kaim aparto la mirada de esos pequeños destellos mientras que una sonrisa amarga se cruzaba por sus labios. Le parecía gracioso lo que su cerebro podía crear por la desesperación momentánea de estar en un estado de absoluta soledad. No era lo que se podría describir como la mejor de las situaciones, pero de alguna manera agradecía internamente que ninguna persona pasara cerca de por allí o podrían considerarlo un completo loco vestido con un traje espacial, que de por sí, no se había percatado de lo que llevaba puesto, pero no le abrigaba lo suficiente.
Kaim hecho un pequeño vistazo por última vez hacia las destellantes luces de aquellas casas. Todo se veía en tamaño especialmente diminuto desde la altura en la que se encontraba, pero aun así se preguntaba que había hecho para que lo condenaran a una noche fría en un bosque realmente espeluznante y por qué estaba el allí. Y seguidamente emprendió su camino hacia la muy averiada capsula para resguardarse del frio.
Ya adentro de esta, un pequeño aparatito colocado en uno de los asientos delanteros de la capsula resaltaba entre la docena de trajes espacial. Era de color negro, un poco golpeado pero aun así parecía funcionar. Tenía una pequeña pantalla la cual parecía ser táctil, ya que al ligero contacto con los dedos de Kaim esta se prendió, y dejando ver ahora en un color verde intenso, la palabra «Habla» en lo que él podía deducir como código morse. Vale, eso sí que daba más miedo. No sabía que podía entender código morse.
—¿Hola?... —la voz de Kaim salía casi en un susurro.
Pero lo único que se obtenía de la otra parte de la conversación eran pequeños ruidos secos acompañados de murmullos.
Kaim había empezado a impacientarse.
—¿Hay alguien ahí? —más murmullos contestaron— ¡Podría alguien, agradablemente, contestar el maldito…?!
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Editado: 28.06.2020