Juego De Traidores

Capítulo 37:La misión parte uno.

Juan

Tenía la mirada clavada en la cama llena de armas. Nadie había llegado hasta después de diez minutos de mandar mi mensaje para avisarles de que vengan. Cuando llegaron todos y rodearon la cama con las armas, les miré a cada uno de ellos a los ojos y me aclaré la garganta.

—Antes de nada, quería recordaros qué hacemos todos aquí —comencé mientras les observaba —Estamos esta noche aquí reunidos para hacer lo que pocos han logrado. Nosotros somos el tipo de personas que este mundo necesita, somos armas, somos guerreros que luchan por un mismo principio, somos un equipo y un honor para nuestra base. Sé, esta misión no tiene nada de especial a las anteriores, pero hoy falta un integrante del equipo. —Todos agacharon sus cabezas. —Jack perdió su vida en una misión a la que decidimos no darle importancia, quiero que deis hasta la última gota de vuestra sangre porque si no lo hacéis volverá a ocurrir la tragedia de hace unos meses. La base confía en nosotros, esta noche saldremos con el premio gordo y con todo el equipo en buen estado ¿me habéis oído? —todos tenían las manos entrelazadas delante de su cuerpo escuchando mi discurso y con la mirada puesta en mí.—Antes de irnos, me gustaría que nos equipásemos con las mejores tecnologías y armas de la base, es hora de coger munición. —Dije haciendo un gesto con la mano para que pudiesen servirse. Armas Jericho nueve milímetros, armas Glock serie dieciocho, navajas y pinganillos.

—Siempre he manejado bien las armas de nueve milímetros. —Dijo Alexis mientras se acercaba a las armas. Cogí lo que yo necesitaba y dejé espacio a los demás para que pudieran elegir sus armas.

—Cada uno llevaréis un arma de fuego, un arma blanca y un pinganillo para poder comunicarnos en todo momento.

—La fiesta está a punto de comenzar. —Dijo Leo colocándose el pinganillo.

—Tienes razón, Elisabeth y Leo, vuestro coche os está esperando abajo. —Les informé mirándolos a ambos. —Confío en que seréis discretos. —Vi cómo ambos se guardaban las armas.

—Tranquilo, cumpliremos con nuestra parte. —Ambos asentimos.

—¡Bien! En marcha.

Todo el equipo salió por la puerta con la cabeza alta. Todos los chicos llevábamos el mismo traje negro con zapatos Oxfords de laca negros.

Al estar abajo y cruzar la recepción el hombre se nos quedó mirando algo sorprendido, la música estaba alta a pesar de ser más de las diez de la noche. Al salir Leo y Beth se despidieron de nosotros entrando al coche que les llevaría hacia la fiesta mientras los demás seguimos a la parte trasera del hotel donde habían aparcados dos mercedes con los cristales tintados de negro.

¿Chicos, me recibís? —Dije por el pinganillo.

Te recibo. —Comunicó Jay.

Os recibimos. —Dijo Leo al cabo de unos segundos.

Bien, que comience la diversión. —Dije subiéndome al coche junto a los demás.

Leo

—Estoy nerviosa. —Dijo Elisabeth mirando por la ventana.

—Elisabeth. —Cogí su mano para captar su atención. —Estoy aquí, no dejaré que te pase nada. —Su mano y la mía se entrelazaron poniendo mi vello de punta. Seguía sin acostumbrarme a esa sensación.

Miré al conductor, hacía parte de la base, parecía ser un hombre bastante mayor tenía un pinganillo en el oído mientras mantenía su mirada clavada en la carretera.

El coche se empezó a alejar de la ciudad, dejando la vivacidad y las luces atrás, entrando a una zona montañosa, viendo varias mansiones prestigiosas rodeadas de alta seguridad y de árboles, dejándome claro que la mansión a la que iríamos no sería menos.

—He notado a Juan algo cambiado cuando dio su discurso. —Suspiré al ver que se había dado cuenta de que esto no era solo una simple misión.

—Hoy es un día muy importante, por eso es imprescindible no fallar. —La apreté un poco con fuerza la mano al sentir algo de nervios al volver a realizar una misión después de todo lo que sucedió.

—No fallaremos. —Entonces ambos nos dedicamos una breve sonrisa.

Dirigí mi mirada algo preocupado hacia la colina donde estaba situaba la gigantesca mansión que entre los árboles dejaba ver las luces cálidas y sus extravagantes muros.

Detecto tres guardias. Dos armados y uno que permite el acceso a la carretera privada, seguramente armado. Tienen una estación de radio dentro de la cabina. —Informé al llegar a la barrera.

Recibido.

Las ventanillas se bajaron.

—¿Me permiten ver sus invitaciones? —Dijo uno de los guardias acercándose a la ventanilla observando directamente a Beth.

—Por supuesto. —Apreté ligeramente su mano al notarla nerviosa.

Ella abrió su bolso y no tardó en darle las invitaciones mientras sus muslos comenzaban a temblar ligeramente.

—Señor... y señora Allen. —Dijo comprobando una vez más las invitaciones. —Que pasen una buena noche. —Dijo entregándolas.

Elisabeth no tardó en guardar las invitaciones intentando controlar sus nervios, exhalando cuando la barrera se levantó para dejarnos paso.

—Si actúas normal, jamás sospecharán de nosotros. —Le aconsejé extendiendo mi mano para que la volviera a entrelazar con la suya. —¿Entendido señora Allen?

—Entendido. —Fingió una sonrisa antes de volver a mirar por la ventana.

La gigantesca mansión se comenzó a ver entre los árboles, estaba en la cima, demasiado glamour, estaba demasiado iluminada. Llegamos a la puerta principal que dejaba ver el gigantesco porche, que dejaban expuestas motos, coches de lujo y una fuente en mitad de la entrada. Los muros de ladrillo opacaban lo demás viendo solamente otra caseta donde se encontraba otro guardia vigilando.

Guardia detectado armado. Tiene el control sobre la puerta que da acceso a la mansión. Detecto también tres cámaras de seguridad, dos en la puerta de la entrada y una encima de la caseta.

Entonces tendréis que haceros cargo de los guardias que controlan las cámaras de dentro. —Comunicó Juan. —Tenéis un margen de quince minutos.



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En el texto hay: traicion, amor, juego

Editado: 01.05.2025

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