Nunca nadie ha sabido la amistad entre Roberto Vanesa y yo. Desde que tengo uso de razón los tres hemos sido amigos. Desde que tenía 3 años de edad, viví en un internado de niños huérfanos. No se si las personas que me procrearon viven o no.
Y no me interesa.
No recuerdo a ninguno de mis padres, pero lo que siempre recuerdo son los malos tratos de mis compañeros más altos que yo, hasta que Roberto llegó. El ya tenía edad cuando nos cocimos. 9 años.
Posteriormente llegó Vanesa con 8, y los tres hicimos amistad. En los recreos siempre nos encontrábamos juntos y por más que pasáramos por situaciones nos cuidamos mutuamente, hasta que Vanesa fué adoptada por una buena familia 4 años después. Desde allí solo Roberto y yo quedamos en ese espantoso lugar.
Los años siguientes fueron muy duros para los dos, empezamos a crecer y también comenzó a cambiar nuestra conducta, ambos nos metíamos en problemas hasta que cumplimos 18 años y nos alistamos gracias a una beca en la Academia De La Seguridad. Desde allí comenzó nuestra preparación para ser lo que somos actualmente. No fué nada fácil, muchas veces estuvimos a punto de abandonarlo todo, pero siempre estábamos allí para apoyarnos.
Luego de que nos graduamos, el buscó trabajo en la capital mientras yo me quedé en otro Estado. Supe muy bien por qué se alejó de mí, mientras yo me quedé solo, pero nunca se lo reproché y tampoco lo haré. En el fondo supe que estaría buscando a Vanesa por toda Venezuela, hasta que tiempo después la encontró y se casaron entrando a la edad de 23 años.
Resulta que Vanesa estaba viviendo con su familia pero recibía abuso verbal de sus hermanos por lo que decidió estudiar medicina y vivir sola alejada de esos malditos, según ella para evitar problemas. Pero eso es otra cosa. Ambos regresaron por mí y me convencieron de venir hasta aquí con ellos, y acepté, pero lo que no quise fue vivir junto a los recién casados. Lo demás fue otra cosa, el trabajo, luego vinieron los niños y ahora ellos son una gran familia.
-¿Esta lista la carne? Dice Vanesa al llegar a nuestro lado y me saca de mis pensamientos.
Observo a la joven blanca cabello castaño a mi lado y sin duda a quien quiero como mi hermana, al hombre calvo con el delantal ridículo lo considero mi hermano y sin duda por más que diga y me niegue a que estoy solo en este mundo ellos, con sus dos hijos son mi única familia.
-Termino de servirla y la llevo a la mesa.
-¿Elisa vendrá? Pregunta Vanesa y no sé por qué ambos me preguntan a mi.
-Pensé que vendrías con ella.
-No lo sé y ni siquiera la he vuelto a ver.
-Pues Lorenzo le tiene ganas y si no luchas por ella a lo mejor podrás perderla.
-Entonces que sea muy feliz.
-Gruñón. Dice ella y se aleja con una bandeja de carne.
Después de colocar la mesa todos ocupamos nuestros lugares. Nos disponemos a comer y estando aquí recalco que no me gustan los grupos grandes y los Marchán lo saben, así que de vez en cuando, ambos son los que me integran en una que otra conversación, del resto los temas varían de tiempo en la facultad de medicina, sus novias, novios y conquistas hasta que un tema de conversación en especial capta mi atención.
-Pensé que vendría contigo. Dice una mujer.
-También yo pero me equivoqué. Contesta el tal Lorenzo.
-Es hermosa. La vi estos días en la clínica y me encantó su cabello.
-Si lo sé y es una gran mujer. Dice este con cara de idiota.
-Deberíamos de salir en grupo y llevarla.
-Tendré que preguntarle. Mi madre está encantada con ella.
-¿¡Que qué!? ¿La has llevado a tu casa? Pregunta una joven.
-Sí. Ella es la mujer con quien me quiero casar.
Al decir esto Roberto y yo nos miramos y se exactamente lo que está pensando sobre el idiota frente a nosotros. Oigo a mi amigo cambiar el tema de conversación y después de oír semejante idiotez el apetito se esfuma y prácticamente dejo el plato como estaba. Enseguida se recoge la mesa y Vanesa sirve coctel de niñas otra vez y en ese momento deseo tener un vaso de whisky para bajar el mal gusto sobre lo que acabo de oír sobre Elisa y ese tal Lorenzo.
Ella es la mujer con quien me quiero casar.
Mientras escuchamos las anécdotas de Vanesa y Roberto no pierdo de vista en ningún momento al imbécil que quiere a Elisa como su esposa hasta que veo que se aleja con su móvil en el oído.
Ojala no sea Elisa. Digo para mis adentros.
A los 5 minutos vuelve a su asiento y presta atención a lo que Roberto dice, después veo que habla con el joven a su lado y al agudizar el oído escucho que habla sobre ella.
-Si era ella.
-¿Vendrá? Dice el hombre a su lado.
-No puede. Dice que se siente un poco mal de salud. Por más que insistí en irla a ver, se negó.
-¿Y si es grave?
-No lo es, me aseguró que es solo un dolor de cabeza y que está esperando visita de su familia.
Ron +Tequila = Dolor de cabeza y una resaca de gigante.