En este preciso momento me encuentro en el centro de operaciones tomando mi café. Como siempre soy el primero en llegar, veo mi reloj y me doy cuenta que hace 10 minutos debieron de llegar todos mis compañeros y resulta que no es así. Salgo a ver si encuentro alguno de ellos, y saber si de casualidad salió algún imprevisto, y quizá por eso se canceló la reunión, pero solo encuentro al joven novato que llegó hace una semana.
-Comenzará otra vez dentro de 20 minutos. Me indica mientras se dirige corriendo hacia las escaleras.
Maldigo mentalmente este tipo de cambio de horario y el hecho de que ninguno siquiera me notificó. Aquí pienso en que a Roberto tampoco lo he visto, y esto es signo de que supo y no me dijo.
Imbécil.
Miro mi reloj y faltan exactamente 18 minutos para la hora estipulada. Entro de nuevo a la sala y me sirvo otra taza de café, me siento a esperar la puta hora y a que los demás lleguen.
Mientras estoy allí, pienso en Elisa quizás esta despertando a esta hora.Saco mi móvil y entro a la aplicación Whatsapp para ver su perfil, abro su foto y veo que tiene una de su perro Rupert y en el estado tiene un corazón roto. Recuerdo que su perro fue asesinado por un familiar que la está acosando. Veo que no se conecta desde ayer a las 9: 30 de la noche.
Media hora después que me fui.
Enseguida me llega un mensaje y al abrirlo veo que es Roberto quien me escribe, leo extrañado el mensaje, porque siempre que necesita comunicarse conmigo llama en vez de escribir.
-¿Dónde estás?.
-Necesito hablar contigo.
Escribo una rápida respuesta indicándole donde estoy y aprovecho de reprochar el por qué no me avisó del cambio de hora de la reunión. Envío el mensaje y enseguida el responde.
-Te lo diré pero quédate ahí. Ya voy para allá.
Leo su respuesta y no sé por qué tanto misterio, guardo mi celular y termino mi café, salgo a dar una vuelta. Total aún faltan como algunos minutos para que lleguen los demás. Al subir las escaleras, me topo con un compañero que no recuerdo el apellido y le pregunto por Roberto.
-Creo que está en la sala de interrogaciones. Están desde las 5 de la mañana allí.
-Gracias. Digo y sigo subiendo.
Veo que esta poco concurrido, quizás la mayoría están reunidos para pautar las operaciones de hoy. Pero al recordar lo de hace minutos atrás, sé que están desde temprana hora aquí. Camino hacia la habitación familiar donde se llevan a cabo los interrogatorios y al tomar la manilla para entrar enseguida me topo con un rostro familiar.
-¿¡Qué haces aquí!? Dice Roberto sorprendido y me parece extraño la forma en como me ve.
-Aquí trabajo. Le indico mientras trato de entrar pero el me detiene.
-Cierto. Que estúpida pregunta. Necesito hablar contigo.
-¿Para qué soy bueno? Digo y enseguida me interrumpe un compañero del equipo.
-Llegué ¿El sospechoso habló? Pregunta de repente Mendoza a nuestro lado.
-Me hubiese gustado estar aquí desde que lo apresaron.
-¿Qué sospechoso? Pregunto y ninguno dice nada.
-El del caso Lievanov. Dice Rincones a mi lado.
-¿Dieron con su paradero y nadie me avisó? Le pregunto a Roberto molesto.
-De eso necesitamos hablar.
-Después... ¿Lo están interrogando? Quiero entrar.
-¡NO!. Dice y me detiene por el brazo cuando estoy a solo unos pasos de entrar.
Veo a mi amigo y nunca ha tenido una actitud tan extraña. Primero no me notificó la verdadera hora de entrada, luego me escribe un mensaje avisando que quiere hablar conmigo, y ahora no quiere que presencie el interrogatorio de una pieza clave en el caso que venimos siguiendo desde hace meses.
-¿Qué mierda está pasando?.
-Estarás fuera del caso. Dice mirándome fijamente.
-¿¡QUÉ!?
-Como lo oyes Oliveros decidió cambiarte de caso. Por eso quiero hablar contigo. Pero aquí no, vamos por un café.
Damos unos pasos hacia otro lado, pero está loco si cree que ni siquiera presenciaré el interrogatorio de esa persona. Y más aún, no entiendo el porqué de mi salida de la operación.
Dejo que se adelante un poco y me devuelvo para abrir la puerta y entrar. Una vez dentro me fijo que todos mis colegas están allí. Se encuentran detrás del vidrio templado que divide la sala de interrogatorios el lugar de los "espectadores" como algunos lo llamamos.
Observo las caras Rivas, Mendoza, Torres, Suárez, Oliveros y todos los que están allí. Con unos trabajo y los otros presentes son de otras áreas de departamento. Me doy cuenta que cada uno de ellos me mira estupefacto. Pero, no es eso lo que me llama la atención, sino que puedo ver a través de un espacio que queda descubierto por la mayoría de mis colegas, que efectivamente están interrogando a alguien. En este tipo de casos lo hace una mujer, y me doy cuenta que por este hecho que la sospechosa es una fémina, veo a Colmenarez al otro lado con un bate de beisbol en sus manos y sé enseguida que tipo de tortura está aplicando.
Como funcionarios policiales debemos "respetar" la integridad física de los detenidos.Y eso lo hacemos.
O lo hacemos creer.
Cuando se interrogan personas se aplican todo tipo de torturas, pero estas no deben dejar marcas ni golpes visibles, porque nos meteríamos en grandes problemas. La mujer que yace en el piso en estos momentos está envuelta en material de goma espuma color azul y con seguridad puedo decir que se encuentra empapada, para que así, sienta más el impacto del bate de béisbol que sostiene Colmenarez.
- No es necesario que lo veas. Dice Roberto sosteniendo mi brazo.
Y en este preciso instante, es cuando logro ver el rostro de la mujer a quien están interrogando. A simple vista, no la reconocería por su cara hinchada, quizás de tanto llorar, pero sabiendo el protocolo, sé que está así debido a la dosis de gas lacrimógeno que recibió antes de ser atada de cabeza para hacerla sufrir más.