En este momento voy camino al apartamento, veo la hora en el tablero de mi camioneta y son las 9 y 25 de la noche. Después de seguir las pistas de los miembros de la banda que quieren aliarse con los "Escoceses" y que según nuestros informantes, estos quieren encontrar una mercancía que les interesa muchísimo a ambos.
Mentras espero el cambio de luz del semáforo recuerdo que el nombre de Elisa se repitió mucho en esa reunión y este hecho me preocupa muchísimo; lo peor, es que pueden hacerle daño solo con la intención de saber el paradero de esa mierda que buscan.
A los 15 minutos llego a mi apartamento cansado por la jornada, aquí espero hablar con La Pelirroja, y es que desde que sé el vínculo que la une con esos bandidos, en todo momento necesito saber como está, que está haciendo pero lo que mas me preocupa es que comienza a trabajar estos días y no podré vigilarla.
Sí. Un coche está estacionado las 24 horas del día frente a su casa y cuando sale, sin que se de cuenta, un par de novatos la vigilan por si alguien quiere acercarse ella. Ojalá no tuviese necesidad de hacerlo, pero en todo momento me preocupa su paradero.
¿Puedes pedirle que se mude contigo? Pienso.
-Como si fuera tan fácil. Digo en voz alta mientras entro al ascensor.
Observo mi reflejo en el espejo y todo esto sería tan fácil sin estuviera conmigo. Si fuera mía las 24 horas del día. Sé que nunca había pensado algo así, pero resulta que desde que ella llegó a mi vida ha revolucionado mi forma de existir. Hasta el punto de hacerme querer formar un matrimonio. Sacudo la idea porque si lo propongo quizás sea algo muy precipitado. Solo llevamos algunos meses juntos.
Al llegar a mi apartamento entro y al abrir me encuentro la estancia iluminada, pero lo que me sorprende es el delicioso y agradable aroma que respiro.
Especias y...
-Bienvenido. Oigo de repente la voz de Elisa saliendo de mi cocina, y al darme cuenta que está allí... Conmigo después de este día, hace que me abalance hacia ella y la abrace fuertemente.
-No... pue..do... respi...rar. Dice entrecortadamente.
-Perdón. Digo aligerando mi abrazo.
-No sabes la alegría que me dá verte aquí... Pero.. Hago gesto de mirar su atuendo y sonrío.
-No podía estar medio desnuda cuando llegaras. Dice con respecto a su vestuario. A diferencia de anoche hoy lleva debajo de su delantal un sencillo vestido color azul que hace resaltar más su color.
-Por mí no hay problema de que lo estés. Confieso y es que desde que la conozco siempre lo he imaginado.
Ella en casa.
Esperándome.
Ambos cenando.
-Lo sé. ¿Te duchas o cenas primero?
-Ducha y luego cena. Te confieso que huele delicioso.
-Ya lo probarás. Ahora ve a ducharte.
Me dirijo al baño con una sonrisa en mi rostro, esta mujer es increíble. La verdad es que pensé que llegaría a casa para estar solo, y luego de una ducha rápida comería restos de la de anoche. Pero no, mi hermosa novia está aquí esperándome para cenar.
-Soy un hijo de puta con suerte. Digo al hombre reflejado en el espejo.
Después de la ducha, y teniendo en claro su atuendo decido colocarme algo a su altura, por lo que obvio la ropa de dormir y me coloco algo más formal. Como siempre uso lentes cuando llego a casa. Salgo a la sala y Elisa está de espaldas a mi tatareando una canción que se reproduce desde su móvil. Veo la única mesa que tengo puesta para dos y en medio de ella hay dos velas. Camino hasta donde ella está y la rodeo por la cintura.
-Me alegra mucho que estés aquí. Digo mientras beso su cuello.
-Me verás más seguido entonces. Dice apagando el horno y dándose la vuelta, ella coloca los brazos a cada lado de mi cabeza mientras la sostengo por la cintura y me adecúo a su altura para besarla. Solo saber que está aquí hace sentirme más tranquilo.
-Me gustan tus gafas.
-Por fin la miopía sirve para algo.
-Te ves muy sexi.
-Gracias. Aunque no más que tú. Digo a la mujer de cabellos rojos que está en mis brazos.
No sé qué haré de ahora en adelante, pero necesito tenerla a salvo en todo momento y mas aún ahora que no solo su familia la está buscando. Pero todos están equivocados si creen que se las tendré en bandeja de plata. Nos besamos por algunos segundos más hasta que abro los ojos y la veo sonreír.
-Se nos enfriará la cena. Susurra depositando un beso en mi mejilla y la sostengo suavemente por el brazo.
-¿Te estás ruborizando? Pregunto al darme cuenta que un leve color rojo inunda sus mejillas.
-¡¿Qué!? No. No. Son ideas tuyas. Serviré la comida, ve a la mesa.
Voy hasta allí y tomo mi lugar. Veo servir los platos para después colocarlos en la mesa, no sin antes encender cada vela y por ultimo, coloca una botella de vino entre los dos. Luego de quitarse el delantal, apaga las luces y viene a ocupar su puesto delante de mí. Confieso que nunca en mi vida había hecho algo como esto.
Solo ese día en casa de su familia.
La veo y el reflejo de las velas la hacen ver más hermosa de lo que es.
-Buen provecho. Canelones gratinados y vino. Tienes el honor, dice tomando la botella y pasándomela.
Yo por mi parte la abro y sirvo primero su copa y por último la mía.
-Por nosotros. Dice levantando la copa para chocarla suavemente con la mía.
-Por nosotros. Digo llevándomela a los labios y saboreando el vino.
Los siguientes minutos, nos la pasamos degustando la cena y es que para mi sorpresa Elisa está comiendo carne, aunque después confiesa que es carne de soja y sonrió cuando comienza a explicarme todo el proceso de preparado y me agrada, porque la oigo detenidamente sin interrumpirla.
Mientras terminamos nuestros platos de vez en cuando rozamos nuestras manos sobre la mesa y al fondo sigue sonando su teléfono móvil con una música suave. Charlamos de nuestros días le hablo de mi supuesto trabajo en un gimnasio y cambio la conversación antes de seguir con la mentira.