Juego Mortal ©

Capítulo IV. Simon

—Hola, encanto. Que pronto llegas hoy, no?— Me saludó la dueña y al mismo tiempo mi vecina de abajo. Levanté la vista hacia ella, sintiendo como mi corazón empezó a acelerarse. La mujer de unos treinta ocho años y de cabello pelirrojo me penetraba con su mirada, mientras esperaba una respuesta.

—Esto... Sí, sólo nos dieron las notas hoy y... Y eso.— Pensar con claridad en estos instantes me costaba todo un trabajo, pero al final logré decir algo que tuviese sentido, para quitarle a la señora Creisse las sospechas que crecían en ella.

—Entiendo.— Dejó aparecer una sonrisa, para eliminar que yo sospechase de ella y de sus pensamientos.

—Por cierto...— La paré con esas palabras, ya que se disponía a salir del edificio. —¿Podría pagar el alquiler por adelantado? ¿O comprar el piso? Diga un precio, el que sea y se lo daré.— Los ojos de la mujer se abrieron de par en par, mientras su mente intentaba creer en las palabras que acababa de decir. Sabía que el juego me llevaría algún tiempo, y que salir del piso sin terminarlo podría ser peligroso, incluso mortal. Por eso decidí... Más bien quería pagar algo del piso por adelantado, para que no hubiesen problemas más tarde.

—¿Te encuentras bien?— Recibí como respuesta de la señora Creisse, en sus ojos aún habían rastros de sorpresa y su mente, parecía haberse quedado totalmente en blanco. Asentí de manera inmediata con la cabeza y sin agregar más palabras a mi frase, comencé a espera una respuesta suya. —¿Quieres comprar el piso?— Siguió preguntando, poniéndose seria y dando unos pasos firmes hacia mi. Sin dudarlo volví a asentir con la cabeza, mientras mis ojos se clavaron en los suyos, iniciando con ello una conversación con nuestras miradas.

—¿Me permite hacerle una oferta?— Quise saber, mientras que del bolsillo de mi chaqueta saqué mi cartera en la que tenía unos últimos papeles del libro de cheques. Al ver que en su rostro apareció una tensa sonrisa, escribí una cifra en el papelito, una cifra de seis dígitos. Al acabar de escribir le mostré de lejos el papelito, pero ella con una velocidad fugaz me lo arrancó de las manos, buscando nerviosa y al mismo tiempo de manera curiosa la oferta. Sus ojos se abrieron de tal manera que parecían querer salir de su sitio, en su rostro apareció una sonrisa pícara en su rostro. —¿Eso es un sí?— Exigí saber al ver que se había olvidado de mi presencia. 

Bruscamente negó con la cabeza, dejándome así en un pequeño shock, ya que yo misma sabía que la oferta que le había hecho era más que suficiente. 

—Sí, claro, no podría negarme a esta suma.— dijo al final, haciendo que el nudo que tenía en la garganta desapareciese. —Prepararé el contrato y acordaremos una reunión, y...— Siguió entusiasmada. 

—Esto, llame a mi abogado y de le esta nota, por desgracia no podré estar presente para firmar el contrato.— Me pasé la mano por el pelo y le di un papelito en el que estaba escrito el número de mi abogado. Ella asintió con la cabeza, unas cuantas veces abrió la boca para decir algo, pero al final de ella solo dejó salir un suspiro. 

—Debo irme, tengo una reunión. No te preocupes, ya lo hablaré yo con los abogados.— Ne guiño el ojo, después de ello se dió lentamente y con pasos firmes dejó el edificio. Solté un suspiro y me dirigí a la segunda planta en la que se encontraba el piso en el que vivía, desde que mis padres mueriron. 

El dinero que tenía, me lo dejaron en la herencia. Muchas veces soňaba con lo que habrá pasado el día en el que murieron, fue hace tanto tiempo ya. Los perdí en un accidente de tráfico, pero lo más raro de todo ello, fue que parecían saber el día y la hora exacta de su muerte. Quise investigar su muerte, pero siempre que lo hacia no recibía ninguna respuesta, solo creaba más dudas en mi, incluso me metí en lios, porque con la ayuda de Simon me cole en los archivos secretos de la policía. Por desgracia fue en vano, ya que no descubrí nada. 

Al entrar en mi piso, dejé las llaves en el sitio de siempre. Me quité la chaqueta y me encaminé hacia mi habitación. Con rabia tiré la bolsa de la tienda PlayGames sobre la cama, nada más hacerlo sonó mi móvil, iluminando la pantalla con un número privado. Sin pensar en quien podría ser, respondí a la llamada.

—Diga.— Dije nada más tocar el auricular verde con el que acepté la llamada.

—JT al habla, encanto.— Su voz hizo que mi cuerpo fuese recorrido por un escalofrío. Al mismo tiempo comencé a sentir cierta inseguridad. Sabía mi número y seguramente también podía conocer más cosas de mi... Y eso no era bueno.



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En el texto hay: drama, juego, mundo virtual

Editado: 20.08.2018

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