Juegos Peligrosos

《Capítulo 10. SIN SENTIDO》

Summer
 


 


El sonido de la lluvia golpeando la venta es lo primero que escucho por la mañana. 
 


Han pasado tres días desde la noche en la que vi a Franz, desde entonces no logro conciliar el sueño por las noches, y cuando lo hago termino teniendo pesadillas con la rubia del retrato con zarcillos de rosas blancas, ella lleva un vestido rojo que cubre sus rodillas, su cabello rubio se visualiza de un tono castaño por la oscuridad de la noche, corre muy rápido por un campo verde y despejado como si su vida dependiera de ello, pero sus piernas fallan y cae al pasto soltando un chillido por el impacto de su cuerpo, intenta incorporarse pero algo la sostiene de los pies, ella se arrastra, se aferra al pasto, pero la cosa que la sujeta es más fuerte, su vestido se va tornando negro, ella grita por ayuda, grita mi nombre. Justo entonces es donde terminó despertando.

El reloj sobre la mesa de noche marca las 5:30.

Ya en el hospital Matth me lleva a un lugar que no conozco, es la parte baja, de hecho es el subterráneo, no sabía que se usaba esta parte del hospital.

—Necesito conversar contigo.

—¿Por eso me traes al subterráneo?

—En realidad solo quería pasar un tiempo a solas con la nueva pasante.

Lo miro con el ceño fruncido esperando una respuesta.

—Summer hay algo que debes saber, unas semanas atrás desapareció una enfermera que trabajaba aquí en nuestra área, y también era una buena amiga- su mirada vehemente se clava en mis ojos -ahora tú ocupas su lugar.

—¿Porqué me dices todo esto?

—Porque la policía la encontró.

—Entonces regresará al hospital.

—No. Está muerta.

Mis ojos se abren como platos. Mi piel está fría, este lugar no es muy caliente que digamos ni apropiado para tener esta conversación.

—Tranquila, vas a conservar tu trabajo.

—Eh. No es eso lo que me preocupa.

—Quería que lo supieras porque el detective a cargo del caso vendrá a hacer algunas preguntas.

Se pone de pie y camina hacia la puerta.

—No quería que te agarren desprevenida— con esas últimas palabras desaparece detrás del sonido de la puerta cerrándose.

Me quedo unos minutos pensando en todo lo que me ha comentado y luego regreso al trabajo.

Horas más tarde salgo del hospital después de un día agotador, Matth tuvo una cirugía de transplante de pulmones muy arriesgada, el paciente era un hombre de la tercera edad con mucho dinero, lo suficiente como para arriesgarse a morir en la sala de un hospital si unos años más de vida pudiera conseguir con ello, pero terminó por complicarse al último momento, aquel hombre no volverá a ver la luz del sol, ni oír el sonido de la lluvia en este frío invierno.

Ir en el metro de regreso a casa es relajante, no hay muchas personas, puedo pensar con claridad en el tiempo que estoy allí.

Bajo en la estación más cercana a casa, llevo los audífonos puestos a todo volumen escuchando una canción de José Madero, por un momento quiero olvidar la realidad. Mi vida y el caos que hay en el.

—¡Summer!

Camino hacia las escaleras que llevan a la superficie, pero creo escuchar mi nombre a lo lejos, me quito los audífonos y volteo a media escalera.

Una mujer que... no conozco grita mi nombre con entusiasmo y camina apresuradamente hacia mi.

—Summer— respira jadeante.

—¿Mina?— bajo los escalones y la espero al pie de las escaleras.

—¡Pero que coincidencia más bárbara, mona!— Da pasos apresurados hacia mí y me da un fuerte abrazo que me asfixia.

—Eh. ¿Pero qué estás haciendo en Crowald?

—Que yo también te he extrañado eh.

—Es una tremenda sorpresa encontrarte aquí.

—He llegado hace unos días. ¡Estoy de vuelta mona!

Me tomo unos segundos para observar su aspecto, ¡se ha cortado el cabello! Ya veo porqué no la reconocí.

—Te queda bien el cambio.

—¿Cierto que si? ¡Está monísimo!

—Venga, y ¿de dónde sacaste la inspiración?

Señalo su cabello con la mirada, lleva un corte en V, corto en la nuca y le llega a la altura del mentón en la parte de adelante, pero eso no es lo que ha llamado mi atención por completo.

—Lo vi en una revista, y dije, tengo que hacerlo, fui a la estética que me pareció más mona para entregarle mi cabello y depositar mi confianza ella. Horas después. Boom, apareció la nueva Mina— es impresionante el entusiasmo con en el que cuenta su gran hazaña estética —Zac amó el cambio— su voz va disminuyendo la energía que contenía.

Su cabello es castaño, desde que tengo memoria, pero, ahora lleva unas mechas verdes en la parte posterior. Que debo admitir, con su piel pálida y esos ojos color avellanas, le va muy bien.

—¿Estás sola en la ciudad? ¿Zac no ha venido contigo?

—Eh. Zac tiene asuntos que atender en Málaga, por eso me he venido sola. Pero descuida eh, que me estoy quedando en la casa de un amigo, que está monísimo por cierto. Tengo que presentarlos pronto.

—Siempre supe que el metro algún día me daría una sorpresa.

—¿Pero qué es eso? ¿Te he pillado en un mal día?

—Es que hay tanto que no sabemos la una de la otra, han pasado muchos años, las cosas han cambiado.

—¿Pero qué han cambiado? Si yo te miro y sigo viendo a la monita que no sé inmuta con nada.

Es imposible estar con esta mujer y no reír siquiera una sola vez con las cosas que dice.

—Estoy hablando en serio Mina.

—Pero si yo estoy hablando muy en serio— sus ojos se ven saltones haciendo puchero.

A mitad de la estación del metro, con las personas yendo y viniendo alrededor, algunas topan con nosotras por la prisa que llevan lo que hace que no se den ni cuenta. Tengo frente a mi a la única amiga que tuve desde la infancia, hasta que llegué a la adolescencia.

—¿Hey mona? Como que te desapareces por momentos.

—Este no es un buen lugar para un reencuentro y mucho menos para conversar.



#9512 en Thriller
#5380 en Misterio

En el texto hay: misterio, peligro, amor

Editado: 01.11.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.