Eres la próxima... no lo entiendes...
No. No lo entiendo. Esa es mi verdad.
Ella se limpia las lágrimas y se va.
No sé si seguirla o qué hacer. A veces ella, como lo dije anteriormente, tiene sus prejuicios sobre las personas, obvio que no quiero perder su confianza y demás pero ahora estoy tan confundida.
—¿Jana? —levanto la mirada y veo a mi jefa—. Ya es hora de cerrar.
—Disculpe... sólo quise quedarme para recuperar las horas que he perdido.
—Llegaste unos minutos tarde —levanta una ceja y me mira mal con esos ojos marrones profundos que le dan a una mirada cansada y con su actitud, la hace ver más gruñona—. Mañana nos vemos.
Tomo mis cosas lentamente, obvio que a propósito. ¿Por qué no quiero irme?, porque no quiero volver a donde vivo.
Camino despacio a casa. La noche ha caído, todo es silencio, nadie pasa, solo se escucha mis pasos y las hojas de los árboles moviéndose por el viento.
Me siento muy rara. Mis sentimientos son una mezcla de amargura, confusión y desilusión. ¿Desilusión?, ¿por quién?, por Sonia y Agar. No son lo que creía. Si nadie me dirá cuál fue ese paso el cual ellos terminaron mal, entonces queda por mis propios medios.
Un ruido hace eco por toda la cuadra haciendo que de un pequeño brinco por el susto. Un auto está parado al lado mío, baja la ventanilla y veo al que menos esperaba que fuera.
—Vamos, te llevo.
—¿Para? Estoy llegando igual intento hacerme la desinteresada pero es porque casi me mata del susto.
—Ven —niego y el sonríe de lado—. Vamos a dar un paseo.
—Agar, no dije.
—Dale, será rápido —lo miro un tiempo y pienso en decirle nuevamente que no, pero luego recuerdo que necesito respuestas sobre mis preguntas—. Ya veo, no quieres. ¿Así nos rechazarás mañana?
—Acepto —sonríe triunfante, subo al auto y me abrocho el cinturón—. ¿A dónde me llevarás?
—Será un paseo por el pueblo.
—Ya conozco el pueblo.
—Pero no del todo —veo una chispa en sus ojos, y la verdad es que no sé cómo interpretarla—, y sigues siendo nueva.
—Ya, como digas. Vamos.
Seguimos por el mismo camino, veo como pasamos por la cuadra en donde vivo, una casualidad: estaba todo oscuro.
Oh no, ¿iremos a su casa?, y creo que sí porque por primera vez seguimos de largo por el camino que conduce al bosque.
Si... si... sssno.
Doblamos por otra parte, así que no iremos al bosque.
Él sigue manejando por unos minutos más, mientras me dedico a mirar, lo observo por un momento, luce concentrado y serio. Sus ojos grises oscuros resaltan con la luz de la luna que casi está en su punto alto y que justo lo ilumina. Su pelo negro está un poco despeinado por lo que se pasa la mano repetidas veces. Tic normal supongo.
Esta es la primera vez que lo observo con detenimiento.
Bajo mi mirada a sus brazos, tiene las mangas de la camisa rosada arremangadas hasta la mitad de los brazos, esos brazos fuertes... con los que hoy me agarró y me acorraló cuando salimos de clases.
Tiene un aire distinto, me hace dudar un poco, recuerdo las palabras de Sonia pero las ignoro. Quiero saber, quiero descubrir por mí misma sobre Agar.
—No sé que tanto miras, pero enserio pareces que me devoras con la mirada —automáticamente giro la cabeza mirando por la ventanilla.
¡Qué vergüenza! ¡Ash!, ¿por qué debí hacer eso?
Pero no lo dejaré pasar esta vez.
—Pues te equivocas. Sólo miraba.
—Ajá. No te creo. Igual, soy irresistible nena.
—¿Siempres vas a coquetear conmigo? —me quedo callada de golpe. ¡¿Qué dije?!
—Pues creo que no te das cuenta de que funciona, sino no estaría hablando aquí contigo.
—Ja, ja, ja. Muy gracioso.
Nos quedamos en silencio sin saber que decir.
Aún siento vergüenza por lo que dije pero... es que siempre lo hace y a veces cansa. La verdad es que Agar no... me llama la atención, y desde que llegué a este pueblo, él ha intentado por todas las formas posibles salir conmigo.
El camino empieza a cambiar, el pavimento de la calle termina, miro por el costado y veo la tierra que se levanta por el auto cuando pasa.
Sigue unos metros más hasta que para, apaga el motor, salimos y veo que estamos en el medio de la nada.
—¿Qué hacemos aquí?
—Escucha lo que voy a decir —lo miro intrigada y hago un ademán con la mano para que continúe—. Quiero saber de ti.
—¿Para eso me trajiste aquí? —pongo los ojos en blanco chasqueando con la lengua.
—No sólo eso. Quiero que veas a tu alrededor y me digas qué hay —señala con ambas manos el lugar, su mirada es de ganador como si lo que quería ya lo consiguió o ya lo conseguirá.
—Pues nada, no hay árboles, ni casas, sólo tierra, y ahora nosotros y el auto.
—Muy bien. Estás libre, puedes hablar —se encoge de hombros despreocupado cediendome la palabra.
—¿De qué?
—Se casi todo de vos, Jana. Tuviste un pasado nada bueno, si quieres te lo recuerdo —trago de golpe, estoy nerviosa y no sé que hacer o decir, me atrapó cuando menos lo esperaba—. Eres de España. Allá estudiabas abogacía en una universidad privada, te expulsaron porque tuviste una pelea con una compañera. ¿El por qué?, por un chico.
Se aleja un poco, ha dejado las luces prendidas del auto. Gira mirándome burlón y sigue contando con total naturalidad, claro, no son sus problemas.
—Un chico que no valía la pena, metido en las drogas y el alcohol. ¿Cuál era tu propósito? ¿Sacarlo de ese sufrimiento? Eso puede pasar y puedes sacarlo pero... vos también caiste en eso. Así que tus planes fallaron.
—No entiendes nada...
No lo entiende de verdad.
—Si lo entiendo. Te aceptaron por "suerte", la universidad de aquí.
—Y desde ese momento comenzaste esa obsesión conmigo, en conquistarme, pero nunca funcionó —empieza a reírse a carcajadas, no le veo el chiste.
—Si claro —para de reír pero sigue con esa sonrisa estúpida en los labios, y juro que si no para, con un buen golpe creo que se le borrará.
Editado: 11.02.2021