—¡Agar basta! —no para de hacerme cosquillas.
—Te lo mereces.
—Por favor... —sigue por un rato hasta que para.
—Se terminó el castigo.
—Ay por favor, somos grandes ya —aunque me ha hecho pocas cosquillas, ha hecho que llore de risa.
—No me tientes a que vuelva a hacerlo —su tono de voz ha cambiado, suena amenazante.
—Bueno —termino de arreglarme y miro la hora—. Es muy tarde Agar, me tengo que ir.
—Sí, vamos.
Esta noche sí que está fría y eso que es primavera.
Ahora se ha llenado de parejas el parque. Me hace sentir algo incómoda pero a Agar parece ignorarlo. Somos los únicos que... somos amigos... o eso creo. Nuestra relación es muy extraña. Nos juntamos como amigos pero muchos ven que los dos estamos muy juntos y que así formamos una pareja perfecta. Obvio que no saben nada y hablan por hablar. Casi todo el tiempo estamos peleando, cuando nos vemos o cuando alguno dice algo, o hace algo... nosotros nos entendemos, no importa. Bueno, "nos entendemos", de alguna forma.
Me acompaña hasta la entrada del departamento en el que vivo. En el camino íbamos hablando de cosas triviales.
—Aquí es.
—Estás bien —veo su rostro aliviado—. Nos vemos.
—¿No quieres pasar? —abro la puerta y lo señalo.
—No gracias. Otro día será.
—Parece que la damisela en apuros esta vez no soy yo. Perdón, el damiselo en apuros —mi comentario le roba una sonrisa al igual que a mi.
—Afortunadamente, sí.
—Nos vemos.
—Señora —hace una inclinación y da media vuelta.
—Señorita. Soy libre y no soy vieja todavía.
—¿Dije señora? —vuelve a mirarme, lleva una mano al pecho fingiendo ofensa—. Enserio, disculpa. Es que creí que ya le pertenecías a alguien.
—¡Huy si! —ruedo los ojos riendo.
—Cuida tu tono, Jana —de la nada queda serio.
—¿Qué? —¿y a este que le picó?
—Ve a dormir —y así es como se va, serio y un poco enojado también.
—Parece no tener sentido de humor, y si lo tiene pues...
No lo sé. He visto muchas reacciones de él, pero esta no la sé.
Antes de entrar recuerdo lo de mañana.
—¡Cierto! —corro hacia el ascensor, él me ve y pone un pie para que no se cierre las puertas.
—¿Qué quieres? —sigue con su tono seco y frío.
—Me olvidé de decirte algo —apoyo la mano en la pared respirando un poco agitada.
Eso me recuerda que debo hacer más ejercicio.
—Habla —me señala con el mentón esperando.
—Mañana si voy a... esa fiesta —abre más los ojos sorprendido, parece que lo olvidó, o es lo que creo—, y la cosa es que... la dirección no figura.
—Los otros días lo dije —bufa aún sorprendido.
—Si, pero dijiste que estaba en el bosque, nada más.
—Te vengo a buscar yo.
—No te molestes. Yo...
—Lo haré. Mañana al mediodía.
—Está bien —retrocedo pero me agarra y entro al ascensor con él—. ¿Qué haces?
—Lo siento —me agarra de la cintura y me apega a él—. Tengo que hacer esto.
—Agar, me asustas —siento su aliento en mis labios, su calor corporal— Agar...
Me calla presionando mis labios con los suyos.
No me sorprende. Hizo lo mismo el otro día.
Bueno ahora si me sorprende. No es una simple presión, el beso de torna tierno y a la vez demandante, urgente. Respondo su beso siguiéndolo.
Esto si que me confunde.
¿Me estoy enamorando de él? ¿Y si lo estoy?, ¿y si no?... ¡¿Qué estoy haciendo?!
Con el corazón acelerado, el calor que me asfixia y un dolor extraño en el pecho, me separo de él.
Nos miramos por un momento. Sus labios un poco hinchados por el beso, y yo debo estar igual. El controla su respiración, mientras que yo también intento y a los nervios intento calmarlos.
Después del silencio, que no sé si llamarlo incómodo o un silencio, silencio; decido hablar, pero el se adelanta.
—Solo quiero saber... ¿Qué fue el beso para vos?
Si supiera...
Lo miro a los ojos, tratando de buscar algún sentido en todo esto. Quiero decirle lo que siento, pero mentiría. Estoy confundida.
—Creo que quieres tiempo, ¿verdad?
—Agar.
—Está todo bien. Me disculpo una vez más —se abre las puertas del ascensor y sale, sin mirar hacia atrás.
¡Maldito dolor en el pecho!, ¿qué es?
Marco el piso siete y espero.
Me apoyo en el costado, vuelvo a recordar lo de hace un momento y sigo pensando en su pregunta.
¿Qué fue ese beso para mí?
¿Por qué no hay respuestas para todo?
—¡¿Qué me sucede?! —grito a la nada ahí encerrada.
Gracias a eso no puedo dormir. Y seguir pensando, es inútil.
Prendo el teléfono y veo un mensaje de Sonia.
Lo único que dice es: Inicio.
¿Se habrá equivocado? Seguro.
Ignoro el mensaje y lo apago.
***
Abro los ojos sintiendo el sol en mi rostro. Eso sí es molestia. No sé en qué momento me quedé dormida, pero pego un salto de la cama al ver la hora: 11:45am.
Me baño y cambio lo más rápido que puedo, desayuno una tostada y un vaso de jugo, se que no es algo muy bueno para empezar el día pero no hay tiempo.
Recibo un mensaje de Agar diciendo que está afuera esperando, eso me tranquiliza, igual, estoy saliendo del edificio. Lo busco con la mirada y lo veo.
Está vestido con una camisa celeste lisa, pantalón de vestir y zapatos negros.
Olvidé de mencionar, casi siempre se viste así, formal, nunca casual. ¿Por qué?, no lo sé. Así es él.
—Estás linda —me mira de arriba a bajo.
Lo único que llevo es un vestido simple color azul francia que llega a las rodillas, el cabello recogido y unas simples sandalias de tiras negras. Hace calor a estas horas y si vamos a una... "fiesta", mal no estoy.
—No quedas atrás —sonrío de lado mirándolo a los ojos—. ¿Vamos?
—Si, sube —abre la puerta para mí y después da la vuelta para que suba él y maneje—. Es hora.
Seguimos por el mismo camino un largo rato. Me pierdo en mis pensamientos, no dejo de considerar todo lo que ha sucedido en años y hasta unas horas atrás. Es sorprendente. Ella estaría entre decepcionada y confundida si me viera ahora.
Cuando vuelvo a prestar atención veo que adelante hay dos caminos, reconozco el de la derecha, es el que fuimos la otra noche. Y por el que vamos, es el que da al bosque.
Editado: 11.02.2021