Vuelvo a observar el cuerpo de la que pensé que era Jana. ¿Dónde está entonces?
—¿Cómo estás seguro de que no es ella? —limpio mis lágrimas sintiendo aún el picor de estas en mis ojos.
—Quiero a Jana, y no lo hubiera hecho —lo sabía—. Te traje aquí para eliminarla.
Lo miro decepcionada, lo que le conté no le tomó importancia.
—Pero no creas que te has liberado, tienes razón —¿enserio?—, te seguiré utilizando.
—Soy tu juguete —digo con pesadez.
—Exacto. Mía —siento que lo último tiene doble significado.
—¿Qué debo hacer ahora? —miro a la nada que hay aquí, a unos cuántos kilómetros del pueblo.
—Volveremos y actuarás como si nada —dice con actitud tranquila.
—Owen sabe que me llevaste.
—Hice que esa falsa Jana lo durmiera por un largo rato.
—Volvamos antes de que sigan sospechando de nosotros —pongo los ojos en blanco, nunca cambia.
Subimos a la camioneta y a gran velocidad volvemos al camino que va al bosque.
Seguiré diciéndome lo mismo: ¿quién es quién, aquí?
Me duele que Agar ignore lo que le he confesado. Todo esto lo hice por amor, para seguirlo a él, no me importaba lo que hiciera, sólo él era mi mundo y ahora dudo que lo siga siendo.
El amor puede llevarte a hacer muchas locuras y yo inicié una hace muchos años. Ahora me estoy arrepintiendo.
Suelto una risa nerviosa. Que estupidez la mía.
—¿De qué te ríes? —lo miro de reojo y niego.
—De algunas actitudes que tuve y aún tengo. Nada importante —muevo la mano restándole importancia.
—No me dejas opción —disminuye la velocidad y estaciona al costado del camino.
Apaga el motor y sale. Da toda la vuelta, abre la puerta que está de mi lado y se sienta en mis piernas presionando con las suyas.
—¿Qué...? —no me deja hablar porque ya están sus labios juntos con los míos.
Empieza con un beso suave y lento, el que siempre soñé e imaginé. Correspondo el beso gustosa dejando que mis verdaderos sentimientos se expresen. Al cabo de unos minutos se torna más fuerte y apasionante.
—Di que eres mía —baja a mi cuello repartiendo besos húmedos.
—Soy tuya —se separa y me mira, en sus ojos hay deseo.
Ahora dudo mucho más que antes. Le estoy entregando mi cuerpo y alma, y no hay vuelta atrás.
—¡Agar! —suelto otro suspiro, extasiada.
Ahora sí le pertenezco.
Owen:
¿Qué es lo que me pasó? Solo recuerdo que iba camino a buscar a Sonia y alguien me inyectó algo en el brazo y nada más.
Ahora estoy en mi habitación. Me levanto de la cama algo mareado, trato de llegar a la puerta y cuando lo logro está cerrada con seguro.
—No puede ser —busco las llaves pero no las tengo.
Tendré que esperar.
Pasa el tiempo y todo sigue igual. Sigo solo.
Me recuesto en la cama, observo la habitación, la misma de todos los años. Tendré que pedirles que me cambien otra para el año que viene o si es que llegamos al otro año porque como van las cosas, esto no pinta nada bien.
Escucho que tratan de abrir la puerta. Me levanto de golpe pero freno al ver sangre entrar por debajo de esta. ¿Qué habrá pasado? Sigo hasta abrir la puerta y lo que veo no me lo creo.
—Jana... —me inclino hacia ella, está fría, está muerta—. ¿Qué...?
Saco el teléfono y marco a Lawrence. No le gustará nada esto.
—Habla.
—Mataron a Jana.
—¿Qué?
—Sí. ¿Qué hago ahora?
—Sácala de ahí. Del lado derecho de la mansión, te espera una camioneta gris.
—¿Tengo que ir también?
—Cambiaremos los planes. Apresúrate.
Finalizo la llamada.
No puedo creer que le fallé. Si no me hubieran sedado... tal vez... tal vez...
Tomo en brazos el cuerpo de Jana y me pongo en marcha a pesar que mi mente y corazón me dicen que no. Tengo suerte de que no hay casi ningún colaborador por aquí. Llego al ascensor, pero este se abre dejándome ver dos de ellos.
Mierda...
Salgo corriendo de ahí como puedo, evito que me disparen zigzagueando pero logran herir mi brazo.
¡No! Tengo que salir de aquí.
Bajo las escaleras donde estas hacen un crujido produciendo eco por todo el lugar.
¿Algo más me tiene que pasar?
—¿Owen? —ay no—. ¡Owen!
No ahora Agar. Escucho que silva y eso es malo, muy malo. Está avisando a todos los colaboradores que se preparen para...
—¡Ignis! —para que diga eso.
Logro salir. Subimos a la camioneta que nos esperan. Una vez que subimos arrancan con todo.
—Jana... —sin que lo sienta, cae una lágrima a su rostro pálido. ¿Por qué, Jana?
¿Qué sentido tiene seguir sin ella?... ¡Sonia!, cierto. Pero una parte de mí sigue decepcionado, le fallé, y yo me prometí que la cuidaría. Todo fue en vano.
Que idiota.
No pasa mucho tiempo, reacciono cuando me hablan.
—Llegamos —dice el conductor.
Bajo con el cuerpo de ella en brazos.
—No cumpliste con tu promesa —niega Lawrence.
Está delante mío, se lo ve demasiado tranquilo, algo que me hace dudar de él.
—Hice lo que estaba a mi alcance.
—Pero no fue lo suficiente —saca su arma y me apunta—. Ahora es tu turno.
—No... por favor —me queda Sonia, y no la quiero dejar.
—Deja el cuerpo, se encargarán de eso —arruga la nariz y niega mirándola con asco—. Vete ya, adentro.
Hago lo que pidió. Camino con temor, si llega a dispararme, es mi final.
Por suerte llego bien adentro.
—Explícame ese sistema nuevo que hicieron, el de las claves y lo demás.
Caminamos a la sala abandonada donde estuve la última vez. Se sienta en una silla vieja de madera negra y yo hago lo mismo en otra que es blanca.
—Es para que los jugadores no sepan nuestros movimientos.
—Bien, sigue.
—Decimos algunas palabras en latín. En otras hacemos gestos o sonidos y cada uno tiene su significado.
—¿Por qué hicieron las máscaras de difentes colores?
Editado: 11.02.2021