Al llegar Mario rompió el vidrio con el hacha y muy a prisa comenzamos a salir de esa habitación. Al caer al suelo nos fuimos alejando lo más rápido que podíamos pues necesitábamos respirar aire no contaminado. Cuando paramos empezamos a toser mientras doblábamos nuestro torso, yo tenía las manos en mis rodillas y luego pasé una por mi boca para limpiarme.
Me di cuenta que estaba un poco afónica pues me dolía la garganta. Empezamos a caminar hasta que salimos por una puerta gigante que daba con una zona donde había varias salidas y sus gigantes puertas estaban abiertas.
También me percaté que Sonia había perdido su arma al estar sujetados en las rejas de aquella habitación.
Observábamos todo el lugar mientras que yo me acerqué a la baranda del sitio donde estábamos para darme cuenta que abajo había un gran abismo. Los caminos hacia las puertas estaban unidos por medio de puentes. Miraba mis pies que movía con ligereza adelante y atrás y entonces reconocí aquel piso, pues era el mismo que vi cuando nos llevaron vendados.
Por otra parte, no teníamos idea de cuál camino escoger, pero finalmente decidimos ir en línea recta. La puerta por donde salimos fue descendiendo hasta cerrarse por completo. Íbamos rumbo a la salida o al menos eso creímos, yo suspiraba y no podía evitar pensar en Enrique porque hace apenas unos minutos lo dejé atrás.
—¡Andrea!
Escuché a lo lejos mi nombre…
—¡Chicos! —alcancé a escuchar una voz con poca intensidad.
Por un momento pensé que la escuchaba en mi mente, pero debido a que la oí varias veces me dispuse a voltear (los chicos iban delante y yo de ultima). Para mi sorpresa era Enrique que venía caminando arrastrando sus pies y había salido por otra de las puertas que se encontraban allí.
Mis ojos se aguaron y salí corriendo a recibirlo. Los demás se percataron de su presencia y se devolvieron. Lo abracé con fuerza porque no creía que eso fuera posible.
—¿Cómo es posible? —me separé de él y lo tomaba del rostro con ambas manos.
Sonreía —desperté unos minutos después que se fueron, —tomaba aire —pero no pude seguirles el paso y tuve que hallar otra salida.
Nos volvimos a abrazar y en ese acto de felicidad que tuve él dio un giro de manera que yo quedé frente a los chicos viendo cómo se acercaban a nosotros. Noté que Sonia y Mario estaban de últimos mientras que Sabrina junto a Luciano se encontraban más cerca.
Entonces vi que una de las criaturas igual a las que estaban en el drenaje se acercaba con una especie de lanza que sostenía con ambas manos. Iba en dirección de Sonia y Mario.
—¡Chicos detrás de ustedes! —grité con todas mis fuerzas, pero mi voz no alcanzaba a proyectarse, además que en esa zona donde estábamos había mucho ruido.
Enrique se percató de lo que decía y luego de voltear pudo gritar con mucha fuerza las mismas palabras que yo, pero fue muy tarde.
Aquella bestia atravesó a Sonia por su costado derecho.
Sonia gritaba mientras de su boca salía sangre. Mario golpeó a la criatura con el hacha en un intento por asesinarla, pero la bestia hizo un ruido escalofriante y lo atacó golpeándolo con fuerza hasta estrellarlo contra el piso casi lanzándolo al abismo.
Luciano comenzó a dispararle a la criatura y esta ponía sus manos en la cabeza mientras gritaba y corría de un lado a otro. Corrimos con la intención de acercarnos a Sonia, sin embargo, aquel monstruo empezó a rasguñarla y la alzó para arrojarla contra el suelo y luego volverla a tomar.
Sostenía a Sonia con ambos brazos y la arrojó hacia la baranda. Los tubos se rompieron y ella cayó en ese abismo sin fin.
—¡Nooooo! —Mario gritó y corrió hacia el borde de la superficie.
Luciano logró darle un disparo a la criatura en el estómago. Esta gritaba y se retorcía por todo el lugar hasta que caminó hacia el pasamano y también cayó al abismo.
Todo había pasado tan rápido que yo no sabía qué hacer, mis manos estaban temblando y respiraba agitada. Nos acercamos a la baranda donde estaba Mario arrodillado mientras lloraba.
Sabía que Sonia estaba muerta, aun así, quise mirar hacia abajo con la esperanza de verla, pero fue inútil. No había ningún rastro después que ese monstruo infernal la arrojara al abismo. No tuvimos tiempo de llorarla porque las puertas que estaban en ese lugar comenzaron a descender indicando que faltaba poco para que se cerraran.
—Vamos Mario, tenemos que irnos —Sabrina se acercó a él y puso la mano en su espalda.
—Déjenme aquí. Quiero morir con ella —decía mientras pasaba su antebrazo por el rostro.
Le insistimos hasta que logramos convencerlo considerando el poco tiempo que nos quedaba. Las puertas casi se cerraban, pero pudimos salir de allí antes que pasara.
Al salir de aquel sitio pudimos confirmar que nunca estuvimos en una “zona de refugio”. Comencé a pensar que la cueva era una entrada improvisada a ese lugar y que la montaña no era lo suficientemente grande para que todas estas instalaciones estuviesen dentro de ella, entonces deduje que estábamos bajo tierra.
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Editado: 20.10.2022