Seguíamos peleando contra las criaturas unos minutos que aparentaban ser eternos, sin embargo, parecían multiplicarse en gran manera. No importaba cuantas de ellas golpeábamos y matáramos, su número era infinito.
—¡Debemos salir de aquí! —Enrique gritó después de darle una patada a una criatura.
—¿¡Hacia dónde!? —Sabrina preguntó mientras limpiaba rápidamente la sangre de su frente.
—¡A donde sea! —golpeó a una criatura con el bate —¡síganme! —hizo una seña con su mano.
Nos íbamos abriendo paso entre esos monstruos para escapar de allí y una de ellas me agarró del brazo y me rasguñó mientras intentaba zafarme, por suerte Mario le cortó la extremidad y me liberó.
Mientras corríamos las golpeábamos para que se apartaran del camino por lo que cada uno de nosotros estaba concentrado en salir de allí. Corrí sin mirar atrás y hasta que mis piernas no pudieron más.
Cuando volteé a observar a los chicos ninguno de ellos estaba detrás de mí. Mis piernas temblaban y con las manos alrededor de mi boca comencé a gritar sus nombres, el ruido se esparció por toda la cueva, pero no obtuve respuesta alguna. Por el contrario, solo logré llamar la atención de las criaturas.
Miré a un lado y al otro pensando qué haría, entonces vi una caverna a la derecha. Ingresé en ella raspando mis brazos y piernas, pero pude ocultarme de manera eficaz de las criaturas.
Puse la mano en mi boca para silenciar lo más que pudiera mis sollozos, luego las escuché caminar cerca de la caverna e incluso me parecía que se comunicaban entre ellas.
Pasó un rato y rompí en llanto porque pensaba en mis amigos, creí que era la única que seguía con vida, aunque al mismo tiempo sentía que no sobreviviría a esa pesadilla. Decidí quedarme en aquel lugar a descansar pues parecía ser seguro, además no era muy inteligente salir de allí, ya que, aún oía a las bestias rondar.
Sentía como los músculos de mis pies palpitaban y mi estómago se retorcía, también pasaba la lengua por mis labios una y otra vez porque estaban resecos.
Respiraba con calma y movía la pupila de los ojos a los lados. Al no oír más ruidos tomé la decisión de salir y buscar a los chicos. Estando afuera caminé unos cuantos metros lejos de la caverna, pero me comencé a sentir mal. Puse la mano en mi estómago y me dieron náuseas, luego vomité.
Sentí mucho asco cuando vi que expulsé gusanos seguidos de sangre, eran tantas larvas que me ahogaba mientras salían de mi garganta. Luego alcé el rostro y vi como una criatura se fue sobre mí.
Por suerte desperté dándome cuenta que todo fue una pesadilla, respiré profundo y saboreé mi boca para confirmar que no había gusanos en ella. No sé cuánto tiempo estuve dormida, pero debía salir de aquel lugar y buscar a los chicos. Además, quedarme en esa caverna podría convertirse en una muerte segura porque si me acorralaban no habría a donde ir.
Salí de la caverna y comencé a caminar despacio. Busqué a los chicos por todos los lugares que caminé, pero no los hallé. Algo en el suelo llamó mi atención, eran unas huellas, entonces avancé siguiéndolas hasta que encontré un cuerpo tendido en el piso. Pensé que se trataba del cadáver de alguno de mis amigos.
Me acerqué y respiré con calma cuando me di cuenta que era una de las criaturas muerta. Continué caminando y vi una silueta en medio de la oscuridad. Era alguien con una cámara, las luces de esta resaltaban en las tinieblas y esa persona grababa el cadáver de otra criatura que estaba en el suelo.
—¡Luciano! —grité —¡soy yo, Andrea! —me señalé a mí misma.
Pensé que se trataba de Luciano porque las criaturas que estaban muertas tenían heridas de balas, y él era quien llevaba el arma.
Aquella persona comenzó a correr y yo a seguirla. Por la forma de su silueta deduje que era un hombre. Pero mis pies me dolían y le perdí el rastro, era muy extraño que siendo alguno de los chicos huyera de mí.
Pensaba: ¿Por qué está grabando a las criaturas? ¿Es Luciano? ¿O se trata de alguien más?
Sin más opción continué vagando por ese sendero hasta que escuché un rugido. Una criatura me perseguía, yéndose hacia mi le di un golpe con todas mis fuerzas y el bate que llevaba en mis manos se partió en dos.
La criatura se levantó sacudiendo su cabeza y yo empecé a correr. El dolor en mi cuerpo desapareció y fue reemplazado por adrenalina, no obstante, me estrellé contra una pendiente y caí al suelo. Me pasé la mano por la cabeza y sentía sudor, pero por el golpe supe que era sangre.
La bestia se disponía a atacarme y cuando saltó cayó sangre en mi cara por una bala que atravesó su cabeza.
Intenté levantarme del suelo, pero todo se volvió borroso y lo último que recuerdo es cerrar y abrir los ojos mientras veía los pasos de una persona acercándose a mí.
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Reaccioné porque un perro lamía mi cara, agité un poco la cabeza y con algo de confusión acaricié al cachorro. Estaba acostaba y me apoyé en mis piernas para sentarme. Pasé las manos por mi cabello mientras intentaba recordarme de lo que había pasado y sentí una venda alrededor de mis cienes.
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Editado: 20.10.2022