Jueves 6 de agosto

Capítulo 11: Decisiones extremas

Mis brazos se movían con fuerza y pataleaba lo más rápido que podía. El río era profundo y ya cuando estaba llegando a la orilla sentí que algo me haló del pie.

—¡Ayuda! —grité mientras me hundía y el agua ahogaba mi voz.

Mario se devolvió por mí y me tendió la mano, me sacó del agua y alzábamos nuestras piernas para salir rápido del río. Habíamos perdido de vista a los chicos y los militares. Tocía un poco por el agua que tragué. Volteé a ver el río mientras fruncía el ceño. No sabía que cosa me había sujetado de la pierna, y tampoco quería averiguarlo.

—¿Qué hacemos? —puse mi cabello mojado hacia atrás.

—Sigamos con el plan —se encogió de hombros y señaló el sendero.

Seguimos nuestro camino y mis ánimos estaban por el suelo, la esperanza que hace unos momentos tuve, se esfumó como una estrella fugaz.

Tomé aire y le pregunté a Mario —¿lo que contaste es cierto? ¿Enrique fue quien asesinó a Hugo?

Se detuvo y me miró a los ojos —es la verdad, pero entiendo que no quieras creerme Andrea.

Lo miré de arriba abajo —por el contrario, te creo. Es solo que no es fácil creer que Enrique sea capaz de hacer algo así.

Sonreía de forma sarcástica —¿y yo sí?

—No quise decir eso…

—Ok, de todas maneras, eso ya no importa. Sigamos nuestro camino y salgamos de aquí.

Asentí y continuamos vagando. Llegamos a un sitio donde había un puente de metal de color grisáceo, tenía un barandal de rejas y conectaba un extremo de la cueva con otro. No sabíamos si debíamos cruzarlo o no, tampoco teníamos idea si los demás lo habían hecho.

Nos dispusimos a hacerlo, pero notamos que debajo del puente estaban unos militares y personas con trajes de bioseguridad. Habían atrapado a unas criaturas, las metieron en jaulas y las electrocutaban intentando calmarlas. Los gritos de las bestias se expandían por todo el lugar, eran aterradores.

Concordamos en que era arriesgado cruzar ese puente con todo lo que estaba pasando debajo de él. Nos regresamos buscando otra ruta, íbamos por medio de las cavernas y el suelo comenzó a sentirse más delgado.

Las grietas lo recorrieron en cámara lenta y Mario cayó por el abismo, intenté sujetarlo, pero caí junto con él. El polvo se esparcía por el aire y pequeñas rocas cayeron sobre nosotros. Nos estábamos recuperando de la caída y aparecieron cinco bestias enfrente.

Mario y yo caminábamos en retroceso hasta que corrimos rápidamente. Una de las criaturas me tomó del tobillo y caí al suelo, rodé sobre mi barriga pues me iba a atacar.

Mario le dio un hachazo en la costilla a la bestia y me extendió la mano. Gritos por parte de las criaturas nos aturdieron, saltaban y nos rodearon. Una de ellas lanzó a Mario al suelo yo hice lo posible por ayudarlo y el cuchillo que traía lo clavé en su espalda, pero el monstruo se ensañó más y luego otras dos me sujetaron de los brazos alejándome de mi amigo.

Vi como entre las otras dos agarraban a Mario y lo despojaron del hacha lanzándola a un lado. Una criatura tomó una roca de gran tamaño y parándose frente a él comenzó a machacar su cabeza una y otra vez.

Las lágrimas recorrían mis mejillas mientras me revolvía entre los brazos de esas criaturas intentando zafarme. Mario sangraba de la nariz y escupía sangre, fracturaron sus huesos hasta que dejó de moverse porque aplastaron su cráneo por completo.

Luego una me soltó, pero la otra me tomó del cuello, me ahorcaba y yo solo pataleaba mientras veía su horrendo rostro. Fue allí cuando llegaron los chicos, Sabrina apuñaló a la criatura que me tenía sujetada. Luciano y Enrique mataron a las demás, aunque les costó un poco. Creo que la furia que llevaban en su interior les ayudó a vencerlas.

Yo estaba sentada en el suelo sobando mi garganta y en ese instante vi como Enrique se acercaba al cadáver de Mario y arrodillándose comenzó a llorar. Luciano y Sabrina estaban cada uno en un extremo observando en silencio.

Me acerqué poco a poco al cadáver, y aunque quise consolar a Enrique algo dentro de mí me lo impedía al recordar lo que le hizo a Mario.

Pasó un buen rato y en el ambiente se podía respirar derrota, perder a tres amigos había acabado con la esperanza que en algún momento existió. Sobrevivir era algo casi imposible. El hambre y la sed que teníamos era mucha y los golpes en nuestro cuerpo dolían.

El silencio en el lugar fue interrumpido por Luciano…

—-¿Lo que contó Mario es verdad? —hacia una forma extraña en la tierra con su dedo y volvió la mirada a Enrique.

Suspiró —aunque me cueste mucho admitirlo, es verdad.

—¿Cómo pudiste hacer algo así? —preguntó Sabrina.

—No es momento de juzgar, eso está en el pasado.

Apretaba los labios —no te juzgamos, pero recuerdo que repetiste en muchas ocasiones que te marchaste temprano de esa fiesta —Luciano se encoge de hombros —y ahora resulta que nos enteramos de que no solo te quedaste, si no que tú eres el que mató a Hugo.

Carraspeó su garganta —ese canalla se lo merecía, no era la primera vez que se aprovechaba de una chica inocente.




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