Los pasos de toda la multitud avanzaban por el camino de tierra levantando pequeñas nubes de polvo que se perdían en el aire.
—¡Serán dirigidos a la jaula de combate! —una voz resonó y se expandía a través de un megáfono —¡les recordaremos quien manda aquí! —dijo aquel hombre haciendo que las venas de su cuello se tensaran con cada palabra.
De repente tropecé con un hombre que estaba frente a mí, él giró un poco el cuello y me observó sin darle mucha importancia. La velocidad de movimiento se redujo y ahora apenas había espacio para avanzar. Apretujada, con calor y pisadas en mis pies continué adelante. Luego de atravesar una entrada que se quedaba corta para la cantidad de personas, llegamos a un lugar que se asemejaba a un estadio.
Una jaula de gran tamaño se ubicaba en el centro, a unos cuantos metros un muro de piedra rodeaba el lugar y unas sillas inclinadas se extendían hasta donde te alcanzaba la vista.
Nos dejaban pasar en filas y sentarnos para observar lo que sea que harían. Cuando tomé asiento aproveché de inclinarme con la intención de hallar a los chicos, pero no logré encontrarlos por más que miré a todos lados.
Unos aplausos hicieron que mi atención se centrara en la Jaula. Entonces vi como metieron a un Belicoso que transportaban amarrado de su cuello, la criatura llevaba algo en sus manos, pero por la distancia no lograba distinguir que era.
Apretaba los brazos de la silla y me mantenía en una posición rígida. Pensaba en mis opciones para salir de ahí, sin embargo, no había manera de hacerlo pues las salidas del lugar estaban custodiadas por militares armados.
—¡Pero antes de darle una lección a ustedes! —un militar con un megáfono hablaba desde el centro de lugar —¡se la daremos a uno de los traidores!
En ese instante dos militares traían a un hombre sujetado por los brazos, estaba sin camisa y mientras caminaban se tropezó y cayó al suelo. Levantándolo lo llevaron hasta la jaula y lo lanzaron igual que un costal. Entonces el Belicoso comenzó a berrear y a correr alrededor de los barrotes golpeándolos con fuerza con la mano que tenía libre. Al mirar de nuevo pude distinguir que en su otro brazo sostenía a su cría.
La criatura con su cría entre sus brazos gritaba mientras buscaba una salida. El hombre dentro se mantenía recostado a los barrotes sin moverse, luego le tiraron una lanza.
—¡Que mate a la criatura o morirá en lugar de ella! —las personas alentaban la orden con gritos, aplausos y silbidos.
El hombre se inclinó para recoger la lanza. Gritando se fue sobre el Belicoso y este lo esquivó dando alaridos y echándose hacia atrás. El sujeto caminaba tratando de rodear a la bestia y luego corrió con fuerza atacándola de nuevo.
Luego cayó al suelo quedando bocarriba con las cejas alzadas y boquiabierto comenzó a arrastrarse hacia atrás con los codos. Su pecho, cara y manos estaban llenas de sangre. No entendía lo que había sucedido hasta que el Belicoso soltó a su cría, la lanza la atravesó.
El monstruo berreaba y agachándose tocaba a su bebé con ambas manos moviéndola de un lado a otro. La criatura gritaba y observaba al hombre. Después se levantó dejando en evidencia su gran tamaño y lo atacó, él no se movió del sitio donde estaba.
La criatura le rasgó el cuello y comenzó a destriparlo mientras continuaba gritando. Al sacar sus entrañas las arrojaba alrededor de la jaula y los militares cerca fueron chispeados de sangre. En seguida hubo aplausos y gritos de celebración que cesaron rápidamente por los disparos de un militar. La multitud enmudeció.
El Belicoso continuaba corriendo por la jaula y con sus manos halaba los barrotes. Una mano fría tocó la mía, giré mi cabeza y vi que era Derek.
—Disimula —habló entre dientes y entonces volví la mirada al frente.
Un militar se acercó demasiado a los barrotes que conformaban la jaula y el Belicoso lo tomó del brazo y comenzó a morderlo hasta que se lo desprendió. Los otros militares dispararon con sus metralletas acribillando a la criatura haciendo que esta cayera al suelo en seco.
—Todos deben mantener la calma —la voz de una mujer se escuchó, era Alicia —no nos obliguen a sacrificar más vidas de las que son necesarias. En el siguiente acto veremos cómo luchan a muerte dos de nuestros nuevos prisioneros.
Gritos y alboroto hubo entre las personas que observaban el espectáculo. Entonces vi como cuatro hombres iban camino a la jaula, uno era Luciano y el otro Enrique, a los otros dos no los conocía.
Abrieron la puerta de la jaula y todos entraron. Luciano aún continuaba armado con el hacha, Enrique con el bate y los demás con una lanza.
Los chicos armaron equipos para pelear con aquellos sujetos. Caminaban en círculos uno frente al otro preparándose para atacar. Uno se fue contra Luciano y lo rozó en la costilla con la lanza.
Enrique contrarrestaba con el bate los golpes que el otro sujeto le daba con la lanza. La lucha continuaba cuerpo a cuerpo. Las personas en el lugar gritaban “mátalo”, aunque no entendían a quién apoyaban con su bullicio.
Derek se levantó aprovechando la distracción y me hizo seguirlo. Al final de la fila estaba un militar de espaldas y yo tomando la navaja se la clavé en el cuello al mismo tiempo que tapé su boca y dirigí su cuerpo al suelo. La sangre salía de sus venas y sus músculos temblaban.
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Editado: 20.10.2022