Luego de unos minutos las personas al frente rompieron la puerta y a empujones todos intentaban salir de ese lugar, recuerdo que solté las manos de los chicos y me incliné para recoger a Dusty y llevarlo en mis brazos.
Al otro lado de la puerta nos esperaba de nuevo la cueva, sin embargo, había muchos caminos y era difícil decidirse. Concordamos en ir por el sendero que se encontraba en medio mientras que casi todas las demás personas iban por la derecha.
La situación era algo irónica pues estábamos una vez más internados en la cueva, pero en esta ocasión solo éramos tres personas. Bajé a Dusty de mis brazos y corrimos hasta que nuestras fuerzas se agotaron.
Las gotas de sudor caían de nuestros rostros mientras paramos a retomar energía. La oscuridad era intensa, pero al estar tanto tiempo recorriendo ese lugar nuestra pupila se adaptó y nos permitía caminar sin chocar con las rocas.
Por el lugar se expandían ligeros ruidos de voces, eran gritos y palabras algo extrañas como “infierno”, seguidas por risas que al escucharse parecían provenir de todas partes.
Continuamos nuestra ruta hasta que sentimos que la temperatura se elevaba, a un lado de la cueva estaba un tubo muy grande que rechinaba y emitía pequeñas estelas de vapor.
—¿Lograremos salir de aquí? —dijo Luciano luego de suspirar.
—No lo sé…
—Hemos llegado muy lejos, no podemos rendirnos ahora.
—¿Por qué Duane te respondió de esa manera?
—¿A qué te refieres? —Enrique se detuvo y alzó la mandíbula observando a Luciano.
—Entre todas las cosas que han pasado algo no encaja —hizo una pausa— ¿Por qué Duane dijo que esta vez no podía ayudarte?
Se encogió de hombros —no lo sé, ese tipo se volvió completamente loco.
—Cuando te dejamos en aquel cuarto estabas casi inconsciente y luego apareciste como si nada.
Alzó las cejas —¿me estas acusando de algo?
—No, solo digo que es sospechoso.
Se reía y pasaba la lengua por el borde de sus labios —admítelo Luciano, tiene celos de mí porque soy mejor que tú y porque Andrea está conmigo y no contigo.
—¿¡De qué demonios hablas? —frunció el ceño —yo no tengo celos, además tu eres el que siempre ha querido tener lo que yo poseo.
—Ja, ja, ja —movía la cabeza hacia los lados diciendo que no —no mientas ni te mientas a ti mismo.
—Ya chicos por favor no es el momento para que discutan por idioteces.
—No me extrañaría que supieras más de lo que demuestras, digo no —se encogió de hombros —después de que hundiste a Mario para salvar tu pellejo.
—Si crees que tengo algo que ver con todo esto es mejor que cada quien siga su camino, Andrea vamos —me tomó de la mano y me haló consigo.
—¡Espera! —grité soltándome de su agarre —esto es una estupidez, tenemos que permanecer juntos o no lo lograremos.
—¿A quién vas a escoger? —Luciano me miró directamente a los ojos.
—¡No voy a escoger a nadie!
—No te va a escoger a ti Luciano —se tocaba la frente varias veces con el dedo índice —métetelo en la cabeza.
—¿Andrea porque no le dices que hace unos meses salimos juntos y que además nos besamos?
Hubo un silencio de unos cuantos segundos —¿eso es cierto Andrea? ¿te veías con él?
—No es momento para hablar estos temas —dije sin poder mirarlo a los ojos —tenemos que buscar una salida.
—Es cierto —pasó la mano desde su frente hasta la parte de atrás de su cabello —¿me estabas viendo la cara de estúpido?
—Eso no es así Enrique…
—Andrea nunca fue tuya imbécil, siempre será mía.
Bastaron esas últimas palabras para que Enrique lo tacleara y tumbándolo al suelo lo golpeaba. Luciano se lo quitó de encima y después de dar unas vueltas en la tierra comenzó a devolverle los golpes, yo lo halaba intentando separarlos, pero mis manos resbalaban de sus brazos.
Mientras continuaban peleando recibí un golpe en la nariz con el codo de uno de ellos, caí al suelo y me toqué el rostro para sobarme. Dusty les ladraba y los ladridos se escuchaban en eco por toda la cueva, sin embargo, hubo un instante en el que enmudeció y se quedó con la cola alzada mirando a la oscuridad.
Hipnotizada intentaba ver lo que Dusty veía, pero no lograba distinguir nada. Las tuberías de vapor a un lado continuaban expulsando estelas de aire caliente.
Algo en mi reaccionó y me levanté del suelo, con gritos intenté llamar la atención de los chicos, pero no hacían caso de mi voz. Sacudiendo mi cabeza decidí irme de allí pues quizás eso frenaría su pelea.
Apenas avancé tres pasos cuando nos sorprendió Alicia con tres militares armados, dos a su derecha y uno a su izquierda.
—Sepárenlos —Alicia señaló a los chicos que continuaban golpeándose, los separaron los militares y los sujetaban de los brazos. —Sabía que no podían estar muy lejos, pero me han hecho enfadar y perder mucho tiempo —sacó una linterna y la encendió —arrodíllense y ustedes soldados apúnteles en la cabeza, cualquier movimiento por mínimo que sea —hizo una pausa —dispárenles. También pónganle un bozal al perro, no quiero escuchar más ladridos.
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Editado: 20.10.2022