Jueves

Jueves 19 de febrero


Son las siete de la mañana en la ciudad de Madrid, el tráfico comienza a inundar la ciudad. Es el sonido ensordecedor de los autos lo que despierta a Dylan esa mañana.

La luz del día entra por su ventana, haciéndolo saltar de la cama, pues el aturdidor sonido del tráfico y la fuerte luz que inundan la habitación sólo pueden significar una cosa... está por amanecer y el debería estar listo para ir a su trabajo.

A unas veinte cuadras de distancia; Ana se toma una tercera taza de té, mientras le da de comer a su pequeño cachorro. Su actitud es opuesta a la de Dylan.

Ella disfruta de cada ruido matutino, despierta antes que salga el sol y ésta lista antes de tiempo.

Cuando el reloj marca las siete de la mañana; Ana se encuentra frente al espejo, se recoge su melena castaña en una coleta alta, amarra los cordones de sus zapatillas y revisando que su Jean no se vea muy desgastado y que su suéter no dejé motas en cada rincón; sale de casa. Hoy es el inicio de sus exámenes, pero está tranquila, había estudiado toda la semana, se siente preparada y camina a paso seguro hasta la estación del tren.

Dylan sale de casa sin desayunar, ni darle de comer a su pequeño pero gordo hámster. Corre contra el tiempo, mirando; a cada minuto su reloj de pulso, mientras corre a la estación del tren, deseando encontrar uno directo a su trabajo, pero al llegar a la taquilla, la joven encargada de vender los boletos le informa que el directo acaba de salir de la estación. Dylan, lanza maldiciones inaudibles para la inocente joven y mirando desesperado por enésima vez su reloj, pide un boleto para el tren que está próximo a salir, siempre y cuando lo ayude a llegar a su destino.

Cuando el joven aborda el ferrocarril, este está a reventar, se sienta en el primer lugar que encuentra libre, pero se arrepiente al instante, pues un niño pequeño llora en el asiento de enfrente.

Dylan cierra los ojos y se acomoda en su asiento, intentando no pensar en los gritos del niño; ni en el regaño de su jefe por llegar unos minutos tarde. Milagrosamente su primera preocupación desapareció; el niño cambio su insoportable llanto por unas melodiosas carcajadas, él confundido abre sus ojos, los cuales quedan fijos en la muchacha de suéter fucsia que llena de vida el insípido vagón, fue ella quien cambio el llanto del pequeño por risas. Mientras el niño reposa en las piernas de su madre, la joven lo calma jugando con un colorido llavero.

Ana se entretiene con el pequeño José, cada día se encuentra con el niño en el tren y juegan hasta llegar a su parada; la chica toma cada mañana el mismo tren, ha llegado a conocer a algunos de los pasajeros, a su lado derecho está el señor Rogelio, siempre le hablaba sobre su hijo, que está pronto a graduarse de médico, el no hace más que decir lo emocionado que está por asistir a la graduación de su hijo, incluso Ana llegó a sentirse entusiasmada uno que otro día mientras lo escuchaba hablar, frente a ella está un chico hasta ahora desconocido, nunca lo había visto en el tren, o al menos en ese vagón, era guapo ,muy guapo... , su camisa de cuadros y su Jean clásicos lo hacían ver interesante, sintió pena por ella, tan desarreglada e insípida, no se imaginaba que Dylan la miraba cada minuto, que sentía la necesidad de mirarla a cada segundo. Ella clavó sus ojos marrones en él, no creía en el amor a primera vista; tampoco podía catalogar los fuertes latidos de su corazón como amor, pero ese chico definitivamente era digno de ver, algo que ella no podía dejar de hacer, su mirada siempre se desviaba hasta el muchacho, que parecía no fijarse en ella, según pensaba.

Dora, otra de las grandes acompañantes de viaje de Ana se encuentra junto a Dylan. Ella sólo abordaba el tren los jueves, Para ir a visitar a su marido al centro de rehabilitación, donde está internado desde hace unos meses, la señora, mira atentamente a los dos jóvenes, pues ella ha notado la mirada de uno fija en el otro y los observaba un tanto divertida.

La segunda preocupación de Dylan había desaparecido, también a causa de la linda muchacha, no porque su jefe no lo riña al llegar a la oficina, la razón es otra, ella había parado el tiempo para él, ya no le preocupaba llegar un poco retrasado o incluso no llegar, podría mirarla todo el día, tan alegre, natural y fresca.

Aunque el viaje a sus destinos duraba aproximadamente una hora, ambos los sintieron como segundos...

Ana presentó su examen en la Universidad (sin dejar de pensar en quien deseaba fuera su nuevo compañero de viaje) y Dylan llegó a la oficina con una sonrisa, animado comenzó sus tareas y compensó su retraso con un poco más de trabajo.

Al final para él había valido la pena.

 



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En el texto hay: amor, terrorismo, 11m

Editado: 23.08.2020

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