Prólogo.
24 de marzo, 2009.
Cuando el señor Willis pasa por mí en la academia de música supe inmediatamente que mis padres ya se habían ido a su viaje de negocios. A pesar de que esta mañana cuando mis padres me dejaron en la escuela nos habíamos despedido, y los había obligado a prometerme que no se quedarían por mucho tiempo quería echarme a llorar. Siempre he sido la consentida de ambos, los amaba demasiado. Prefería mil veces estar con ellos que con Nancy, nuestra niñera.
Ella nunca hacía nada. Solo se portaba como tal cuando mis padres estaban en casa, pero mientras ellos estaban fuera ella solo se encerraba en la sala de cine por horas. Creo que incluso una vez no la vi durante cuatro días.
No me agradaba para nada.
Cuando el señor Willis me abre la puerta de la camioneta salgo no sin antes agradecerle y desearle un feliz día. Al entrar me quedo parada en la entrada principal. No se escucha nada, ni siquiera las ollas chocar contra la cocina o las cucharas al hacer contacto con el metal de las pailas.
Extraño las canciones de amor que pone mamá o cuando papá me recibe con un abrazo de oso. Me encanta cuando por las noches me quedaba a dormir con ellos y comenzaban a contarme anécdotas de su juventud, sin duda su historia de amor es mi favorita.
Mientras camino en dirección a las escaleras la sensación de que eso nunca volvería a ocurrir me abarca.
No. Ellos regresarían lo más pronto posible. Lo prometieron.
Y si los Cortez éramos una familia de ejemplo era por nuestra palabra.
Ellos no me fallarían. Jamás lo han hecho y jamás lo harán.
Alejé esa sensación en los más escondido de mí ser y me concentré en llegar a mi habitación pero el llanto de un bebé hizo que me desviara de mi camino.
—Hola pequeñín—me acerco a la cuna donde está acostado Nicolás, mi hermanito de casi dos meses de nacido— ¿Tienes hambre? —Parece entenderme porque llora aún más fuerte—. Uh, parece que sí.
Lo tomo en brazos meciéndome de un lado a otro para calmarlo un poco. Cuando mi objetivo es cumplido camino fuera de la habitación hacia mi habitación que se encuentra al lado. Dejo mi bolso y salgo, bajo las escaleras y voy hacia la cocina.
La cocina está vacía. Miro el reloj y compruebo que son las 5.54 de la tarde, por lo tanto al ser hoy martes y que mis padres estén de viaje las cocineras debieron de haberse ido ya y dejado la cena en el horno.
Me acerco al gabinete donde se encuentran las cosas de Nicolás y comienzo a prepararle el tetero con rapidez.
Minutos después estoy sentada en la sala de estar mientras le doy de comer a Nicolás. Solo lo miro para asegurarme de no ahogarlo con la leche. Él mientras tanto tiene los ojos cerrados.
Suelto un suspiro.
Quiero que mis padres lleguen rápido.
La sensación regresa y solo puedo rogar que nada les pase.
***
Me remuevo en mi cama de nuevo y miro el techo con estrellas que brillan en la oscuridad que papá pegó para mí.
Después de dejar a Nicolás dormido me di una ducha y comí algo. Hice mis tareas y decidí dejar el tetero listo en la nevera para cuando Nicolás se despertara en la madrugada.
Nancy no había salido de la sala de cine desde que llegó una hora después de haber dejado al bebé en la cuna.
Debido a que mañana tenía clases decidí dormirme temprano pero no he podido hacerlo.
La sensación de vació no se ha ido.
Me digo a mí misma que ellos regresaran y que debo dormir. Cierro los ojos y cuento los números del uno al diez. Pero cuando voy por el número siete el sonido del timbre me pone nerviosa.
¿Serán ellos? ¿Habrán regresado?
Salgo corriendo de la cama y bajo las escaleras lo más rápido que puedo, incluso las bajo de dos en dos.
Cuando llego a la puerta abro y me encuentro con un oficial de la policía.
—Buenas noches ¿Qué se le ofrece? —le pregunto.
Él solo frunce el ceño y mira hacia dentro de la casa.
— ¿Estas sola? —inquiere el policía.
—Mmm no—contesto dudosamente—. Estoy con mi niñera.
— ¿Podrías llamarla?
Asiento y lo dejo pasar, le ofrezco algo de beber pero lo niega. Camino hacia la sala de cine voy hacia los sofás camas que se encuentran adelante, allí me encuentro con Nancy durmiendo con la boca abierta. Tiene muchas bolsas vacías de papas fritas por todo el sofá.
La comienzo a llamar pero no responde, le abro un ojo y le soplo y es así como ella reacciona.
— ¡¿Qué mierdas te pasa mocosa!? —pregunta enfadada.
—Hay un policía en la sala que te espera—le informo.
— ¿Qué? —Balbucea— ¿Qué hiciste?
Quiero negarme y decirle que no hice nada pero Nancy solo se levanta haciendo caer en el suelo pedazos de papas fritas. Camino detrás de ella cuando nos dirigimos a la sala.
—Buenas noches oficial ¿Qué se le ofrece? —dice Nancy educadamente. Ruedo los ojos, que falsa es.