Capítulo 1: Cambios necesarios.
Summer.
Los Ángeles, California. Estados Unidos.
23 de Agosto, 2018.
—Con todo respeto señora—respiro pesadamente conteniendo la ira— pero usted me dijo que al yo salir del orfanato me darían a mi hermano—le recuerdo.
La señora (ni idea de cuál es su nombre o apellido) me mira con fastidio. Mira la pantalla de su computadora entrecerrando los ojos.
—Ya le dije que debido a su expediente no será tan fácil como le dije— murmura—. Fue detenida por posesión de drogas, tuvo una adicción a ellas, no tiene una buena estabilidad económica—enumera con sus dedos mientras lee en la pantalla—y ni siquiera está casada—me observa a través de sus lentes diminutos color fucsia. Que por cierto, son horribles—. No puedo entregarle a su hermano.
— ¡Tengo veinte años! —Exclamo indignada— ¡Obviamente no voy a estar casada!
—En tal caso, no puedes mantenerte a ti misma—entrelaza sus manos encima del escritorio—. A ver dime ¿Cómo piensas mantenerlo? Darle de comer, pagarle una buena escuela, vestirlo, necesitas una estabilidad económica. Necesitas dinero para que ambos vivan bien.
Eso podía entenderlo. En verdad lo hago, pero no quiero seguir con el miedo de que alguien pueda llegar a adoptarlo y yo no pueda hacer nada.
No soportaría perderlo a él también.
—Conseguiré un mejor trabajo, buscaré una casa, no haré nada ilegal pero por favor, no deje que lo adopten—imploro—. No deje que lo alejen de mí.
La señora sin nombre, ni apellido parece estar pensado. Se va a negar, lo veo en su mirada.
—Por favor—insisto.
Suelta un suspiro.
—Seis meses. Ese es el tiempo que te daré—me levanto rápidamente y la abrazo a lo que ella no me responde y decido soltarla mientras le agradezco muchas veces y seguidamente—. Pero si después de ese tiempo veo que no haces nada por cambiar, entonces le daré su custodia a la primera familia que desee adoptarlo—me asegura seria.
Yo solo puedo asentir repetidas veces y salir feliz del orfanato.
Cambiaré. Lo haré por ambos. Nos lo merecemos.
***
Luego de llegar a la habitación que alquilo me coloco el uniforme de mi trabajo que consiste en una falda tipo A blanca y un crop top negro donde en medio de mis pechos tiene el logo del bar.
Diez minutos después estoy recogiendo mi cabello en una coleta, al terminar salgo por las puertas que dan hacia el bar donde se encuentran los clientes, la gran mayoría ya ebrios.
Me acerco a un señor que está en sus cinco sentidos y le pregunto que desea para tomar o comer. Al tener su orden me dirijo a la barra y le pido a Carlos, el barman, un vaso con el wiski más fuerte.
Al tenerlo listo, lo coloco en mi bandeja y se lo dejo en su mesa.
Después de diez clientes Carlos me llama para informarme de que el jefe me está llamando.
Toco la puerta dos veces y entro.
El olor a aceite rancio hace que arrugue la cara. El jefe es muy sucio, en sentido de manía y mental.
—Hermosa Summer—me saluda con ese apodo que detesto— ¿Cómo has estado?
Lo miro confundida. Él nunca me pregunta como estoy, simplemente va al grano, nunca anda con rodeos como en este momento.
—Bien, supongo—murmuro.
—Me alegra—sonríe mostrando sus dientes amarillos. Siempre me he preguntado cuando sería la última vez que sus dientes tuvieron una lavada con pasta dental—. Te llamé para que fueras la primera en ver los nuevos uniformes que elegí.
Ay mierda.
Cuando dije que era sucio en mente a esto me refería. Los uniformes de las chicas siempre eran muy demostrativos, las faldas nunca se pasaban de diez dedos encima de la rodilla y los crop tops cada vez se encogían más. Además de que las chicas éramos las meseras teníamos que lidiar con los hombres ebrios que querían sobrepasarse y los uniformes no ayudaban en mucho, sino fueran por los chicos (que son los bármanes) muchas de nosotras habrían sido violadas.
Él nota mi cara de disgusto ante el uniforme.
¡Mi ropa interior me cubría más!
Esta sería la tercera vez que replico y me abstengo a usar el uniforme. Pero el jefe me advirtió que esta vez no podría negarme y que tendría que usarlo sino quería que fuera despedida.
Si me lo hubiera mostrado hace una semana o incluso ayer habría aceptado usarlo, pero hoy lo veo como la mejor manera de terminar con este trabajo. Y de eso saldría ganando por la liquidación, aunque no fuera mucho lo que me darían me serviría de algo.
—No pienso ponerme eso—los ojos del jefe se vuelven oscuros y eso me está asustando, cuando se enoja nadie debería por su bien estar cerca de él al menos cien metros.
—Te lo pondrás—dice molesto—y si no lo haces considérate fuera.
Justo lo que quiero.
—Entonces quiero mi liquidación—el jefe se sorprende y abre la boca—y la quiero en este momento—añado levantando una ceja. Siempre funciona.