Jugando a no enamorarse

Capítulo 8

     

Locura.

Descontrol.

Aún más locura.

Aún más descontrol.

Eso es todo lo que tengo en mi mente en estos momentos para describir las escenas que mis ojos presencian, una a una y casi en cámara lenta de una Raquel bastante borracha y con ganas de darme un merecido por haber estado con otra chica casi toda la noche. No hace más que caminar de aquí para allá meneando sus voluminosas caderas, provocándome y sintiéndose cada vez más segura con cada mirada que yo le lanzo.

No tengo muy claro a que está jugando pero sorprendentemente le gusta. Puedo notarlo en la manera en la que sus hombros están relajados mientras se mueve con un vaso de licor en la mano y coquetea con chicos que desconoce con la otra. Estos la miran completamente maravillados, seguramente pensando que este es su día de suerte.

No pueden estar más equivocados, ella hace todo aquello para provocarme a mí.

¿Y yo? Yo la observaba atentamente hacer todo aquello desde el sofá, con una copa de Vodka en mi mano y permitiendo a mis ojos deleitarse con la vista de vez en cuando (o más bien dicho, todo el tiempo). Podía resultar raro e incluso algo macabro para algunos, pero había algo demasiado sexy en la manera en la que ella hacia todo aquello para provocarme, para darme lo que ella llamaba "una lección".

Si supiera la cantidad de pensamientos impuros que todo esto me provoca estoy bastante seguro de que pararía asustada. O puede que alomejor continuará haciéndolo para ver hasta donde soy capaz de llegar. Estoy descubriendo una nueva imagen de ella, la que está debajo de toda esa imagen de falsa mojigata. Y, honestamente, me encanta esa parte de ella, la parte libre y segura de sí misma.

De repente deja de moverse y se queda muy quieta, pensativa en medio de la pista de baile. Busca algo (¿o a alguien?) con la mirada durante algunos segundos y cuando parece encontrarlo sus pies se mueven hasta aquel punto que la ha entretenido rápidamente. La veo a hablar con una chica rubia que creo es su mejor amiga Caroline y esta última la mira atónita mientras su amiga habla sobre algo.

¿Qué le estará diciendo que tiene a Caroline tan sorprendida? No he terminado siquiera de formular tal pregunta en mi cabeza cuando ambas chicas se suben a las mesas que hay en el salón y comienzan a bailar bastante provocativamente sobre ellas.

Con que era eso.

Los movimientos de Raquel son sencillos —su sistema borracho no da para más— pero tremendamente lentos y precisos, haciendo que el espectáculo sea incluso gratificante para los hombres —me incluyo— presentes en la sala. Su pelo suelto y castaño se mueve de un lado hacia el otro con ligereza y su pantalón vaquero ceñido se sube levemente hasta casi dejar ver su nalga derecha.

Me gustaría poder ser un caballero como los de las novelas románticas que ella tanto ama y acercarme hasta allí para decirle que aquello no está bien y que ha bebido demasiado; pero a la mierda la caballerosidad. Espectáculos como este solo pasan una vez en la vida, cuando Raquel esta borracha, y eso no hay que desperdiciarlo.

Ya seré un caballero mañana, cuando ella este sobria y pueda recordarlo. Hoy toca disfrutar.

Para deleite de algunos, más chicas se unen al resto de mesas, sillas y taburetes alrededor y siguen los pasos de las dos amigas; pero mis ojos no se desvían de Raquel siquiera por un segundo.

Parece... libre. Soñadora, apasionada, sin miedo alguno. Todos aquellos adjetivos que tan poco deja relucir pero que yo sé que muy en el fondo tiene en su corazón.

—Huuuuuuum, hace calor aquí, ¿no? —pronuncia ella en voz alta mientras se abanica con la mano. Varios chicos hacen ruidos obscenos y asienten repetitivas veces—. Hum definitivamente hace calor, ¿y si...?

Lo que pasó a continuación pasó tan rápido que apenas pude siquiera apreciarlo. Raquel estiro su transparente camiseta negra con agujeros por encima de su cabeza dejando su torso completamente descubierto, solo con un sencillo sujetador negro.

Sentí mis ojos dirigirse inconscientemente hacia su pecho.

Joder...

Joder.

Hostia puta.

Concéntrate Charles, concéntrate.

Casi puedo sentir lo dura que esta sobre mis pantalones.

Esto no está bien. Tienes que pararla o acabará desnuda frente a toda esta multitud. Haz lo correcto por una vez en tu vida.

Lucho contra mis instintos masculinos —que me dicen repetitivas veces que me quede a ver como acaba la situación o que me lleve a Raquel solo para mí— y avanzo hasta donde ella sigue bailando.

Aprovecho uno de sus giros patosos para cogerla de las piernas y cargarla sobre mi espalda. Su peso no es poco pero mis músculos están entrenados para soportar cosas peores y llevarla escaleras arriba no se me hace trabajoso. Puedo oír a algunos chicos refunfuñar y abuchearme por "cortarles el rollo", pero no me importa. Ya han tenido suficiente entretenimiento por la noche de hoy y Raquel me odiaría si supiera que le permití hacer algo tremendamente vergonzoso.




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