Miro de reojo a Charles, el cual se encuentra mirando a un punto fijo sin hacer nada en particular, cruzando y descruzando sus dedos como si estuviera nervioso y sin ganas de hablar o mirarme siquiera.
Trato de encontrar las palabras adecuadas en el interior de mi cabeza para entablar una conversación, pero no puedo. ¿Qué se supone que debo de decir? ¿Hay alguna manera correcta de comenzar esta conversación?
Hey, estabas al borde de un edificio. Me preocupas, y mucho, aunque visto lo visto debería dejar de preocuparme si no quiero acabar llorando. ¿Podemos hablarlo? La incertidumbre me está matando.
No, definitivamente no es buena idea.
—¿Qué piensas? —pregunta él en voz baja, casi inaudible para mis oídos, y yo me sobresalto.
Su voz sigue sonando sombría y lejana, pero tiene ese leve toque de familiaridad que hace que me sienta levemente más segura a su lado pese a lo que acabo de presenciar.
¿Cómo puede alguien que estaba completamente fuera de si hasta hace algunos minutos causarme tantos sentimientos en tan poco tiempo? Es incomprensible, inmoral.
Da miedo.
—Nada —miento yo.
—Dilo sin levantar la ceja, solo entonces te creeré.
Suelto una pequeña risa por el simple hecho de que me causa gracia que parezca conocerme mejor de lo que me conozco yo a mi misma.
—¿Por qué? —pregunto yo por fin, sorprendiéndome hasta a mi misma al pronunciar esas dos palabras.
Él está casi tan sorprendido como yo, puedo notarlo en la manera en la que sus ojos se abren levemente en sorpresa, pero ahora ya he hecho la pregunta y no puedo echarme atrás, así que no me queda de otra que armarme de valor y terminar lo que yo misma he comenzado.
Genial, Raquel, genial.
—¿Por qué estabas allí, al borde del edificio? —repito la pregunta, esta vez siendo un poco más clara en la respuesta que espero conseguir de su parte y con un poco más de desesperación en mi voz.
No quiero presionarle pero sé que si quiero obtener una respuesta debo hacerlo, aunque sea solo un poco. Jamás conseguiré algo de él si lo dejo solo y espero a que él venga a mí.
Él nunca vendrá a mí.
No soy nadie para que él se sienta así hacía mi.
Busco su mirada y aunque él lo evita nuestros ojos no pueden evitar encontrarse. Le miro de arriba a abajo, contemplándole fijamente, suplicándole una respuesta.
—No quieres saberlo. —pronuncia él.
—Sí, sí quiero.
—No quieres. Solo eres otra chica que se vuelve loca por Charles Brown y cree poder ayudarlo, nada más. No te intereso.
Sus palabras me duelen en el fondo del alma y sé que va directo a hacerme daño porqué se siente pequeño e inseguro. No le justifico, pero trato de comprenderlo y verlo desde ese punto de vista para no pegarle una bofetada allí mismo.
—Si crees que después de venir desde la otra punta de la ciudad solo porqué estaba preocupada por ti no me importas es que estas peor de la cabeza de lo que yo creía. ¿Tan difícil es creer que una persona te puede querer honestamente por una vez en tu vida?
—Nunca nadie lo ha hecho, ¿porqué lo harías tú?
—Porqué yo no me aparto fácilmente, pese a que tu intentes alejarme. Me importas, Charles. Siempre me importarás.
Sus ojos brillan y se le ve totalmente indefenso frente a mí. Es como un niño pequeño y asustado que no sabe bien cómo actuar y teme que su madre no le quiera lo suficiente o que su padre le abandone.
Quiero tranquilizarle, así que digo exactamente lo sé qué quiere oír: —Voy a quedarme junto a ti, porqué... —dudo. Lo que voy a decir ahora mismo puede arruinarlo todo o hacer de este momento algo precioso. No puedo decirlo, no tengo fuerza para admitirlo y que él me rechace—. Porqué yo creo en ti, Charles.
—Te destruiré, Raquel.
No me importa.
Bueno, sí me importa, pero no tanto como debería.
—Si no fuera un puto egoísta, te diría que te alejarás de mi. Que soy malo para ti, que me odies. Te lo repetiría una y otra vez hasta que te lo creyeras y te alejaras, pero ¿sabes qué? Soy putamente egoísta.
Y entonces sus labios impactan con los míos en un beso demandante, lento pero salvaje. Sus labios saben a alcohol y me disgusta levemente sentirlo en mi boca, pero el calor que siento a través de todo mi cuerpo hace que esa sensación sea secundaria.
No sé qué hacer, así que trato de seguirle el ritmo mientras enredo mis manos en su pelo.
—Esto no está bien. Joder, joder. —pronuncia él separándose de mis labios y yo le miro con los ojos entrecerrados sin comprender.
¿Habré hecho algo mal y por eso esta dudando?
Su toque se separa de mi cuerpo e inmediatamente siento frío.
Quiero que me toque. Necesito que me toque.
Esta sensación es como una adicción. Lo ansió, y cada mínima gota que pruebo de él me hace solo ansiar más y más.
Nunca tendré suficiente. Seguiré tomando y tomando hasta convertirme en una adicta, una persona completamente dependiente.