Me sacó, esa respuesta me sacó. Si dudaba, ya no dudaba más Él se la busco.
Dimos vueltas y vueltas por la ciudad, en un momento sé que tomamos la Av 9 de julio camino a zona sur, después de ahí no recuerdo, terminamos en un galpón en Avellaneda o Wilde no sé
.
- Bajate sorete-dijo Krusat -
- Para loco- dijo Juan –
Yo me sentía con una gran poder, mucha adrenalina contenida, realmente sentía la sensación de hacer justicia, quería vengarme.
- Escuchá, sorete. Esto te lo ganaste, te vamos a matar.
Al decir esas palabras, me agarró escalofrió, pero a la vez, me sentí bien, Juan no tenés escapatoria
- Te vamos a matar Juan ¿Sabías?
- No jodas Edy, no tenés huevos para eso. No tenés huevos para nada.
Inmediatamente, Krusat desenfundó su pistola. Yo lo miré y solo dije << Ahora >> Sentí un golpe seco contra el cráneo de mi amigo, de mi amigo de la infancia. Sus sesos volaron por todo el galpón. Cayó como si un rayo lo hubiera partido, cayó boca abajo. Ya no se lo veía tan valiente. Juan, no me jodés más, eso pensé. No sentí ningún tipo de remordimiento, al menos en ese momento. El ruido había sido tan sordo que nadie en los alrededores lo escuchó, nadie se acercó al galpón y ni siquiera escuchamos un grito o ruido hecho por alguien. Solo se escuchaba a los lejos algunos ladridos y maullidos que quebraban un poco el silencio de esa noche en un barrio que representaba a todos los barrios. Lo dejamos tirado en el galpón y nos fuimos. Antes de irnos, lo pateé y lo escupí. En donde estés, es lo que te merecías dije en voz baja.
Nos fuimos rápidamente de ese tétrico y mugriento galpón. En el viaje hacia la capital, no hablé una palabra. Krusat hizo un par de intentos para conversar conmigo, pero no pudo, yo sólo le meneé la cabeza de un lado al otro una vez, la segunda vez que lo intentó ni le contesté ni siquiera lo miré. A pesar de que había sido mi idea matar a Juan, estaba enojado con Krusat., le tenía bronca, él me había dejado puerta abierta para que yo pudiera vengarme. Es verdad que yo entré a través de esa puerta, nadie me incitó, nadie me empujó, pero si yo no hubiera conocido a Krusat jamás se me hubiera cruzado por la cabeza el querer matar a un hombre, y mucho menos si ese hombre era un amigo, mucho menos si ese hombre era Juan, Juancito Gambé.
Llegamos a la puerta de casa, lo saludé con un frío "hasta mañana", y me quedé por un momento en la puerta sin entrar, debía actuar, debía hacer una puesta en escena, no debía despertar sospecha, ni a papá, ni a Jazmín, ni a Cecilia (sí es que todavía estaba en mi casa). Entré muy despacio, caminé unos pocos pasos hasta que una suave mano me agarró del hombro.
- Hola, señor "ministro"- me cargó Jazmín -
- Ja, que exagerada. Estoy muy bien, un poco cansado.
- Se te ve cansado, ojeroso, y triste.
- No, triste no, cansadísimo.
- Bueno, si vos lo decís. ¿Comiste?
- No, no tengo hambre, me voy a dormir. Hasta mañana.
Fui muy seco, muy tajante, pero bueno, simulé estar cansado, Jazmín quería que vaya un rato a su cuarto, pero yo no tenía ganas, ella no se enojó pero, tuvo un sentimiento bastante parecido. Me acosté en mi cama recién tendida por las angelicales manos de Jazmín pero no podía dormir, daba vueltas y vueltas en la cama. En un momento me encontré boca arriba, con los ojos abiertos, mirando un punto fijo, no podía dejar de pensar en Juan, no podía olvidar esa imagen, el tiro furibundo y matador, su cabeza partida, sus sesos volando en el ambiente, en ese momento me pareció como que todo había ocurrido en cámara lenta, como si hubiera sido una película, yo me sentía un espectador, no un protagonista. Pero lamentablemente, yo era protagonista o coprotagonista, da igual. Yo había matado a un hombre, había sido cómplice de un asesinato, de un amigo, de un amigo que me había traicionado, pero un amigo al fin. No pude dormir en toda la noche. La entrada de la luz de sol por mi habitación me encontró con los ojos abiertos de par en par. Me levanté temprano y me fui para el ministerio, quería ver si aparecía rápidamente la muerte de Juan.
Al mediodía sonó mi teléfono interno, era Alicia.
- Edy, te paso un llamado, Ceci.
- Ok, pásamela.
Cecilia estaba desesperada, la noticia del asesinato de Juan ya había salido en los noticieros y en portales de internet. Hablaban de un crimen pasional, político, mafioso... como siempre el periodismo con varias hipótesis, y con alguna le iban a pegar. Ceci estaba muy mal, quería hablar conmigo, me iba a buscar a la salida.
Me estaba esperando en la puerta, estaba realmente muy mal, ojerosa, los ojos rojos, pálida, fuimos a tomar un café por avenida de Mayo.
- Lo mataron Edy, lo mataron como a un perro.
- Si... es terrible... como habrá sido.
La veía muy mal a Ceci, demasiado mal por una persona que yo sabía que apreciaba, más allá de la traición de ambos hacia mí, pero me parecía mucho, hasta que me confesó la verdad.
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Editado: 28.02.2018