Era la una de la mañana, me esperaba una noche ardua. Lo primero que tenía que hacer era llevar a Krusat al fondo de la casa y luego limpiar el living. La verdad que era muy pesado pero tenía todo el tiempo del mundo. Lo agarré de las muñecas y arrastrándolo muy lentamente lo llevé hasta el quincho y lo dejé en el piso. Tomé un serrucho bien afilado que tenía papá en el sótano de la casa y empecé a cortarle las extremidades por las articulaciones como había leído en el libro que trataba de carnicería (increíblemente me sirvió más ese libro que los de medicina para desmembrar el cuerpo) La sangre manchaba todo a su alrededor conmigo incluido. Me daba mucho asco y a la vez me hacía subir la adrenalina y, en el fondo, me encantaba destrozar ese cuerpo, el cuerpo de ese asesino a sueldo y cínico tipejo. Una vez que terminé de cortarle las cuatro extremidades, le corté la cabeza. Luego empecé a deshuesarlo. Tomé un cuchillo bien afilado, y comencé por las piernas. Le desprendí toda la carne de sus huesos, los huesos quedaron bien limpios, corte la carne como si fueran bifes. Seguí con los brazos, la cabeza la puse directamente en el freezer del quincho que era bastante amplio. La cantidad de carne era muy grande, Krusat era un tipo que pesaría más de cien kilos y más allá de que tenía grasa era bastante musculoso. Los huesos los puse dentro la bañera del baño de arriba. Había leído que los huesos podían disolverse con ácido fluorhídrico, que papá tenia en casa. Tiré el ácido sobre los huesos y era increíble el efecto, y era excitante ver como los huesos desaparecían ante mis ojos, fui corriendo al quincho, agarré la cabeza de Krusat, y también la puse en la bañera, y tiré más ácido, salía mucho humo al ponerse en contacto con los huesos. Vacié todo el recipiente donde tenía el ácido y sumergí la cabeza. Me fui a la cocina a tomar un café y fumarme un cigarrillo. Mientras fumaba, recordaba la primera vez que lo vi a Krusat. Había sido en la sala de las secretarias del ministerio, yo quería fumar y él me acompañó muy "amablemente" a la terraza. Me preguntaba sí ese hombre tenía algún sentimiento noble hacia mí. A mí me parecía que no, que era un resentido, un perdedor. Que vivía con bronca por la vida que le había tocado en suerte. Se le notaba que tenía bronca por su origen pobre, por su enfermedad. Yo creo que no tenía sentimiento muy nobles hacia nadie, me daba la impresión que ni siquiera para con sus hijos. Terminé el cigarrillo, me quedé pensando que me quedaba el tronco y las visceras Eso sería lo más difícil y lo más desagradable. Fui a la bañera, no quedaba casi nada, solo un polvillo blanco y algunos pelos. El olor era raro, por momentos me parecía un asado, era penetrante, casi nauseabundo y a su vez era irresistible olerlo. Me embarqué en lo más repugnante, el tronco, lo corte por el medio del pecho. Podían verse casi todos los órganos un tanto deteriorados, como carcomidos, seguro que era por el cáncer que lo estaba comiendo vivo al pobre diablo. Saqué el corazón y también lo filetee. Corté las vísceras (que largos son los intestinos, pensé), los pulmones, hígado, riñón y todos los órganos. Los puse en el frizer, y llevé los huesos a la bañera para deshacerlos con el ácido. Ya eran las 5 de la mañana, estaba exhausto pero feliz. Me quedaba solamente resolver lo del auto. Busqué las llaves en las ropas de Krusat. Me puse unos guantes de mi padre. Debía dejar el auto lejos de casa, más precisamente en el centro. Me percaté de que ningún vecino me viera. Una vez dentro del auto, me tranquilicé, tenía vidrios polarizados. En la calle había poca gente caminando, estacioné en la calle Esmeralda, cuando no vi a nadie alrededor. Bajé del auto y me fui caminando tranquilamente hacia la calle Florida. Caminé y caminé hasta la estación Retiro, ya el cansancio me estaba ganando y tenía un sueño atroz. Cuando llegué a la estación Belgrano bajé y me fui caminando a casa. Tenía que limpiar bien todo. El sueño que había atontando pero por suerte encontré una bolsita con cocaína en el pantalón de Krusat. No dejé ningún rastro, quemé la ropa, los pelos, la piel y limpie bien la bañera, le puse una gran cantidad de desinfectante y de detergente. La dejé como. Solo me quedaba deshacerme de la carne pero ¿Cómo? Pensé en tirar algunos bifes por día, pero corría el riesgo de que algún indigente los encontrara y se los comiera, no podía condenar a eso a nadie, sería muy desagradable. Recordé que cerca de casa había un terreno baldío que estaba atestado de gatos. Eso, se lo voy a dar a los gatos. Pero la verdad que era mucha carne, y tenía sólo dos días para deshacerme de ella, papá llegaría el lunes, y Clotilde y Jazmín el domingo a la noche. Saqué los bifes del frízer y por suerte aun no estaban congelados. Los corté en cubos y los llevé al baldío. Los gatos se tiraron de cabeza para devorarlo. Pobres gatos, pensé. Igualmente me quedaba más de la mitad de la carne. Entonces hice lo que no quería, la puse en dos bolsas de basura y las tiré en un basural cercano a casa, ojalá lo coman gatos y perros, pero si lo come alguna persona, mala suerte.
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Editado: 28.02.2018