I

Creí estar perdiendo la cabeza, aquella mañana todo parecía diferente. Me sentía muy diferente, al mirar al espejo pude ver una pequeña sonrisa, que por mucho que lo intentara, era imposible eliminar. Le echaba de menos, sentía una presión muy fuerte en el pecho y sentí unas inmensas ganas de llorar, pero no lo hice; guardé silencio, no hice ningún ruido, pero tampoco quise escuchar lo que mi cuerpo gritaba desgarradamente, me gustaba, le quería, no sabía desde cuándo o porque, pero Julián había irrumpido en mi cabeza y en mi corazón sin ningún tipo de permiso y saltando todas las barreras que por años intenté construir. Aquellos sentimientos estaban mal, eran equivocados, no podía gustarme, no podía quererle; sentía que todo estaba mal conmigo, que mi cabeza y mi corazón se estaban equivocando, sentí una gran falta de aire y caí de rodillas frente al espejo muy asustada. Tenía miedo, miedo de cómo me sentía, de como aquellos sentimientos habían llegado ahí y estaba aterrorizada de que él notara algo cuando me viera, de que supiera que mi corazón latía cada vez más rápido, de que una voz dentro de mí gritaba su nombre sin descanso. No había dejado de soñar con él en las últimas 2 semanas, soñaba que me abrazaba, que me decía que me quería y que dejaba de lado todo eso que le atormentaba y venia corriendo hacia mí, soñé que me protegía y que me cuidaba, que me defendía delante de la gente que era cruel, que luchaba por nuestro amor. Pero eso no ocurriría en la vida real, Julián era un chico solitario que vivía su vida muy despreocupado, siquiera se podía decir que respetara su vida si nos basábamos en la cantidad de cigarrillos que tocaban sus labios a diario, sus ojos tenían un toque de tristeza pero a pesar de ello eran brillantes y claros, su sonrisa era hermosa adornada con unos dientes perfectamente alineados y un poco amarillentos por el tabaco, esta no salía demasiadas veces a la luz pues él siempre estaba serio, cosa que a muchas personas podía llegar a intimida a pesar de todo ante mí siempre fue un chico risueño de mofletes regordetes y piel morena. Con excepción de una vez en la que me asustó su mirada, se puso muy serio y su ceño se frunció un maestro me había llamado estúpida como hacían con él puesto que sus calificaciones no eran demasiado buenas. Nunca supe que escondía Julián tras esa fachada cubierta de humo y pequeñas miradas tristes, pero sabía que algo andaba mal, la falta de confianza y la cobardía siempre me retenían para hablar con él sobre un tema tan delicado como suponía que sería.

Sabía que Julián nunca sentiría algo por mí y si lo hacía nunca lo admitiría, él estaba demasiado asustado de enfrentarse a algo tan grande como puede ser el amor por otro ser, aun sabiendo eso mis sentimientos crecían por Julián con cada segundo que pasaba y una fuerte presión en el pecho me golpeaba intentando salir cada vez pequeñas palabras cálidas salían de sus labios, pero me negué a decir algo. A mí me bastaba con verlo a diario, verle a lo lejos verle sonreír con sus amigos, que de vez en cuando me sonriera cuando hacia algún comentario y verle fruncir el ceño cuando no comprendía algo o algo no le gustaba. Me gustaba verle llegar tarde por las mañanas porque su cuello y orejas se ponían coloradas, se sentía avergonzado; cosa que resultaba adorable, me gustaba verle fumar durante los recreos, como andaba por los pasillos con aquel andar tan peculiar; me gustaba imaginarlo en historia, siendo un caballero que luchaba en justas o un soldado que luchaba por su país y que al volver lloraba al reencontrase con su familia. Me gustaba todo lo que le rodeaba y no podía parar. Lloré durante días después de verle, ya no soñaba con él, ya no venía a rescatarme, ya no me quería; dejo de acompañarme durante las noches, dejó mis sueños, aquel lugar donde él y yo éramos algo diferente, donde no solo yo estaba encandilada de sus ojos, sino que él también de los míos.