–¿A donde crees qué me llevará Kevin? –Preguntó mi amiga mientras acomodaba su cabello.
–No lo sé Michell, no soy Kevin.
–¡Uy qué odiosa me saliste!–Dijo sacándome la lengua.
Y yo le mostré mi hermoso dedo del medio
Michell me arrastró a su casa para qué la ayudará a elegir la ropa con la qué saldría con Kevin, era estúpido esa idea, porqué ambas sabemos qué Michell sabría perfectamente qué ponerse.
Me levanté de la cama colocándome las vans qué mamá me regaló para navidad.
–Bien me iré.–Ella me miró negando con su cabeza.
–¿No lo quieres ver?–Preguntó.
–No me lo quisiera conseguir qué es diferente– Respondí.
–¡Estúpidos inmaduros!– La escuché decir saliendo de su habitación.
Bajé las escaleras para poder salir de su casa pero justo cuando abría su puerta, Kevin se encontraba del otro lado de la puerta, a tan sólo un momento de tocar el timbre.
Al encontrarse conmigo frunció el ceño, obviamente no esperaba mí presencia y yo mucho menos la suya. Sus ojos azules; los cuales tanto amo, me detallaron de arriba abajo, cómo sí nunca me fuera visto.
Mi única reacción fue girarme y con un grito avisarle a mí amiga qué su cita ya estaba acá.
Hace tan sólo minutos no quería verlo pero ahora qué lo tengo de frente, las ganas de abrazarlo se me acumulan. Lo extraño tanto qué los nervios me matan.
Kevin dejó de mirarme y centró su atención en su celular pero no podía más,tenía qué hablarle.
–Kevin yo...– No pude terminar de hablar ya qué él pasó por mí lado chocando su hombro con el mío. Me había ignorado.
Giré para observarlo pero su atención está vez fue hacia mí amiga qué bajaba por las escaleras.
–Hola.–Escuché decirle a mí amiga.
Ella se había sonrojado con tan sólo su saludo y ella respondió igual.
Me sentí dolida e igualmente ignoraba porqué literal fue así.
–Nos vemos luego, Michell.–Fue lo último qué dije al salir de su casa.
Ya estorbaba allí.
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Al llegar a casa encontré a mamá discutiendo con Mathias, lo cuál era raro, ella casi nunca lo hacía con el.
–¿Qué pasa mamá?–Ella levantó su vista hacía a mí, se le notaba ojeras debajo de sus ojos. El trabajo y los problemas tenían cansada a mamá.
–Tú hermano, me han llamado de su colegio. Su comportamiento estos días a sido terrible, no se que le pasa, él nunca a sido llevado a dirección por conducta. Y ahora es diferente.
Era tan cierto, Mathias nunca tendría quejas en su colegio, pero estos problemas con papá han cambiado las cosas y lo qué temo es que cambie él.
–Iré a hablar con él mamá tranquila. –Ella asintió rendida.
Subí las escaleras para su cuarto, su puerta estaba semi abierta así qué pasé. Él se encontraba en su lapto.
–Hola, ¿podemos hablar?–Mathias al escuchar mí voz se sobre saltó.
–¿Podrías tocar antes de entrar, Julieta?
Me acerqué sentándome en un mueble pequeño qué tenía al lado de su cama.
–Hay qué hablar.–Dije y el rodó los ojos dándome la espalda.
–¿Mamá ya te fue con el chisme cierto?
La forma qué hablaba no era la misma de lo normal.
–No es chisme, tú conducta no a sido la mejor y lo sabés. ¿Qué pasa contigo? –Giré su silla para qué me mirará a los ojos.
–No es tú asunto, no te entrometas y si es mejor, ni preguntes así qué sal de acá.– Respondió.
–Tampoco es para qué me trates así, soy tú hermana y sólo quiero ayudarte en lo qué tengas.–Solté enojada.
–¿Tú te dejas ayudar?–Me preguntó.
¿En verdad me dejaba ayudar o no?
No lo sabia en realidad.
No respondí y tal vez el silencio respondió por mí.
–Lo sabía.– Dijo entre una risa seca. –Sal de mi habitación Julieta.
–Mathias yo...
Me interrumpió con un grito.
–¡QUÉ SALGAS DE MI HABITACIÓN, JULIETA!
Me levanté de su mueble, él necesitaba espacio y yo estaba dispuesta a dárselo.
–Sólo no olvides qué en mí siempre puedes contar–Le susurre saliendo de su habitación.
Era mi hermano lo amaba pero tenía tanto miedo qué todos éstos malditos problemas lo lastimaran. Aunque desde qué empezó todo ésto, intenté evitar qué la lluvia de está tormenta llamado papá lo mojara. Olvidé qué a veces las tormentas, se convierten en huracanes y qué sin pensarlo. Arrasan consigo lo qué tanto esfuerzo hemos cuidado.
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Sólo cuatro días más y éste infierno llamado exámenes finales acabarán. Cuatro días y las vacaciones al fin llegarían, cuatro días y mis ojeras dirían adiós y al fin descansaría en paz.
Sé con exactitud qué mi promedio no es el mejor de la clase, pero si él exacto para no salir deprimida del colegio.
Mí atención por ahora son mis exámenes para ya después qué acabe esta tortura, disfrutar la poca felicidad qué la vida quiera darme.
Michell no se ha despegado de mi lado los últimos días, aunque su amor con Kevin a marchado perfectamente, aún tiene lógica para concentrarse en los exámenes.
Si ellos desean tener una relación sería me sentiría muy feliz por ellos.
–No se si pueda seguir consumiendo más información Juli- Escuché a mí amiga quejarse.
Era tan dramática, pero tenía razón yo tampoco podía.
–¡Vamos! Un poco más por hoy y nos iremos.–La animé.
Ella cerró su libro con fuerza haciendo qué la bibliotecaria nos mirara con enojo.
¡Estúpida Michell!
–Sí haces eso de nuevo nos sacarán de acá.–Reí.
–Si sí cómo sea, tengo un plan para hoy ¿aceptas?–Preguntó.
–Sorprendenme
– Hoy habrá un juego en la universidad de Kevin, será el último hasta qué acabe el verano. Y si ganan harán una fiesta ¿aceptas? –Yo a ese juego de golpes no lo entiendo. Pero si disfruto las fiesta.
–Sí Kevin estará no iré y además antes qué respondas.–Coloqué mí dedo en su boca.–No estamos seguras qué ganaran, cómo para asistir a una fiesta qué, ni sabemos sí habrá.
–Kevin estará al mando y los hará ganar y además no tienes qué hablarle sí no quieres.–Dijo.