Siempre era costumbre despedir el verano con una buena fiesta, eso pensábamos Michell y yo, aunque no era el último fin de semana del verano, daba igual.
La próxima semana iría con mamá y Mathias a la casa de la abuela, por eso siempre iba de fiesta una semana antes. Para así despedir bien el verano.
En los últimos años sólo éramos nosotras, pero hoy íbamos a ser tres, con Kevin.
La fiesta sería un poco lejos de casa así que decidimos que ellos vendrían por mi. Por que Dios me hizo rubia pero no rica.
Me quedé de pie esperándolos a una cuadra de mi casa para no tener la molestia de encontrarnos a papá.
Varios carros me soltaron algunos silbidos mientras los espero, no se sí por la vestimenta, o por el hecho de estar parada en una esquina, sola y de noche.
¿Acaso pensarán que soy una puta?
Saqué mi celular con rapidez para llamar a los tarados de mis amigos y que muevan sus asquerosos traseros.
Un pitido.
Dos pitidos.
Tres pitidos.
Cuatro pitidos.
¡Hijos de su...!
–¡Hola Julii!.–Respondió Michell.
–¿Se puede saber en donde demonios están ?
–Uy Juli está molesta , espera un momento y te coloco en altavoz.–Al fondo escuché la risa de Kevin.– ¡Julieta! Amiga mía ¿como éstas?
–Kevin.–Respondí con frustración.–¿Pueden apurar sus asquerosos traseros?
–Con que andamos de mal humor ¿eh?
–¡Kevin mueve tú puto culo! los hombres piensan que soy una prostituta por culpa de ustedes ¡imbécil!
–¿Dime que te colocaste ése sexi conjunto de verano?–Chilló de emoción.
–¿Qué se colocó que?–Preguntó Kevin en modo celoso.
–El sexi conjunto de verano para tirarse a toda la fiesta.–Respondió mi amiga con obviedad.
–¡Por Dios Michell!
–¡Kevin acelera esa tortuga que tienes cómo auto!–Grité Interrumpiendo.
–¡Mi bebé no es una tortuga , es un rayo!
–Tranquila amiga.– Habló Michell.–Ya casi llegamos sólo falta... ¿esa es una puta?– Preguntó.
–¡Oh si amor! Suelen atraer a sus clientes en las esquinas de las calles.–Respondió Kevin .
Rodé los ojos porque exactamente eso era lo que yo parecía en esta esquina. Cuándo un auto se acercaba a mí pude reconocer que ese auto era Kevin y que la persona que confundían con una puta, era yo.
¡Genial! Hasta puta me llaman
–Kevin.–Lo llamé.
–¿Si?
–Esa mujer soy yo ¡idiota!–Y colgué.
El auto de Kevin se detuvo al frente de mí, al entrar les pegué con mi mano a cada uno por la cabeza.
–¡Aush!– Se quejaron juntos.
–Eso es para que no me anden confundiendo con prostitutas y esto.–Volví a pegarles.–Para qué no hagan esperarlos tanto tiempo.
Volvieron a sobarse sus cabezas.
–Eres una... –Habló Kevin.
–Sí y tú novia también, cariño.–Le guiñe el ojo y mi amiga rió.
**********
La fiesta era un tanto normal : alocada, mucho alcohol, adolescente tragandose mutuamente, chimeneas por azar etc...
De echo si no las estábamos pasando muy bien .
Decidí no tomar lo suficiente hasta perder la memoria , quizás esta vez me tocaría cuidar a los tortolitos que se están tragandose a mi lado.
–Me siento como en una película porno con ustedes.–Hablé.
Mis amigos se separaron con una sonrisa en su cara.
–Si, porque te llaman santa Julieta ¿no? –Se burló Michell.
–Pues yo te prefiero de monja que cualquier otra cosa.–Opinó Kevin.–Además así te ves más bonita.
Reí ante su comentario .
–Créeme amor.–Habló mi amiga.–Julieta de santa no tiene nada.
Mi tarado amigo frunció su ceño. Michell y yo soltamos una carcajada.
–Okey bueno no quiero saber nada. Iré a la entrada, Aidan a llegado, ya regreso. Por favor no anden de turistas por toda la casa.–Y así se fue Kevin dejándome con los nervios de punta.
¿Nervios? ¿Por la estupidez humana? ¡Definitivamente te has vuelto loca, Julieta!
Voltee hacia Michell quien disfrutaba de su cerveza con tranquilidad.
–Tú.–La señale con mi dedo, entrecerrando los ojos.–Pequeña demonio. Sabías que Aidan venía y no me dijiste ¿cierto?
–¿Yo?– Trató de excusarse.
–Si tú.
–Bueno quizás le sugerí a Kevin para que invitara al italiano.–Respondió encogiendose de hombros.
–¿Por qué? ¡Ése chico me odia, Michell!
–No, no te odia Julii, sácate esa estupidez de la cabeza.
–¿Cómo estás tan segura?–Pregunté con la curiosidad de saber el porqué de la seguridad de sus palabras.
–Porque... - Y justo cuándo iba a decirme. Kevin y estupidez humana, llegaron al sitio donde estábamos.
–¡Ahora si estamos completos!–Habló Kevin animado.
Los ojos del castaño se colocaron sobre mí, no podía negar que su presencia me ponía nerviosa y su mirada aún más. ¿A quien podía engañar? ¡Aidan me ponía la piel de gallina! Sólo con su presencia.
Mordí mi labio por los nervios que se adueñaron de mí. Apuesto que parezco una gelatina.
–Julieta, ¿sigues acá?– La voz de Kevin me trajo a la realidad. Vi una sonrisa de lado en el rostro de Aidan.
–Si si ¿que decías?
–Que vayas con Aidan por unas cervezas.
–A-h y-o no... –Traté de negarme pero Kevin colocó sus dedos en mis labios haciendo que callara.
–Nada de peros.– Me dio un suave empujón hacia el italiano para que caminara con el.
Caminé detrás de Aidan en silencio y luchando en cada paso que daba, la cantidad de chicos que habían bailando se me hacia complicado caminar un poco más rápido.
Cuándo llegamos a la cocina había un montón de cervezas sobre todo el lugar y unas cuántas botellas más.
Aidan recogía unas latas de cervezas en sus manos cuándo un chico se me acercó con una cerveza.
–¡Hey linda! Ten una, especialmente para ti.–El chico me guiñó su ojo. Acepté la cerveza.
–¡Gracias!–Le agradecí. Siempre he tenido conciencia que no debía agradecerle nada de tragos a cualquiera, pero está cerveza aún no estaba abierta, así que no le vi nada de malo.